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La herencia y solidaridad internacional de un jesuita

El presidente de la Fundación José María de Llanos, Laurentino de Miguel, afirma que uno de los logros del jesuita Llanos fue su habilidad para instar la solidaridad entre sus alumnos. "Tenía una visión internacionalista, y muchos jóvenes se sensibilizaron del sufrimiento de los demás, gracias a él", recuerda. También hubo una transformación del religioso: "Vino del barrio de Salamanca con una actitud paternalista sobre cómo ayudar a los pobres, pero después de vivir con ellos comprendió mejor sus problemas y atacó a la raíz, en vez de sólo repartir limosna".

Para conmemorar el 50º aniversario del padre Llanos, el sábado pasado el barrio celebró su fiesta anual en lugar del tradicional 1º de mayo. Ningún residente del barrio falleció en el ataque terrorista del 11-M, pero una de las bombas explotó en la estación de cercanías de El Pozo -paradójicamente una de las viejas reclamaciones vecinales-, y los vecinos no han olvidado ese día. Los organizadores invitaron a representantes de las embajadas de Marruecos, Ecuador, Colombia, República Dominicana, Perú y Rumanía; en homenaje a las comunidades inmigrantes que tuvieron el mayor número de muertos y heridos en el atentado.

Hasta noviembre, habrá conciertos, una exposición fotográfica, una jornada gastronómica y una mesa redonda sobre la figura de Llanos. Y se ultiman dos nuevos libros sobre él: 50 años de presencia de la Compañía de Jesús en el Pozo del Tío Raimundo y Confidencias y confesiones. El 29 de septiembre está previsto que la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, entregue los premios a los valores educativos y los derechos humanos.

El premio de educación es quizá el acontecimiento que más hubiera gustado a Llanos. El candidato favorito para el premio es un cura que trabaja en "uno de los muchos Pozos que quedan en el mundo", según Laurentino. Roberto Guevara es fundador de un programa educativo y de salud para niños en una de las barriadas más pobres de la Ciudad de México: Ciudad Nezahualcóyotl. En algunas de sus calles el barro aún llega hasta las rodillas.

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