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Una exposición reúne 44 obras de maestros rusos como Repin, o Kandinsky

El impresionismo ruso seduce en Pamplona con los fondos del Museo de San Petersburgo

De Serov a Malévich, la exposición sobre pintura impresionista rusa que exhibe la galería Castillo de Maya de Pamplona acerca al espectador la realidad de una forma de pintar que forjó en el gigante del Este una corriente propia en la pintura de las sensaciones a la que no se sustrajeron artistas como Kandinsky, Korovin o Repin.

Vladimir Lenyashim, vicepresidente de la Academia de las Artes de Rusia, encuentra un "principio místico" en el impresionismo ruso, un impresionismo "más triste y elegíaco" sometido por la fuerza de la naturaleza. El óleo Otoño (1883), de la pintora María Konstantínovna Bashkirtseff, introduce al espectador en un abigarrado laberinto impresionista con 44 obras de 25 artistas procedentes de los fondos del Museo Estatal de San Petersburgo, en el que le esperan sorpresas de la talla de Kandinsky o Malévich. De este último, la muestra despliega una representativa muestra de sus trabajos impresionistas como Paisaje con casa amarilla (1906), Boceto de pintura al fresco (1907), La Florista (1903) y Manzanos en flor (1930), un óleo tardío justificado por el artista ruso en su necesidad de regresar sobre una etapa de su juventud hurtada por las obligadas tendencias artísticas que impuso la antigua Unión Soviética.

Los óleos Río en verano y Otoño, pintados a comienzos de 1900 por Vasili Vasilievich Kandinsky (1866-1944), representan como ningún otro la transición artística que toda una generación de creadores rusos vivió a caballo entre el XIX y el XX dejando atrás la fuerte tradición realista y derivando décadas más tarde hacia un arte de vanguardia y abstracción en el que creadores como él o Malévich obtuvieron la consagración internacional.

La comisaria de la exposición organizada por Caja Navarra, Natalia Novosilzov, asegura que el tránsito internacional de los creadores rusos permitirá al espectador occidental comprobar que el impresionismo, deudor de sus indudables orígenes franceses, fue sin embargo un fenómeno artístico de ámbito europeo. La colección, abierta al público hasta el 23 de octubre, incluye óleos de artistas como Arjípov, Burliuk, Goncharova, Grabar, Dubovskoy, Kandinsky, Korovin, Krímov, Larionov, Makovski, Leonid Pasternak (padre del escritor), Repin, Serov, Stepánov, Feshin, Yuón, Pojitónov, Yavlensky y Yaroshenko.

"Rusia tiene una luz especial y la luz lo es todo en el impresionismo", señala Lenyashim. "La tradición del realismo eclipsó esa corriente durante un tiempo, pero lo inevitable no se puede frenar". En una traslación poética del periodo abarcado por la muestra, que después de Pamplona se montará en Galicia y Cerdeña, sus impulsores subrayan que se podría hablar de "la impresión del amor, el amor y el recuerdo del amor". Artistas que se desprenden del corsé de la lógica y revelan su alma con libertad. "Hay mucho paisaje porque hay luz en él y porque en el impresionismo ruso la conversación con Dios se realiza a través del paisaje", dice Lenyashim.

Una de las virtudes del conjunto de obras expuestas en Pamplona es la de plasmar un momento de obligada transición impresionista en el desarrollo artístico de un conjunto de autores que evolucionaron hacia muchos discursos plásticos. El simbolismo de Borísov-Musátov, el ultravanguardismo de Burliuk, el neoclasicismo de Krímov, el vanguardismo de Laríonov o el expresionismo de Yavlensky se retratan aquí en aquel instante en el que coincidían con las obras maestras del impresionismo ruso de Serov.

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