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Reportaje:Alemania 2006

Delirio italiano

Millones de personas celebran el triunfo 'azzurro' en el Mundial y aclaman a Lippi y sus jugadores

Enric González

La primera noche tras la victoria fue un éxtasis colectivo, el delirio de millones de italianos que se echaron a la calle en un bullicio atronador. También hubo episodios salvajes y abundantes momentos de violencia. Tres personas murieron en accidentes relacionados con la celebración. Y eso sólo fue el principio de la fiesta. Con la llegada a Roma de la selección y el trofeo, poco después de las seis y media de la tarde, recomenzó la locura. Una enorme caravana de automóviles acompañó a los campeones hasta el palacio Chigi, donde el presidente del Gobierno, Romano Prodi, les dio las gracias "por devolver la dignidad al fútbol italiano" y "por dar a Italia un motivo para sentirse orgullosa". Luego acudieron al Circo Máximo para celebrar el triunfo con casi un millón de personas.

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El jefe del Estado, Giorgio Napolitano, anunció la concesión a todos los componentes de la selección, jugadores, técnicos y delegados, de la Orden del Mérito de la República. Fue el primero en una lista de honores destinada a prolongarse en los próximos días. Los futbolistas, encabezados siempre por el capitán, Cannavaro, sonreían y saludaban entre alucinados y eufóricos. El técnico, Marcello Lippi, ratificó su decisión de abandonar el puesto, pero aseguró que difícilmente reencontrará en su vida profesional "un grupo tan maravilloso y un ambiente tan especial" como el de los azzurri que se alzaron con la cuarta Copa del Mundo en el palmarés italiano. Gattuso, el centrocampista peleón adorado por los aficionados, dijo que aún no es consciente por completo de la proeza. "Sentimos crecer la alegría en nuestro interior, pero todo esto tendremos que encajarlo poco a poco", comentó en el vuelo de retorno desde Berlín. Cannavaro reveló que había dormido abrazado a su hijo y al trofeo.

Nadie sabe cuánto durarán las celebraciones. La gente parece dispuesta a no dormir nunca más y a seguir soportando indefinidamente en la calle el calor diurno y el sopor del amanecer. Millones de banderas tricolores ondeaban en toda Italia. La euforia sigue desbordada y con ella el riesgo de incidentes.

La noche posterior al partido fue mágica y salvaje a partes iguales. Todas las ciudades italianas se inundaron de multitudes delirantes de alegría. Pero junto a quienes festejaban hubo grupos violentos que protagonizaron enfrentamientos con la policía, 20 de cuyos agentes resultaron heridos sólo en Roma. Una docena de personas protagonizaron un intento de asalto a la residencia romana de Silvio Berlusconi y destrozaron el coche policial que escoltaba la entrada e hirieron a un agente que intentó frenarles. Otros saquearon comercios o lanzaron granadas fumógenas y adoquines contra los antidisturbios que vigilaban las plazas del Popolo y Campo dei Fiori, donde se reunieron las mayores multitudes. La empresa municipal de transportes de Roma anunció que 28 autobuses y tres tranvías sufrieron graves daños con un coste de reparación cercano a los 300.000 euros,

La alegría desenfrenada también causó otras desgracias. Tres personas murieron en distintos accidentes de tráfico por caer del techo del coche o asomar el cuerpo por la ventanilla. En Alguero (Cerdeña) un recluso aprovechó la euforia desatada en la prisión para escaparse. En Brescia, cerca de Milán, un hombre de 36 años fue detenido por disparar contra varios vehículos, sin causar víctimas, a las dos de la madrugada: alegó que no podía soportar más bocinazos y ruido.

En general, sin embargo, el descontrol fue aprovechado para cometer faltas perdonables. Cientos de personas, por ejemplo, se bañaron en la Fontana de Trevi y en otras fuentes monumentales de todo el país. Y en Roma, Milán, Venecia y Udine grupos de tifosi secuestraron autobuses urbanos y obligaron al conductor a alterar el recorrido para dirigirse hacia las plazas donde se festejaba.

Los ministros del Interior, Giuliano Amato, y de Deportes, Giovanna Melandri, emitieron ayer una nota conjunta en la que pidieron una alegría un poco más sosegada. "Hemos ganado el Mundial con el corazón, no perdamos ahora la cabeza", comenzaba el texto. "Hemos sabido con profunda amargura de los episodios de violencia y vandalismo que han acompañado los festejos. Para los próximos días", seguía, "invitamos con serenidad y firmeza a todos los aficionados a evitar cualquier acto que ponga en peligro la propia seguridad o la ajena".

La selección italiana recibe por las calles de Roma un multitudinario homenaje por haberse proclamado campeona del mundo.
La selección italiana recibe por las calles de Roma un multitudinario homenaje por haberse proclamado campeona del mundo.EFE
Cannavaro levanta el trofeo en Roma junto al presidente del Gobierno, Romano Prodi (a la derecha); la ministra de Deportes, Giovanna Mellandri, y el seleccionador, Marcello Lippi (detrás).
Cannavaro levanta el trofeo en Roma junto al presidente del Gobierno, Romano Prodi (a la derecha); la ministra de Deportes, Giovanna Mellandri, y el seleccionador, Marcello Lippi (detrás).EFE

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