La Junta de Seguridad investiga a un grupo de 200 violentos por los incidentes del Raval
Los comerciantes y las instituciones denuncian los daños y los pillajes sufridos
La Junta de Seguridad Local de Barcelona, un organismo que agrupa a todos los cuerpos de seguridad, intenta identificar a un grupo de unas 200 personas de la ciudad y del área metropolitana que bajo las indicaciones de algunos cabecillas provocan disturbios. Los responsables políticos creen que ese colectivo puede estar tras los actos vandálicos perpetrados el sábado de madrugada en el Raval tomando como excusa la convocatoria del botellón. Mientras, algunos comercios y locales del centro de Barcelona evaluan los daños y los pillajes sufridos en varios miles de euros.
Los episodios de violencia callejera registrados en Barcelona en los últimos meses llevan la misma marca: sean cuales sean la convocatoria o las circunstancias, aparecen un grupo de jóvenes -aunque algunos están en la barrera de la cuarentena- y arrasan. Ocurrió en las fiestas de Gràcia el verano pasado, se repitió el pasado diciembre tras una manifestación convocada contra la nueva ordenanza municipal y de nuevo en la noche del viernes al sábado. "El botellón era la excusa. ¿Cómo se explica que llevaran bolsas de carbón, botellas de gasolina, barras de hierro y mazos?", se preguntan responsables de la seguridad de Barcelona. No son okupas -aunque los hay-, no forman parte de un solo colectivo, se trata de una amalgama de jóvenes que parecen seguir las indicaciones de algunos cabecillas con el objetivo de provocar disturbios y agredir a la policía. Ésa es la hipótesis con la que trabajan los investigadores desde hace unos meses. A eso se refirió ayer, en cierta manera, el alcalde de Barcelona, Joan Clos: "Hay un grupo de unas 200 personas o 250 que aparecen con motivo de convocatorias. No tienen posicionamiento político y buscan la confrontación por la confrontación. Lo que quieren es es provocar disturbios y atacar a la Guardia Urbana. Lo preocupante es que no es un incidente aislado, es algo más serio". Clos defendió la actuación de la Guardia Urbana diciendo que, si hubiera sido más dura, las consecuencias habrían podido ser peores. Y eso que fueron los agentes de la policía municipal los que salieron peor parados en la batalla campal que se vivió en el Raval: resultaron heridos 23 de ellos, además de un bombero. Los lesionados entre las filas de los Mossos fueron 14.
Precisamente la actuación de ambos cuerpos siguió ayer siendo objeto de opiniones encontradas. La consejera de Interior, Montserrat Tura, señaló que el dispositivo policial preparado era "suficiente", pero anunció que será "más potente" si se producen nuevas convocatorias como la del viernes.
Robo de ordenadores
Algunos vecinos de la confluencia de las calles de Joaquín Costa y Ferlandina, donde las llamas de los contenedores casi llegaron al segundo piso de un inmueble, criticaban cierta "inacción" por parte de la policía autonómica, que fue la que intervino más cuando los disturbios se generalizaron por las calles del Raval. "¡Pero si estaban al lado cuando les pegaron fuego y no hacían nada...!", repetía una mujer. Las miradas y percepciones son distintas, y en una droguería situada a escasos 30 metros opinaban que las cosas no se habrían puesto tan mal si la policía no hubiese hecho acto de presencia. En opinión de Xavier Trias, presidente del grupo municipal de CiU, el problema que hubo falta de coordinación y que el número de policías era insuficiente.
La actividad comercial se reanudó ayer con normalidad en las calles del Raval. No obstante, la federación de comerciantes del barrio insistía en que algunos comercios no pudieron abrir ayer sus puertas como consecuencia de los desperfectos. Entre éstos se encontraba la tienda de La Sirena de la calle de Maria Aurèlia Capmany, establecimiento que fue saqueado completamente y donde varios operarios se esforzaban ayer en ponerlo todo a punto para abrir inmediatamente. El propietario y encargado del bar Almirall intentaba averiguar si la antigua puerta, que había sido restaurada recientemente, tendría salvación o no, ya que ahota está cubierta por una espesa capa de carbón. Y al lado, un cristal de la panadería estaba tapado con un gran plástico a la espera de ser cambiado.
Los efectos del vandalismo también eran espectaculares en la sede del Institut d'Estudis Catalans, en la calle de Maria Aurèlia Capmany. Para romper los cristales blindados se utilizaron mazas y alguno de los soportes de cemento de las obras de la calzada. Una vez dentro, los asaltantes se llevaron lo que pudieron. Algunos, libros; otros optaron por quemarlos. "De aquí se llevaron un ordenador, pero se ve que no pudieron con la impresora. También subieron por las escaleras hacia el segundo piso", explicaba el personal de las oficinas. Los destrozos dejaron inutilizable la sala de reuniones y un despacho, de manera que los muebles fueron amontonados a un lado mientras se retiraban los restos de las pesadas lunas de la sede de la institución.
Comerciantes del Raval realizaban ayer un cómputo de los daños, calculados en varios cientos de miles de euros. "Nosotros ofreceremos a todos los perjudicados actuar de forma conjunta", señalaba Núria Paricio, gerente de la fundación Tot Raval.
Por otra parte, uno de los 56 detenidos el sábado de madrugada por los incidentes denunció ayer en la televisión pública catalana que la Guardia Urbana le detuvo por error, le maltrató y le abofeteó.
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