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Columna
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Caviar

En París, ahora mismo, dos libros han provocado un impacto en la opinión pública: Histoire de la gauche caviar y La nuit des politiques. En Valencia se ha presentado otro libro que es una semblanza del primer president de la Generalitat, Joan Lerma i Blasco. Los tres libros tienen en común una problemática semejante. Los políticos han de hacer algo de forma inmediata para mejorar su imagen en la sociedad. Roland Cayrol en su libro, sobre el crepúsculo de la clase política en Francia, hace referencia, con precisión sociológica, a que hace unos años sólo las prostitutas tenían peor consideración profesional que los políticos, sin embargo ya han superado a estos últimos. La anécdota no tendría mayor importancia si no fueran los políticos quienes tienen la prerrogativa de dirigir la vida pública. Casi todos los días hemos de digerir uno o varios casos de corrupción en el proceloso mundo de las administraciones públicas.

Tanto en el libro de Laurent Joffrin -director de redacción del Nouvel Observateur- sobre la gauche caviar, como en el del sociólogo Roland Cayrol, planea la idea de una crisis profunda de la estructura política francesa y en ambos casos, la idea de Europa aparece como telón de fondo. Si observamos con perspectiva el proceso de crecimiento de la UE, los cambios han sido muy importantes para el conjunto y para cada uno de los Estados miembro. Cayrol se refiere al drama de que, a raíz del rechazo de proyecto de Constitución Europea por los electores franceses, para ellos Europa ha llegado a ser el extranjero. Nada más alejado de la voluntad de los padres de la UE ni de los sucesivos gestores que fueron construyendo, primero el Mercado Común Europeo a partir del Tratado de Roma y después la Comunidad Económica Europea, las Comunidades Europeas y la Comunidad Europea, para simbolizar la unidad que cristalizaría en la actual Unión Europea, con Parlamento, sistema económico y monetario integrado, moneda única, con algunas excepciones y un proyecto de política exterior común, dirigida por el español Javier Solana.

La crisis bélica de Irak ha supuesto un duro golpe para la cohesión europea, con precedentes en el conflicto de los Balcanes y en la desmembración de la anterior Unión Soviética. Europa no ha sabido encauzar los diversos puntos de vista que prevalecían en los Estados miembro basados en sus alianzas particulares, intereses concretos o posicionamientos geoestratégicos. La herencia que nos ha legado es una endémica crisis del petróleo que está complicando el devenir económico. Los países occidentales están pagando muy cara la guerra de Irak, la de Afganistán y sus patológicas debilidades en un mundo en el que no caben secretos ni reservas.

En Francia, donde sitúa Laurent Joffrin el fenómeno de la gauche caviar, la crisis es evidente, del mismo modo que lo es el cansancio y la desconfianza del país con respecto a sus políticos. La derecha no acaba de resituarse para tomar un rumbo fiable y la izquierda sucumbe a las tentaciones burguesas y megalómanas, donde el dinero es el rey y el principal motor de la vida pública. De ahí, podríamos pasar sin mucho esfuerzo a la corrupción, como una especie de mal necesario y los desmadres del sector de la construcción, provocados por una demanda desbocada, al menos en España y en la Comunitat Valenciana.

La historia de la izquierda caviar parte de aquella otra gauche divine que rompió el modelo estereotipado de que la izquierda tenía que ser necesariamente siniestra y austera.

El problema que se deriva de unos políticos, teóricamente progresistas, que adoptan hábitos y signos externos propios de las clases adineradas, es que se alejan de la sociedad a la que sirven y del pueblo que les respalda.

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Joan Lerma, protagonista del libro que recientemente se ha presentado sobre su persona, se aleja de la gauche caviar que ahora se somete a examen. Joan Lerma, el presidente de la Generalitat Valenciana que ha permanecido por más tiempo en el cargo, podría explicar por qué se marchó a Madrid para ser ministro cuando perdió las elecciones.

El abstencionismo ya hizo acto de presencia en el referendo sobre la Constitución Europea y el inmediato que ha tenido lugar para aprobar la reforma del Estatut de Catalunya. Son advertencias serias para el sistema democrático y para una clase política que se deslumbra mirándose al ombligo y sin percatarse de que los ciudadanos pasan de sus motivaciones e inquietudes. Los políticos necesitan sentir el apoyo de la sociedad o de la parte a la que representan. Los ciudadanos, que son a su vez los electores, ya no quieren sólo pan y circo ni prioritariamente proyectos megalómanos, cuando faltan escuelas, condiciones mínimas de seguridad cívica, medios para garantizar la atención sanitaria, dotaciones adecuadas para infraestructuras y para la formación universitaria y otros servicios elementales. De déficits y de incremento de la presión empresarial será mejor hablar cuando no haya caviar por medio.

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