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Columna
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Identidad

Hay gentes que creen que no tienen problemas de identidad, pero los tienen. Es una de las paradojas del mundo actual. Los más firmes y convencidos a veces leen peor la realidad. El sociólogo Zygmunt Bauman cuenta, al inicio de un muy interesante libro que acaba de publicar la Universitat de València, cómo se planteó la duda de cuál había de ser el himno "nacional" que sonara en la Universidad Carlos de Praga durante su investidura honoris causa. Bauman, nacido en Polonia en 1925 en el seno de una familia judía, huyó a la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial y combatió a los nazis con el Ejército Rojo. Convertido después en la figura más prominente de la escuela de sociología de Varsovia, su apoyo a los movimientos reformistas llevó en 1968 a que el régimen comunista le prohibiera dar clases y acabó exiliado en el Reino Unido, donde se nacionalizó y todavía enseña en la Universidad de Leeds. Bauman escogió al final el himno europeo para su investidura en una decisión que él mismo califica como "inclusiva y excluyente al mismo tiempo", ya que abarcaba los dos puntos de referencia alternativos de su identidad pero cancelaba las diferencias entre ellos. "La fragilidad y el carácter siempre provisional de la identidad ya no se pueden esconder", asegura el sociólogo en este libro de conversaciones con Benedetto Vecchi publicado ahora en catalán bajo el título genérico de Identitat. La fragilidad y la provisionalidad que marcan las identidades cuando pasamos de la fase "sólida" al periodo de la "modernidad líquida", como la ha denominado Bauman, alcanzan también a las identidades "nacionales", porque la globalización hace que el Estado ya no tenga "la fuerza o las ganas de mantener sólido como una roca e inexpugnable su matrimonio con la nación". Todo ello convierte el nuestro en un mundo de incertidumbres y de conflictos, donde las enfáticas y a menudo ruidosas reclamaciones de integridad, en el ámbito de la moral, de las relaciones individuales o de la política, apenas esconden el pánico ante la abundancia de imágenes cambiantes que el rompecabezas "defectuoso" de la vida, en su acelerada combinación, proyecta sobre los afectos, la familia, el trabajo, la religión, el sexo, la patria y la sociedad.

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