_
_
_
_

Las obras llegan al corazón de Madrid

La construcción del 'túnel de la risa' provoca ya los primeros cortes de tráfico en Sol

Daniel Verdú

Por la Puerta del Sol, desde el pasado fin de semana, sólo pueden circular desde la calle Mayor hasta la de Alcalá -en un trazado que parece para coches de scalextric- los vehículos de los residentes en las calles de la Montera y Alcalá, así como los taxis ocupados con pasajeros. El cierre, pues, no es total, pero el tráfico de la zona, cifrado por el Ayuntamiento en unos 27.000 coches diarios, ha quedado reducido a la mínima expresión a causa de las obras de la nueva estación de cercanías que construye el Ministerio de Fomento.

Ayer, primer día laborable con estas restricciones de tráfico, los viajeros que acudían en busca de su autobús y los conductores que persistían en la obstinación de sus trayectos protestaron por la sensación de que "en esta ciudad llueve sobre mojado". En la calle de Alcalá, desde la plaza de Cibeles hasta la confluencia con la calle de Sevilla, los vehículos avanzaban lentamente debido a los cortes a la entrada de la Puerta del Sol. Además, en ese tramo, los autobuses que paraban en las nuevas terminales, ocupaban parte de la calzada y obstaculizaban la circulación. La Gran Vía, desde Cibeles a la plaza de España -la ruta alternativa que la mayoría de conductores eligieron para sortear los cortes- mantuvo durante todo el día una gran densidad de trafico.

"Es sólo el primer día, pero ya ha venido la mitad de gente", dice uno de los comerciantes

Las obras que han ido surcando de heridas la capital, han llegado al corazón de la ciudad. La Puerta del Sol sufrirá durante casi dos años las obras de la macroestación de tren, que será una de las paradas principales de la red ferroviaria de cercanías a través del llamado segundo túnel de la risa entre Atocha y Chamartín. "Aguantar, esa es la palabra que hemos aprendido durante todo este tiempo", comentaba con resignación Ignacio Azofra, vecino de la zona. Aunque no todos lo llevaban tan bien, y algunos vecinos insistían en su intención de pasar por el camino de siempre. "Una señora se ha puesto tan pesada con pasar por donde ella quería que la he tenido que multar", explicaba uno de los agentes de Movilidad que ayer estaban desbordados por las consultas.

Los comerciantes, en cambio, estaban mano sobre mano. En la misma plaza, casi al comienzo de la Carrera de San Jerónimo, justo enfrente de donde estaban las dársenas de los autobuses municipales, el bar O'Miño estaba vacío a mediodía de ayer. "Hoy es el primer día, pero ya ha venido la mitad de gente", explicaba el encargado del local, José Luis Guzmán. La intensa marea de madrileños procedentes de las paradas de los autobuses eran potenciales clientes. Cientos de ellos. Pero, deslocalizado el consumo, ahora son los establecimientos de las calles aledañas donde se han trasladado las paradas de autobuses los que se alegran de las obras.

En la calle de Sevilla, donde la Empresa Municipal de Transportes (EMT) ha situado tres de las nuevas marquesinas, Faisal, un tunecino que regenta un quiosco de prensa, aseguraba que en tan sólo un día ya había vendido el doble de periódicos de lo habitual.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Un poco más arriba, en la confluencia de las calles de Sevilla y de Alcalá, en otra de las nuevas terminales de la EMT, una empleada de la compañía instruía a los desconcertados viajeros sobre sus nuevas rutinas. "En general no supone demasiados cambios. Los que lo llevan peor son los de la línea 50, que ahora han de venir andando desde la plaza de Jacinto Benavente para hacer el trasbordo", cuenta.

"Este alcalde no nos deja vivir", protesta una mujer mientras espera el autobús que se retrasa por el gran atasco. "Que no señora, que aunque parezca mentira, estas obras no son de Gallardón, sino de Fomento", le inquiere un individuo que se suma a la conversación. "Ya, pero es que llueve sobre mojado", responde ella.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_