"El Ayuntamiento soy yo"
Su palabra era ley en Marbella. Juan Antonio Roca, encarcelado el viernes como cerebro de la trama de corrupción descubierta en el Ayuntamiento, era un hombre seguro de sí mismo. Quizás tenía sobradas razones para sentirse así.
Un día, bien avanzada la tarde, después de acabada una reunión de trabajo, uno de los presentes se quedó a solas con él en su despacho. Observó su mesa poblada de teléfonos móviles y se tomó el tiempo suficiente para contarlos. Nueve aparatos. "Había conocido a gente que llevaba encima más de un teléfono, pero nunca me había topado con un caso semejante", recuerda ahora, meses después de aquella cita, uno de los profesionales que visitaban a Roca. Le preguntó el motivo de aquella desproporción y Roca contestó que algunos de los teléfonos estaban destinados a temas muy concretos. Respondió sin darle demasiada importancia al detalle. Unos días antes, en un momento de sinceridad, le había hecho una revelación muy rotunda y, posiblemente, muy acertada.
Sus escoltas utilizaban a la Policía Local para investigar las matrículas de los coches que le resultaban sospechosos
Pronto empezaron a ser naturales las visitas de promotores que llegaban con un maletín y salían con las manos vacías
Jamás firmaba un documento que le pudiera comprometer, ése era su secreto
Los constructores acuñaron la frase "la mitad del cheque es para Roca"
Juan Antonio Roca dirigía 120 sociedades a través de nueve teléfonos móviles a los que cambiaba regularmente el número
- El Ayuntamiento soy yo.
- Pero, ¿qué poder tienes?, le preguntó el interlocutor.
- Todo el poder. Y si algún día llega aquí otro partido, tendrá que contar conmigo porque tengo toda la información.
En ocasiones se expresaba así, como si su capacidad para la gestión rebasara los estrictos temas del urbanismo, como si no se moviera nada en la ciudad que escapara a su conocimiento.
De alguna manera, eso era verdad. Y por esa razón la policía, que seguía sus pasos desde hacía varios meses, se vio obligada a precipitar la investigación y provocar una operación en toda regla, con sus detenciones y el escándalo consiguiente, justo unos días antes del comienzo de la Semana Santa. Parecía una obra del destino: justo un año antes también tuvieron que desembocar la Operación Ballena Blanca en la antesala de ese periodo vacacional con el enfado de los empresarios de hostelería. La cuestión es que esta vez no había otro remedio. Había fundadas razones para sospechar que Roca estaba a punto de descubrir que estaba siendo ampliamente investigado.
Los tentáculos de Roca llegaban a muchos sitios y entre ellos a la misma Policía Local. Tenía informadores o gente que le informaba directamente a él. Disponía de nueve teléfonos, desde los que dirigía los destinos de 120 sociedades instrumentales, pero cambiaba regularmente de números; disponía de aparatos para hacer barridos en su despacho, para encriptar sus comunicaciones. Tenía su propia escolta, adoptada medidas de seguridad, de contravigilancia, medidas que coordinaba uno de los detenidos, Jaime Hachuel, apodado El Coronel, quien se encargaba de comprar material de seguridad en Inglaterra. En la vigilancia privada de Roca, aseguran fuentes policiales, participaba activamente la Policía Local, hasta el punto de que investigaba sobre las matrículas de vehículos que les proporcionaba el entorno de Roca, para comprobar quiénes eran sus propietarios y si entre estos pudieran estar coches utilizados por la policía o la Guardia Civil. Todo vehículo que rondara por las cercanías de Roca era investigado.
No le había resultado nada fácil a la policía seguir sus pasos e intervenir sus comunicaciones, pero le tenían pillado y él estaba a punto de descubrirlo. Una red de sociedades y testaferros estaba al servicio de su inmensa fortuna. Y había ya suficientes pruebas indiciarias como para demostrar que él era, efectivamente, quien gobernaba en Marbella. De hecho, en una de las grabaciones, manifestaba su deseo de cambiar a la actual alcaldesa, Marisol Yagüe.
El 29 de marzo acabó su mandato momentáneamente. La policía había vuelto a invadir Marbella una mañana soleada de marzo con su despliegue de efectivos. Había tomado, entre otros domicilios, las sedes del Ayuntamiento. Y desde luego, el local de Planeamiento 2000, el edificio donde se ubica el despacho de Juan Antonio Roca. Éste estaba en su domicilio en Marbella, donde a primera hora apareció la policía.
