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Crítica:IV CENTENARIO DEL QUIJOTE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Y ahora, las novelas ejemplares

El centenario del Quijote de 1905 vinculó la novela de Cervantes a toda clase de disquisiciones sobre el ser nacional, efecto, sin duda, de la larga sombra de 1998. Sin Desastres a la vista (aunque algún que otro obispo pensará que sí los hay...

), la nueva celebración ha tenido un fruto más modesto pero más útil: ya no debe de haber domicilio que no tenga una edición fiable de la novela, requisito básico para quizá leerla un día. Sea enhorabuena, porque eso lo ha logrado un centenario rodeado de escépticos, entre lúdico y filológico, entusiasta e ingenuo muchas veces, repetitivo y banal alguna que otra: no es mal balance, sin embargo, haber conseguido lo dicho y haber evitado la repetición de una empalagosa liturgia patriótica.

Y para rematar unos años de intenso cervantismo filológico, no está de más que nos ocupemos también de otros libros del escritor. Al pelo viene, en tal sentido, una reciente y estupenda edición de las Novelas ejemplares de 1613, avalada por la fecunda colaboración del Círculo de Lectores y el Centro para la Edición de los Clásicos Españoles (con sede en la RAE), y que cuenta con una presentación de Francisco Rico, un ensayo preliminar de Javier Blasco y el estudio, edición y anotación de Jorge García López (que, en el año 2001, ya hizo para la serie de clásicos de editorial Crítica una solventísima edición, base de la actual). Nada más cabe pedir en orden a primores tipográficos, ingenio didáctico e información exhaustiva. Y es que, por donde pasa la caballería profesional comandada por Rico, tarda en volver a crecer nueva hierba filológica.

Los tres responsables de

esta edición han coincidido en su modo de abordar la interpretación de las Novelas ejemplares y su permanente destino de obra menor, en la que todos dicen preferir el lado realista (Rinconete, La gitanilla, el Coloquio...) sobre el lado idealizante. Y sin embargo, nada más difícil que trazar esa índole de fronteras, que hace poco nos han llevado a reputar de realista la charla de los perros de Maúdes (que Eduardo Arroyo ha dibujado en el estuche de la edición), o la vida libre y la retórica charla de unos gitanos más falsos que Judas. Francisco Rico nos recuerda que quien disfruta con una comedia de Billy Wilder también puede hacerlo con los filmes neorrealistas de Rossellini y trae a cuento, muy oportunamente, que el propio Quijote nació seguramente como una más de estas novelas cortas. De las que, por cierto, su Primera Parte encierra un par, El curioso impertinente y la novela del cautivo. Javier Blasco (que acaba de ofrecer un certero epítome biográfico de nuestro escritor, Miguel de Cervantes Saavedra, regocijo de las Musas, impreso por cuenta de la Universidad de Valladolid) conjetura aquí, en un estudio muy perspicaz y convincente, que el camino de Cervantes no iba desde la ficción eutrapélica de las Ejemplares hacia la complejidad del Quijote, sino quizá al revés, ya que nunca debemos entender la función de la novela en el siglo XVII con los parámetros propios del siglo XX. Las Ejemplares merecen ese adjetivo que ostentan porque "ponen en pie un discurso desde el que se quiere intervenir en un debate mediante el desarrollo argumentativo de una questio". Lo que vale decir que en ellas se habla de vida y de literatura, pero en función de una calculada práctica retórica y moral (por ese orden) a la que, en definitiva, se refiere la discutida ejemplaridad. No ha venido el adjetivo de una beatería hipócrita por parte de Cervantes y tampoco nos habla de su sumisión a las pautas postridentinas, que alberga tantos matices. Pero no hay que olvidar tampoco, como subraya el texto de Blasco, de que el estupendo "Prólogo" de Cervantes a sus relatos los califica de "mesa de trucos, donde cada uno pueda llegar a entretenerse sin daño de barras". Lo que es una paladina propuesta, sigue diciendo Blasco, de un verdadero "pacto de lectura" con sus destinatarios: un pacto con sus reglas de juego. Y donde, en el filo mismo que separaba la racionalidad humanista y los angustiados ergotismos barrocos, "frente a las cosas son de la literatura precedente, Cervantes pone en pie la literatura de las cosas parecen".

Para saber qué es una "mede trucos" (una suerte de billar) y que significa causar "daño de barras" (perjuicio de un tercero: es un lance del juego de la argolla) hay que tener a mano el trabajo de Jorge García López, responsable de un sistemático y largo estudio preliminar y todo lo concerniente a la edición del texto. El primero no es trabajo menudo, sino largo y cauto, porque la bibliografía sobre el libro de 1913 empieza a ser inmensa. Señalemos tres hitos capitales: la armoniosa interpretación global de su barroquismo cristiano, a cargo de Joaquín Casalduero (1943); la meticulosa dilucidación del género de las novelas, por parte de Agustín González de Amezúa (1958-1961), y la defensa de las Ejemplares como romances, hecha por Ruth El Saffar (1974). Esos tres títulos y un montón más los ha tenido presentes García López, que va convirtiendo su escrutinio bibliográfico en una sólida interpretación nueva y suya; véanse, si no, los luminosos apartados acerca de la "ejemplaridad" de las Ejemplares y el titulado "Procedimientos narrativos", donde identifica en las páginas de nuestros relatos un carrusel de ecos de lo pastoril, de lo picaresco, de lo lírico, lo dialogal y hasta la tentadora cercanía del género comedia. Uno y otro son un estimulante aperitivo para leer de otro modo las novelas.

Quien haya manejado las

ediciones del Quijote del Instituto Cervantes y del Centro para la Edición de los Clásicos, tan parecidas, reconocerá en este nuevo trabajo las marcas de la casa. Se han vuelto a usar los útiles referentes del asunto en el margen superior de las páginas, nos hallamos con dos series de notas, cada relato va seguido de una guía de lectura realizada a partir de las aportaciones de sus más relevantes estudiosos y, al final del volumen, se nos proporciona un completo aparato crítico, una bibliografía general y un índice de las notas.

Todo esto es utilísimo pero el lector iniciado tiene otro motivo de agradecimiento: la presente edición nos ofrece además las dos versiones de Rinconete y Cortadillo y El celoso extremeño, tal como figuraron en el códice manuscrito de Porras de la Cámara, y el texto de La tía fingida, que se halla también ahí y que, por fin, tras años de desdén, se ahíja a Cervantes para vindicación póstuma de sus defensores de principios de siglo, Julián Apráiz y Adolfo Bonilla. Porque La tía fingida, aunque muy poco edificante, es una novela ejemplar de Cervantes y tan buena como las otras doce. Pero ahora ya sabemos que ejemplar no es lo mismo que piadosa y, por supuesto, que aburrida.

Miguel de Cervantes. Novelas ejemplares. Edición de Jorge García López. Estudio preliminar de Javier Blasco. Presentación de Francisco Rico. Galaxia Gutenberg-Centro para la Edición de los Clásicos Españoles. Barcelona, 2005. CXVIII + 1.170 páginas. (ISBN 84-672-1501-1). 30,77 euros.

Fotograma de 'La Gitanilla' (1940), de Fernando Delgado, del libro 'Cervantes en imágenes'
Fotograma de 'La Gitanilla' (1940), de Fernando Delgado, del libro 'Cervantes en imágenes'(Festival de Cine de Alcalá de Henares / Comunidad de Madrid).

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