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Reportaje:FUERZAS ARMADAS

Los cuarteles no son para mujeres con niños

Las españolas llegan a un Ejército que no está preparado todavía para familias

Patricia Ortega Dolz

En la guardería de la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid) han crecido malas hierbas. Entre la casita infantil y los pequeños columpios, los arbustos se han abierto paso a lo largo de estos más de dos años. Nunca, tras la marcha de los americanos, ningún niño ha jugado allí. Es una guardería abandonada. Abraham, con dos años y nueve meses, podía haber sido uno de los primeros en disfrutar esas instalaciones que ahora acumulan polvo y olores rancios "porque no se ha firmado aún el convenio de gestión correspondiente". Su madre, la soldado Bárbara González (Badajoz, 1980), curtida en la Brigada Paracaidista de Alcantarilla (Murcia) desde su ingreso en el Ejército en 2001 y actualmente registradora en el Centro Logístico de Intendencia, solicitó una plaza en la escuela infantil nada más dar a luz. Nunca llegó y ahora ya es tarde: Abraham irá al colegio el año que viene. Ella es una más de las muchas madres de las Fuerzas Armadas que aún no están ni contabilizadas, según constata una responsable del Observatorio de la Mujer, creado hace menos de un año: "Tendríamos que ponernos a ver cuántos permisos de maternidad se han solicitado". Algo está cambiando en el Ejército, sin que la institución esté preparada para afrontarlo.

"Si el mando es comprensivo, como en mi caso, entiende que hay prioridades y las acepta", dice una cabo de la Guardia Real y madre de un bebé
Narváez recuerda más a sus dos niños durmiendo en un colchón de la garita en la que ella hacía la guardia que los tiroteos y altercados que tuvo que vivir en Bosnia

A los pocos días de nacer Abraham, Bárbara regresó a la base para renovar su contrato. Había estado de baja por maternidad varios meses y llegaba el momento de reincorporarse. El también soldado Isaac Rodríguez, de 24 años -su "pareja de hecho" y padre de la criatura-, trabajaba en el área de automóviles del mismo centro. Así que, a partir de entonces, vivirían todos juntos allí. Cogió a su bebé y se plantó en Torrejón sin saber las dificultades que acarrearía esa supuesta vida en familia.

Tres muebles

La primera en la frente. El niño no estaba autorizado para entrar en la que hasta entonces había sido la habitación de su madre, la misma que ésta compartía con una compañera en el dormitorio 234 de tropa profesional. "Necesité varias autorizaciones, incluida la de mi compañera de habitación, para poder entrar con él", cuenta Bárbara. En los pabellones-dormitorio hay un baño para cada dos dormitorios dobles, o sea, que Abraham compartió el sanitario con otros cuatro adultos durante los primeros meses de su vida. Bárbara reclamó a sus superiores y, al igual que solicitó una plaza en la guardería recién terminada, pidió una habitación de matrimonio. Pero todo eran largas: "Ya llegará", "Ahora mismo no hay ninguna libre"... Hasta que no se fue su compañera -"porque dejó el Ejército"-, no empezó a vivir sola con su hijo. El cuarto sólo tenía tres cosas: una cama, un frigorífico y un televisor. Exactamente lo que dice el reglamento.

Bárbara compró una cuna-cama para Abraham. Alguien tuvo que hacer la vista gorda. Desde entonces, cada vez que sale de ella cuelga el cartel de "no molesten", para que no entre nadie. "A mí me da igual, pero mi hijo tiene necesidades básicas que yo tengo que poder cubrir, con o sin reglamento. Y si no, habrá que modificar y adaptar un poco esas reglas", dice.

Esa situación se prolongó hasta finales de 2004, cuando por fin les dieron una habitación de matrimonio para los tres. Eso sí, compartiendo el baño con transeúntes (militares de paso). Hace escasos meses consiguieron dos habitaciones y un baño sólo para ellos y su hijo, pero aun así la vida se les pone un poco cuesta arriba. Así que Bárbara espera que salga una vacante en Badajoz para regresar a casa. Entre tanto, sus dos salarios juntos no suman más de 1.700 euros, con los que han de pagar la guardería civil ubicada en el Instituto Nacional de Técnicas Aeroespaciales (INTA) y la cuota mensual de los servicios comunes de la base. "Es imposible alquilar nada fuera con estos sueldos", añade.