El 29 de marzo pareció llegar al final la frenética biografía de este hombre llegado hace 15 años a Marbella procedente de Murcia en compañía de Tomás Olivo, que ejercía de contratista de obras. Ambos progresaron en la ciudad. Roca trabajaba para Olivo entonces, pero sus caminos tomaron rumbos distintos, aunque no su relación personal. No se puede decir que su estancia en la ciudad costera no terminara siendo provechosa. Olivo es hoy en día propietario de centros comerciales en Andalucía, entre ellos el de La Cañada, el más importante de Marbella. Pero Roca es algo más. Bien puede decirse que Roca es Marbella.
Todavía no está muy acreditado cómo Juan Antonio Roca conoció a Jesús Gil, recién llegado al Ayuntamiento de Marbella, pero algunas fuentes coinciden en afirmar que Gil contrató a Roca para trabajar en el Club Financiero, la empresa matriz desde donde irradiaban todas sus actividades, fuera la inmobiliaria, la gestión del Atlético de Madrid o sus primeros pasos en el Ayuntamiento. Algunos testigos afirman que Gil formó a Roca durante un tiempo, e incluso que le obligó a recibir clases de inglés. Fuera como fuese, Roca se convirtió en la mano derecha del alcalde y en su flamante gerente de urbanismo, la piedra angular sobre la que se edificaba el Gobierno de este alcalde. La cuestión es que Gil creó un estilo de hacer urbanismo usando más allá de los límites legales la autonomía de las competencias municipales; estilo que, con el paso del tiempo, se propagó por los municipios españoles.
Si fue Gil o fue Roca el cerebro de este nuevo estilo hay versiones para todos los gustos, pero lo cierto, 15 años después, es que esta nueva forma de gestión significaba un descarado uso de los bienes públicos para usos privados a través de una aparente descentralización de los servicios municipales. El último informe del Tribunal de Cuentas sobre el Ayuntamiento de Marbella fechado el 27 de diciembre de 2004 detalla cómo el consistorio mantenía "una organización de entidades dependientes formada por dos organismos autónomos y 32 sociedades mercantiles". Entidades que, al fin y al cabo, "carecían de reglamentos orgánicos", tenían un "insuficiente control económico-financiero" y "no estaban controladas por el Pleno".
Una de esas sociedades terminó siendo Planeamiento 2000, la más importante, el verdadero centro del poder económico de Marbella y el epicentro del estilo Gil de hacer urbanismo. Allí se gestó, según los investigadores, la forma de hacer negocios con el suelo sin atender a ninguna disposición legal, bajo la forma jurídica de convenios privados entre el Ayuntamiento y la empresa promotora donde un parque, un bosque, un terreno protegido o una finca rústica pasaban a ser suelo urbanizable.
Allí, al frente del Urbanismo se sentó Juan Antonio Roca, un hombre educado, simpático, de trato amable con los empleados que contrastaba con la fiereza y los exabruptos de Jesús Gil. No fumaba, no bebía alcohol, tomaba zumo de tomate, según testimonio de sus empleados. Su vida conyugal apenas sufrió sobresaltos y vigilaba la educación de sus dos hijos. Roca, en ese sentido, siempre ejerció como un contraste. De hecho, gustaba de afirmar que sus orígenes ideológicos estaban en la militancia en el antiguo PSP de Tierno Galván. No sólo era el hombre a la sombra sino también la voz agradable, la expresión apropiada, el lenguaje técnico, el interlocutor que domina la situación. Aunque algunos lo pusieron en duda, él decía ser ingeniero de Minas. "Era muy inteligente", recuerda un abogado, "una persona que dominaba la técnica urbanística con un lenguaje muy cualificado. Tenía conocimientos muy profundos en materia administrativa y urbanística. Podríamos calificarlo como un personaje muy moderno de la picaresca del siglo XXI. No tenía nada que ver con Jesús Gil. Era un hombre de guante blanco, un delincuente posmoderno diría yo, un hombre generoso que mantenía el poder por la necesidad de ir a él. Irradiaba respeto a su alrededor. Los promotores le rendían un respeto impresionante".
