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Tribuna:DESDE MI SILLÓN | TOUR 2006
Tribuna
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El décimo hombre

Y el Tour ya ha empezado. Puede parecer mentira, pero es cierto. Lo he visto en televisión y creo que no he sido el único. Un pelotón diezmado ha comenzado a pedalear por las carreteras de Francia. Faltan nombres significativos, entre ellos yo y mi modestia, y algunos de los cinco primeros clasificados de la edición precedente. Ellos, por todo lo sucedido en los días previos; yo, porque no he conseguido entrar en el nueve titular del Rabobank, mi equipo. Tan sólo pude ser el décimo hombre. Así que a partir de ahora ése será mi nombre en clave, aunque sólo lo usaré en caso de extrema necesidad, ya me entienden.

Ayer me habría gustado ser Coutoluy, ese corredor anónimo incluso para los que nos ganamos la vida en este circo que fue el primero en pedalear oficialmente en esta edición de la carrera. A las 13.15 del sábado 1 de julio, terminó una carrera y empezó otra. Terminó, o eso parece, lo que algunos ya han denominado como el puerto más duro de esta edición, un puerto inédito y desconocido que ya ha hecho más daño que todos los demás juntos. Y el Tour empezó.

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La transición entre ambos momentos históricos fue la arrancada de Cédric -así se llama nuestro protagonista-, aunque desconozco si arrancó con la pierna derecha o con la izquierda -habrá que indagar en los documentos gráficos para que nos lo aclaren-, lo que no es cuestión baladí. Lo digo porque no soy supersticioso, pero ya sabemos lo que se dice de aquél que se levanta con la pierna izquierda. Y no se qué me da, pero tengo la impresión de que Cédric es zurdo. Así que espero equivocarme.

Bueno, no; bien mirado, no me habría gustado ser Coutouluy, demasiada presión sobre mi cuerpo. Habría sido mejor ser Hushovd, el gigantón noruego con nombre de dios nórdico y superhéroe de la Marvel y con cuerpo mezcla de ambos dos. Eso habría sido mejor, sí; ser el primer maillot amarillo del Tour esperado, del Tour que parecía que nunca iba a comenzar. Thor, el dios del trueno que viene a poner fin a una semana tormentosa: no deja de tener su ironía.

Aunque, en fin, y aún mejor mirado, más me habría gustado ser yo mismo y haber estado allí quitándole protagonismo quizá a Hushovd, quizá a Coutoluy o quizá a cualquier otro. Pero no; una vez más no ha habido suerte. Quiero pensar que otra vez será, pero llevo así desde 2002, el último año en que me puse un dorsal en el Tour de Francia. No obstante, amenazo con volver. Y quienes le conocen dicen que el décimo hombre no se anda con chiquitas.

Mientras tanto, no olviden su cita. Aquí y a diario. Así que hasta mañana.

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