"No siempre sabemos interpretar lo que hay detrás de una expresión del rostro"
John Baldessari (National City, California, 1931) empezó su carrera por el final. En 1970 quemó todas las pinturas que había realizado desde 1953 hasta 1966. Fue el inicio de una prolífica carrera en la que ha mantenido una mirada crítica a la cultura popular. En los años setenta empezó a usar fotografías extraídas de la publicidad o de revistas de cine, componiendo secuencias que proponían diversas lecturas. En los ochenta siguió apropiándose de imágenes de los medios escritos, elaborando composiciones en las que prescindió de todo texto y en las que optó por tachar los rostros de los personajes con manchas de colores básicos, a los que adjudicaba significados concretos. El rojo era señal de peligro. El amarillo, de locura. El artista californiano sigue interesado por las teorías de los colores y su última gran exposición, el año pasado en el Guggenheim de Berlín, giraba en torno al color naranja.
"En mis cuadros intento que las imágenes y las palabras tengan el mismo peso"
Las obras que presenta ahora en la galería Pepe Cobo, de Madrid, son algunos de sus últimos trabajos. Baldessari, un zurdo que escribe en vertical, un gigante afable y algo desmañado, es también un veterano profesor universitario que disfruta explicando con calma e interés las ideas que sustentan sus cuadros.
PREGUNTA. ¿Quiénes son los actores que presenta en estas obras? No logro reconocerlos, pero los rostros me resultan familiares.
RESPUESTA. "Familiar" es una buena palabra. Ésa fue mi estrategia. Quise trabajar con las expresiones faciales de las emociones y para ello quise utilizar una imaginería apropiada que surgiera de distintas fuentes. Lo intenté con fotos de periódicos o revistas, pero al final me decidí por fotos fijas de películas comerciales. Porque eso es lo que hacen los actores: fingir emociones. No quiero saber quiénes son los actores y actrices, pero intento que resulten familiares al espectador. Que traigan a la memoria los recuerdos de muchas películas sin saber realmente cuáles son. Es sólo eso.
P. ¿Y el título de la muestra? Prima Facie (a primera vista) sugiere acudir a la primera idea que venga a la cabeza.
R. Le llamo Prima Facie (a primera vista) porque me interesa establecer que no siempre sabemos interpretar lo que hay detrás de una expresión del rostro. Puede que parezca enfadado y sea todo lo contrario. Que parezca contento y esté nervioso. Lo otro que he intentado en estos trabajos, todos ellos dípticos, es que la imagen y la palabra tengan el mismo peso. No otorgo mayor valor a una o a la otra. Y es que además siento que la imagen sin la palabra resulta incompleta y viceversa. Supongo que es porque, en parte, soy un escritor frustrado. Pero tampoco suelo dejar una sola opción y las asociaciones que propongo abren muchas opciones interpretativas. No soy dogmático. Me gusta que el espectador pueda elegir.
P. Se sitúa en algún lugar intermedio.
R. Yo siempre sitúo mi trabajo en estas situaciones híbridas. Tienes imagen y texto, pero también fotografía y pintura. En estos cuadros hay otra paradoja, la parte escrita va pintada sobre lienzo y el rostro, que esperarías que estuviera pintado, es una impresión fotográfica. Es muy duchampiano.
P. Es como un juego psicológico. Usted elige un retrato al azar y los demás pueden ir calificando lo que éste expresa.
R. Ésta es la tercera exposición que hago con este tipo de desarrollo. En la primera ponía una sola palabra junto a la foto. Por ejemplo, furioso. Y luego preguntaba a otras personas si les parecía que era ésa la emoción que mostraba. Solía haber bastante consenso. Después empecé a usar series de palabras. Y en estas últimas obras propongo lecturas a veces contradictorias. Esta mujer parece traicionera, pero a la vez tiene un aire inocente. Aquel hombre puede ser un visionario, pero también diabólico.
P. Hay una pieza que agrupa seis rostros con sus descripciones emocionales.
R. En esa obra hago coincidir un color con cada estado emocional, pero a la vez sigo una lista de los colores de moda para la temporada 2005.
P. ¿De dónde saca esa lista?
R. He buscado información. Los diseñadores de marketing de las empresas suelen reunirse en congresos para decidir esas cosas. De manera que de pronto encuentras que hay neveras del mismo color que tu coche o que tu nuevo abrigo.
P. Usted siempre se ha interesado por la teoría de los colores.
R. Sí, es muy interesante. Por ejemplo, al parecer el ojo humano puede percibir más de cien tonos de rojo. He ido también a las fábricas de pintura porque me parece fascinante la forma en que ponen los nombres a los colores. A los pintores, que estamos acostumbrados a llamar los colores por su nombre comercial, nos intriga saberlo. He comprado algunos sólo por el nombre que les han dado. Luego ves que de pronto todo el mundo empieza a usar determinados tonos que se repiten a nuestro alrededor, en los electrodomésticos, en la ropa, en casi todo. ¿Ha escuchado lo último en Estados Unidos? El marrón es el nuevo negro. Quiere decir que si antes se usaba el negro como color de moda en la ropa y otras cosas, ahora se está pasando al marrón.
P. ¿Se ha apropiado la publicidad de este doble lenguaje que asocia lo visual y lo verbal, lo pop y lo conceptual? ¿O es el arte el que sigue alimentándose de la publicidad?
R. Sin duda. La publicidad lo ha tomado del arte y el arte también de la publicidad, o del diseño gráfico. Warhol, sin ir más lejos. Él parte del mundo de la publicidad y termina volviendo hacia él. Todavía estamos en eso. Yo mismo he diseñado portadas de discos y pósters para grupos como New Order. Me gusta llegar a un público que no sea sólo el habitual del mundo del arte.
P. Volviendo a los retratos que usa en estas obras. ¿Va usted mucho al cine?
R. No, muy poco.
P. Usted ha vivido casi toda su vida en California. ¿Tiene alguna relación con la industria del cine de Hollywood?
R. Hay muy pocos contactos entre el mundo del arte y los actores. Quizá lo haya más con los directores o escenógrafos. Antes hablábamos de la publicidad y del arte. Hace algún tiempo tuvimos como invitado en la Universidad de San Diego a un director de cine independiente de la generación del 68, Stanley Brakhage. En su conferencia dijo, entre otras cosas, algo que me llamó la atención: que los únicos que alquilaban las viejas películas experimentales de esa época eran, en general, publicistas. Doug Aitken, que es vecino mío, empezó haciendo vídeos musicales para promoción y ahora es uno de los artistas de vídeo más considerados internacionalmente.
P. ¿No ha tenido problemas con el copyright por la utilización de fotos? Con las demandas que hay ahora no hubieran sido posibles los collages de las vanguardias del siglo pasado.
R. No, hasta ahora no los he tenido. Son imágenes comerciales desechadas, de esas que ponen en vitrinas a la entrada del cine. Una vez usé una de Dani de Vito, su agente la vio y me advirtió de que quizá a él no le gustara, pero después no dijo nada.
P. Los retratos que ha elegido tienen gestos muy marcados, aunque ambiguos.
R. Uno de los artistas que más admiro es Goya y cada vez que vengo a Madrid voy al Prado a ver sus pinturas negras. Sus personajes tienen gestos muy acentuados. Es muy expresionista. Goya en un Doppel gänger para mí, siempre me he sentido muy cerca de su mundo. Me intriga y me fascina.
Prima Facie (Third State) se exhibe en la galería Pepe Cobo (Fortuny, 39) de Madrid. Hasta el 10 de noviembre.
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