Roca bien pronto comenzó a privatizar la gestión urbanística. Dejó de lado los servicios jurídicos del ayuntamiento y contrató sus propios abogados para estos menesteres, entre los que estaban Raquel Escobar y María Castañón. Bien pronto también su despacho empezó a ser el epicentro de las visitas de los promotores y de escenas que no escaparon a la mera observación de los empleados: hombres que llegaban al despacho con un maletín y salían con las manos vacías. Estas visitas llegaron a ser tan naturales y frecuentes que una parte del personal perdió la capacidad de asombro. "Roca actuaba como si no tuviera nada que ocultar, ni siquiera cambiada el tono de su voz ante determinadas visitas. No había secretismo", confiesa uno de los empleados.
Fue así cómo la palabra de Roca se hizo ley urbanística. Los promotores llevaban sus propuestas y negociaban las compensaciones con una casuística muy diversa. Todo tenía su precio o podía tener un precio. Estaba el maletín, naturalmente, pero también el acuerdo en especies: de una urbanización de 60 chalets, cinco o seis, por poner un ejemplo, debía tener un propietario. Allí se acuñó una frase que circuló entre los promotores: "La mitad del cheque es para Roca". La otra mitad podía ser para el ayuntamiento. Bajo la forma de convenios privados o de acuerdos de palabra se fraguaron las más pintorescas aberraciones urbanísticas. Si un suelo iba a ser urbanizable y el promotor llegaba con la intención de edificar un bloque de edificios, ¿por qué no hacer dos, de tal manera que el segundo sirviera como pago? "En otras ocasiones", comenta uno de los investigadores policiales, "la técnica era más retorcida: el cliente tenía un suelo rústico que deseaba recalificar. Llegó a Roca y este se negó rotundamente. No había posibilidad de hacerlo ni precio que pagar. Al paso del tiempo, al cliente le llegaba una oferta por su suelo rústico y terminaba por vender. Pues bien, ese suelo, con Roca ya como propietario interpuesto, se recalificaba y alcanzaba un valor extraordinario".
Roca no firmaba jamás un documento que le pudiera comprometer. Ese era su secreto. "Todo lo que decía Roca se cumplía al 99%", como confesaba el funcionario que testificó el 13 de octubre de 2005 en el Juzgado número 5 de Marbella ante el juez Miguel Ángel Torres. Nunca firmaba y siempre se reunía la tarde anterior a los plenos con los concejales afines para darles las órdenes oportunas: por eso ningún convenio llevaba su nombre. Esa declaración fue la excusa perfecta que necesitaba la policía para judicializar la investigación y comenzar la Operación Malaya. "Tenía una habilidad impresionante para no cerrar nunca un tema. Siempre quedaba algo suelto, de tal manera que siempre se hacía necesario para una próxima decisión".
Gil sí fue más imprudente, quizás porque abusaba de su populismo. En una ocasión firmó como contraprestación para el Ayuntamiento que el constructor regalara al consistorio un Rolls Royce. En el contrato se especificaban todos los detalles del coche, como el color negro y la tapicería blanca de cuero. Gil siempre estuvo más expuesto y eso fue una ventaja para Roca. Por eso, Gil tuvo que dejar el Ayuntamiento inhabilitado por la justicia y Roca pudo continuar. A partir de 2003 ya no tuvo que compartir el poder con Jesús Gil.
Tanto fue así que el sucesor de Gil en la alcaldía tuvo un mandato muy breve. Julián Muñoz quiso salirse del sistema, dicen que asesorado por la cantante Isabel Pantoja, con quien mantenía una relación sentimental. A la Pantoja se le atribuía una gran influencia y los primeros acercamientos de Julián Muñoz a la Junta de Andalucía, debido a la buena relación de la cantante con algunos altos cargos del organismo autónomo. Julián Muñoz tomó algunas decisiones parece que sugeridas desde Sevilla para modificar el modus operandi urbanístico de Marbella. Pero esa mezcla de autonomía y salsa rosa no era del agrado de Roca. Mucho menos cuando Julián Muñoz tuvo el atrevimiento de cesarle.
