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Ciencia recreativa | GENTE
Columna
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Terminator puede esperar

Javier Sampedro

Si el mejor argumento contra la existencia de civilizaciones extraterrestres es que, si existieran, ya estarían aquí, el mejor argumento contra la posibilidad de viajar al pasado es que, si llegara a ser posible, Terminator, Hari Seldon, los herederos de Leonardo Dantés y otros habitantes del futuro ya habrían llegado al presente para exterminarnos, martirizarnos o cualquier cosa similar. ¿Debemos concluir que el viaje al pasado es una imposibilidad física? No. El argumento tiene un fallo gordo, como verán.

Viajar al futuro es fácil. La teoría de la relatividad, descubierta por Einstein hace 100 años, implica que el tiempo se ralentiza cuando uno viaja muy deprisa. Si yo me subo ahora mismo a mi cohete ultraligero y me doy un garbeo hasta la estrella polar, cuando vuelva a la Tierra habrá pasado un año para mí y 200 años para ustedes. O sea, que yo he viajado al siglo XXIII. Ahora me basta colarme en un cibercafé para enterarme del secreto de la longevidad, que sin duda ya habrá sido descubierto. Pero, cuando me dispongo a volver a agosto de 2005 para vender un millón de ejemplares de mi pelotazo editorial Cómo vivir 200 años, me doy cuenta de que no tengo billete de vuelta. Mi cohete ultraligero sabe viajar al futuro, pero no al pasado. Atroz planchazo. Adiós pelotazo.

Estoy en el siglo XXIII, ¿no? Seguro que han descubierto ya cómo viajar al pasado. Si no, es que es para suspenderlos

Pero, un momento, estoy en el siglo XXIII, ¿no? Seguro que los tipos han descubierto ya cómo viajar al pasado, porque si no es que es para suspenderlos a todos para septiembre, vamos. ¿Cómo no se me había ocurrido antes (200 años antes, para ser exactos)? Total, que me doy un paseo por la calle de Preciados -que ya no es peatonal, hay que fastidiarse- y en seguida veo un cartel: AMOS ORI. Viajes al pasado. Especialidad en centenarios.

-Buenas, quería un viaje al pasado -digo yo.

-Perfecto -dice Ori-. Tengo este paquete muy económico a 2153, segundo centenario de la doble hélice del ADN. Tres días sin desayuno, 299 eurasios.

-No está mal, pero ¿no tiene algo más... arcaico?

-Ah, ya veo que es usted un vivales -dice Ori con cara de frotarse las manos-. Pues está de suerte, amigo. No se ve una oferta como ésta todos los días. Una semana en 2105, segundo centenario de la relatividad, 999 eurasios todo incluido.

-Pues es que...

-969 eurasios y no se hable más -rebaja Ori.

-Si no es eso, hombre -digo yo-, si es que yo quería viajar al cuarto centenario del Quijote.

-¿A 2005? -dice Ori sin poder contener una carcajada-. ¡Ésa sí que es buena! Realmente gracioso.

-Pues no sé lo que le hace tanta gracia, la verdad.

-Pero ¿es que no lo sabe usted, alma de cántaro? La máquina del tiempo se inventó en 2092, sexto centenario del Redescubrimiento de América, hombre de Dios. No se puede viajar más atrás, ni por todos los eurasios del mundo.

Así es la dura realidad, amigos. El físico teórico Amos Ori, del Technion de Haifa, ha ideado este verano una máquina para viajar al pasado (Physical Review Letters, 95, 021101). Se basa en las teorías de Einstein y tiene la forma de un donut. El agujero del donut contiene el pasado, pero sólo hasta el momento en que se construyó la máquina. Las fechas anteriores a la invención de la primera máquina de Ori serán siempre inaccesibles, y el argumento contra la posibilidad de los viajes al pasado es, por lo tanto, erróneo. Seguro que Terminator, Hari Seldon y los herederos de Dantés están esperando a la entrada del túnel del tiempo para venir a martirizarnos, pero ese túnel no tiene todavía salida. Os toca esperar, muchachos. Ah, y díganle a Ori que no hay ninguna prisa con la máquina, ¿eh?

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