El palacio de los 14 perritos
Visita a la colección Peggy Guggenheim en Venecia
Desde el vaporetto resulta difícil no fijar la mirada en el Palazzo Venier dei Leoni, que asoma al Gran Canal desde la orilla del barrio de Dorsodouro inmediatamente después del puente de la Accademia, viniendo desde la Piazza San Marco. El edificio, de una sola planta, destaca por su forma y color, blanco intenso. No se sabe con exactitud por qué -¿la invasión de Venecia por las tropas francesas?, ¿la falta de dinero?, ¿las quejas de los vecinos?-, nunca se concluyó el proyecto que la familia Venier encargó a Lorenzo Broschetti en 1749, y así se quedó il palazzo non finito. Viendo la maqueta del proyecto final -un palacio de tres plantas como tantos en la ciudad-, uno se alegra de que quedara inconcluso, con una belleza diferente e inquietante.
En 1949, Peggy Guggenheim lo compró por 60.000 dólares, prendada, sobre todo, de su jardín, uno de los raros rincones verdes de la ciudad, perfecto para sus múltiples perritos. "L'americana con i cani", como la llamaban entonces, llevaba meses buscando un lugar para vivir y exponer su colección que un año antes tuvo ocasión de exhibir durante la Bienal de Venecia, donde además aconteció un bochornoso incidente: el servicio de limpieza tiró a la basura un móvil de su adorado Alexander Calder creyendo que se trataba de un montón de chatarra.
En el Palazzo Venier vivió Marguerite Guggenheim sus últimos 30 años. Había nacido en 1898 en Nueva York y era millonaria por partida doble. Su madre, Florete Seligman, se casó con Benjamin Guggenheim, hermano de Solomon R., quien en 1937 crea la fundación que lleva su nombre. Benjamin era el díscolo de la familia y acumuló amantes hasta su muerte, a bordo del Titanic. Peggy, la segunda de sus tres hijas, tuvo una infancia infeliz, pero pronto encontró en la protección del arte de vanguardia su principal razón de ser. En sus memorias, Confesiones de una adicta al arte (Lumen), describió su primer encuentro con un cuadro abstracto: "Era obra de Georgia O'Keefe. Le di la vuelta cuatro veces antes de decidir cómo debía mirarlo". Marcel Duchamp la tuteló durante aquellos primeros años -"tuvo que educarme por completo; me enseñó la diferencia entre el surrealismo, el cubismo y el arte abstracto"- y le presentó a Calder, Ives Tanguy, André Breton o Jean Arp, cuya escultura Cabeza y concha inauguró su colección.
Lo que vemos en el museo es el resultado de años de dedicación al arte y a los artistas. En total, la colección reúne 300 piezas de cubismo, arte abstracto, surrealismo y el primer expresionismo. Se trata de un museo pequeño y recoleto que se puede recorrer en dos horas. Cada año, alrededor de 350.000 turistas hacen un alto para conocerlo. "Nuestros visitantes vienen atraídos por la intimidad de una colección privada y por su calidad, única en Italia", dice Philip Rylands, su actual director.
Dos 'picassos' para empezar
El museo no es barato. La entrada cuesta 10 euros, y la guía se vende aparte por otros 5. Resulta agradable, eso sí, que de vez en cuando alguno de los jóvenes vigilantes del museo -que desde 1979, tras la muerte de Peggy, gestiona la Fundación Solomon R. Guggenheim- se pare a explicar con detenimiento alguno de los cuadros a los sorprendidos visitantes. El museo, que también incluye la colección Gianni Mattioli de futurismo italiano, se divide en 12 salas que aún conservan los nombres de la época en que Peggy lo habitaba. Así, dos picassos y un espléndido móvil de Calder reciben a los visitantes en el vestíbulo. En el comedor, varias obras cubistas -de Duchamp, Gleizes, Braque...- comparten espacio con la mesa y las sillas de su propietaria. En la biblioteca, donde solía celebrar sus fiestas, nos encontramos con De Chirico, Max Ernst (con el que estuvo fugazmente casada), Tanguy o Miró, y en la sala grande, con Dalí, Delvaux o Magritte. Jackson Pollock, al que pagó una asignación mensual durante años, es el protagonista del cuarto de invitados, y los coloridos dibujos de Pegeen Vail, hija de Peggy (que se suicidó en 1967), lo son del antiguo cuarto de baño.
Dejamos el jardín y sus esculturas (Jean Arp, Giacometti, Henry Moore...) para el final y así despedirnos de Peggy, cuya tumba ocupa un discreto rincón. A su lado, bajo el epitafio "Here lie my beloved babies" ("Aquí yacen mis adorados bebés"), están enterrados sus 14 perros: Cappuccino, Pegeen, Peacock, Toro, Floglia, Madame Butterfly, Baby, Emily, White Angel, Sir Herbert, Sable, Gypsi, Hong Kong y Celida, que murió pocos días antes que su dueña. Del otro lado del palacio, en el porche que da al canal, encontramos una de las obras más características de la colección, una escultura de bronce de Marino Marini, El ángel de la ciudad: un caballo y su jinete, desnudo, con los brazos en cruz, la mirada perdida en el cielo y el pene en erección apuntando desafiante a los curiosos que lo contemplan desde el vaporetto.
GUÍA PRÁCTICA
Datos básicos
- Prefijo telefónico: 00 39.
- Venecia tiene unos 250.000 habitantes.
Cómo ir
- La aerolínea de bajo coste Myair (www.myair.com) oferta vuelos de ida y vuelta a Venecia a partir de 40 euros, más tasas y gastos de emisión, desde Madrid y Barcelona.
Comer y dormir
- Hotel Rio Alto (041 241 39 31; www.rioalto.it).
San Marco, 5.466. 30124 Venecia. Pequeño y acogedor hotel. 110 euros, la doble.
- La Hostaria e'Masaniello
(041 520 90 03). Campo San Stefano, 2.801. Venecia. Unos 25 euros.
Información
- Colección Peggy Guggenheim (www.guggenheimcollection.org;
041 240 54 11). Palazzo Venier dei Leoni. 701, Dorsodouro. Abre de 10.00 a 18.00. Martes, cerrado. La entrada cuesta 10 euros. Mayores de 65 años, 8 euros. Estudiantes y menores de 18 años, 5 euros.
- Oficina de turismo de Venecia
(041 529 87 11; www.turismovenezia.it).
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