Elegido alcalde por una estrecha mayoría absoluta, Julián Muñoz apenas tuvo tiempo de disfrutar del cargo. Acosado también por las demandas judiciales, se topó con una moción de censura organizada por Roca que produjo un verdadero escándalo nacional. De que Roca fue el cerebro de aquella operación no le queda duda a nadie y menos a Ángeles Muñoz, la cabeza de lista por el Partido Popular. "También se acercaron a nosotros y nos convocaron a una reunión con Roca. Pero nosotros nos negamos por principio a sentarnos con ese señor".
El 31 de julio, por la noche, llegó la sentencia de Muñoz: junto a los afines a Roca se sumaban inicialmente los cinco concejales del PSOE y los tres del Partido Andalucista. La bomba fue la incorporación de Isabel García Marcos, la tenaz opositora a Jesús Gil, que cambiaba de bando ante el estupor de su propio partido. Con algunas idas y venidas a lo largo del tiempo, la corporación presidida por la alcaldesa Yagüe tenía un reparto esquizofrénico de grupos. Existía el Grupo Mixto A, el B, el C, el D, el PSOE, el PP, el Grupo Socialista (con los que dejaron el partido) y el PA. El mapa ha variado desde entonces porque algunos concejales andalucistas fueron imputados por irregularidades y actualmente sobreviven el Grupo Mixto A, el D, el PSOE, el GIL (con dos concejales), el Grupo Socialista, el PP, el PA y un concejal no adscrito.
Pero la realidad del ayuntamiento es manifiesta: 17 de los 27 ediles están imputados en causas llevadas por la justicia, algo nunca visto en la España moderna y probablemente en Europa. De ellos, 10 pertenecen al equipo de gobierno, alcaldesa incluida. Desde 1991, ocho concejales han sido condenados y hay más de 27 imputados, en los más de 30 sumarios abiertos por corrupción. Y, además de todo esto, un panorama desolador con cerca de 22.000 viviendas consideradas ilegales.
Ese era el legado público del GIL y de Roca en el Ayuntamiento de Marbella. Pero el legado privado de Roca era muy diferente. En unos meses, los inspectores de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) habían determinado la existencia de un patrimonio que superaba lo antes conocido donde a la cantidad se le unía la calidad de algunas adquisiciones y el capricho de otras. "Había colecciones antiguas que reflejaban la enormidad del dinero que manejaba este hombre", comentaba un comisario. "Porque tenía carruajes antiguos, colecciones de máquinas fotográficas, trajes de época, capillas rodeadas de tesoros que ya quisieran tener algunas iglesias".
Los registros dieron muy buen resultado en algunos casos. Por fin, se encontraron documentos de puño y letra de Roca dirigidos a los testaferros, donde se daban las instrucciones para la compra y venta de ciertos inmuebles. Ésa era la firma de Roca que no aparece en casi ningún documento oficial del Ayuntamiento.
A quienes conocieron algo a Roca no les extrañó el relato de algunos de sus bienes. "Era un hombre de cierto refinamiento, con cultura, con preocupación e interés por el arte", revelaba un arquitecto. "Le gustaba hablar de arte con los arquitectos. Dominaba con propiedad los nombres y las corrientes arquitectónicas. A veces comentaba que deseaba hacer de Marbella la ciudad más culta del Mediterráneo".
Pero lo que realmente estaba acuñando era una colección privada impresionante de objetos artísticos junto a bienes inmuebles, una colección impropia de alguien que declaraba unos ingresos netos anuales de 150.000 euros. Y pensaba seguir aumentando su fortuna: rondaba por Marbella el rumor de que Roca preparaba una candidatura para las próximas elecciones. Nadie dudaba de que ello fuera posible porque el verdadero alcalde de Marbella era él.
Situación de los imputados en la Operación Malaya
Juan Antonio Roca, de 53 años. En prisión por presuntos delitos de blanqueo de capitales, malversación, tráfico de influencias, cohecho y delito ecológico.
Marisol Yagüe, alcaldesa. En prisión por cohecho, maquinación para alterar el precio de las cosas y malversación.
Victoriano Rodríguez, concejal de Transportes. En prisión por cohecho, prevaricación, malversación, maquinación y tráfico de influencias.
Ismael Pérez Peña, empresario. En prisión por cohecho, fraude, falsedad, maquinación y tráfico de influencia.
Libertad bajo fianza: José Luis Alonso (20.000 euros) y Julio de Marco (12.000 euros); y sin fianza: Leopoldo Barrantes, secretario del Consistorio, y J. M. Saavedra.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.