Las situaciones complicadas por la conciliación de la vida familiar y laboral en el Ejército se repiten de distinta manera: problemas para juntar las horas de lactancia de manera que se le retire el pecho a los bebés casi un mes más tarde y a la vez que se reincorpora la madre al trabajo, para ejercer el derecho de esas horas porque otros compañeros y compañeras no lo facilitan, problemas con la coordinación de las guardias y los servicios, problemas de espacios... Todo queda a discreción del mando de turno y de las habilidades que padres y madres sean capaces de desarrollar, a falta de unas infraestructuras y una planificación suficientes. Una cosa está clara, al menos en el Ejército: tanto ellos como ellas asumen a los hijos porque no hay opción.

"Si el mando es comprensivo, como en mi caso, no hay problemas. Entienden que hay prioridades y las aceptan. Pero si el mando es muy estricto y le da por ser riguroso con el reglamento, es muy, muy complicado", comenta la cabo de la Guardia Real María Isabel Caballero Martínez, de 31 años y madre de un niño de poco más de un año. En su caso, como en el de la soldado Gema Figueiras, de 28 y madre de dos niños de cuatro y dos años, sus hijos van a una de las cuatro guarderías que actualmente funcionan en los establecimientos militares de toda España. Una de ellas es la de la Guardia Real, abierta desde 2004. A diferencia de la de Torrejón, la hierba está bien cortada en un jardín lleno de niños (41, y el mismo número en lista de espera) que corretean con toda clase de juguetes. El precio: unos 50 euros mensuales.

"La figura paterna es primordial para que la mujer pueda conciliar la vida profesional y la laboral en el Ejército", comenta Gema, que, tras ser despedida de una empresa civil al quedarse embarazada, optó por entrar en el Ejército como su marido. En la retina de la cabo María Narváez, de 31 años, está mucho más clara la imagen de sus dos hijos durmiendo en un colchón de la garita. "Se quedaban allí conmigo hasta que mi marido terminaba el servicio y podía venir a recogerlos. Es lo que hay. Si no has podido cambiar la guardia y no tienes familia porque no eres de aquí, te buscas la vida", dice. Responsables de Defensa aseguran que pronto habrá más guarderías, pero entretanto las malas hierbas siguen creciendo en el jardín de la guardería de la base aérea de Torrejón de Ardoz.

Las soldados Bárbara González (izquierda), María José Alija y Elena Agredano, con sus hijos, en la base de Torrejón.
Las soldados Bárbara González (izquierda), María José Alija y Elena Agredano, con sus hijos, en la base de Torrejón.LUIS MAGÁN

Cuando los dos son militares

DESDE LA INCORPORACIÓN de la mujer al Ejército en 1988 y las sucesivas leyes -la última es del año 1999- que han permitido su entrada en la institución en las mismas condiciones que los hombres, algo importante está cambiando. Las más de 16.300 mujeres militares (el 13,5% del personal de las Fuerzas Armadas) han provocado una revolución en una institución históricamente masculina. Cada día se forman más parejas en los propios acuartelamientos y, en consecuencia, cada día hay más familias en las que ambos, padre y madre, son militares de profesión. Pero el Ejército no está aún

preparado para afrontar esta nueva situación.

Por ese motivo, el buzón del Observatorio de la Mujer se ha llenado últimamente de quejas y comentarios acerca de estas situaciones de pareja que se están dando en los medios militares, según confirma su responsable. "Abrimos esa posibilidad para ir detectando necesidades. Está en su primera fase, pero es un buen barómetro de la situación. Hay numerosas referencias

a la vida en pareja y a sus dificultades y dudas. Es obvio que la formación de familias dentro del Ejército es una realidad, y es previsible que vayan aumentando. Se trata de que empecemos a tomar las medidas oportunas y a adaptarnos. Ya hay un borrador para incorporar el Plan Concilia al Ejército", explica el responsable de las quejas.

Actualmente hay cuatro guarderías en funcionamiento, con 40 de niños de media, y seis pendientes de cerrar los convenios de gestión con las correspondientes comunidades, lo que requiere una larga y costosa burocracia. Es evidente también que, cuando hay ayudas, la natalidad entre las mujeres militares aumenta. Está previsto construir otras 20 escuelas infantiles en los próximos tres años.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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