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Columna
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Isaac

Manuel Rivas

Sabiendo que eres un escritor gallego, a veces te preguntan: "¿Y qué me dices de Franco? ¿No nació en Galicia?". El otro día, una interpelación directa en un blog: "¿No era gallego Franco? Ahora va a resultar que nació en Berlín". No suelo responder a esa estupidez en forma de pregunta que establece una relación determinista entre el carácter de una persona y su lugar de nacimiento. En Galicia nació el fundador del socialismo español, Pablo Iglesias. Y el llamado apóstol del anarquismo ibérico, Ricardo Mella. Uno de los rasgos de la personalidad psicótica del tirano era su odio al galleguismo. Entre los represaliados, en la cacería humana que siguió al golpe fascista de 1936 figuraban 18 miembros destacados del Seminario de Estudios Gallegos, el centro más importante de cultura que fue brutalmente expoliado. Tres de los primeros asesinados, por supuesto, con conocimiento de Franco, eran personas de talante político muy moderado y convicciones cristianas. Fueron el pintor y escenógrafo Camilo Díaz Baliño, el editor coruñés y alcalde de Santiago Ánxel Casal y Alexandre Bóveda. Pertenecían los tres al Partido Galeguista, y Bóveda, funcionario de Hacienda y solista de la Coral de Pontevedra, era su secretario general. Entre las pertenencias que pudieron llegar a la familia figuraba un pequeño crucifijo. Después del asesinato de Camilo, su mujer enloqueció y murió a los pocos días sin recuperar la conciencia. Un hijo adolescente, Isaac, salvó la vida disfrazado de ciego, pero sus ojos pudieron ver las cunetas sembradas de cadáveres. Isaac es hoy, a los 86 años, acaso la persona más querida de Galicia. Ha pasado su vida creando factorías culturales, espacios contra el vacío. Pintor y ceramista, unió sus fuerzas a exiliados como Luis Seoane y alzó de las ruinas la gran industria de Sargadelos basándose en una energía alternativa: la del calor específico de la humanidad. Hizo de esa cerámica, con su inconfundible azul cobalto, una enseña universal. En su fábrica encontraron cobijo artistas perseguidos de muchos países y, al final, fue la única puerta que se abrió para José Martínez y la histórica editorial Ruedo Ibérico. Ahora, en una extraña maniobra mercantil, han desalojado a Isaac y a su familia del espacio que creó con sus manos. Galicia se ha quedado atónita. Hacía tiempo que no se veía el canibalismo tan de cerca.

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