Miseria y modernidad
09 La violencia ha disminuido en los últimos tres años. La antropóloga Teresa Caldeira lo atribuye a tres razones: el trabajo intenso de las ONG en algunos barrios más complicados; la renovación técnica y de personal de la policía que la ha hecho más eficiente a pesar de que sigue siendo desaforadamente violenta; y, sobre todo, la política de entrega de armas. El Gobierno incentiva con dinero a quien entrega un arma, sin tenerle en cuenta si la posesión era legal o ilegal. Desde enero se han confiscado en torno a las 150.000. En octubre, un referéndum decidirá la prohibición de armas en todo Brasil. Las encuestas dan una clara victoria al sí.
10 El color lo he encontrado en la periferia. En la favela Heliópolis, la más importante de São Paulo, con más de 100.000 habitantes, en dos calles, las casas han sido pintadas de colores. Y en vistas del éxito la operación continuará. El arquitecto Ruy Othaque ha dirigido la operación junto con la comunidad de vecinos. Un proceso participativo en que cada cual ha tenido opción a decidir los colores de su casa, dentro de la armonía del conjunto. El poder del narcotráfico es menor en las favelas paulistas que en las de Río. En São Paulo viven en favelas en torno a 1.300.000 personas, según cifras del Centro de Estudios de la Metrópoli. La tipología de la habitación es compleja. Se llaman favelas a las zonas de ocupación, donde la gente llega y se instala y autoconstruye sin título de propiedad alguna. Una cifra parecida vive en barrios de casas autoconstruidas en terrenos comprados, aunque a menudo las ventas se hacen de modo irregular y con títulos de propiedad difíciles de demostrar. La otra escenografía habitacional de la pobreza, la más penosa, la que da las peores condiciones de vida, la constituyen los cortiços, o casas comunitarias, donde la gente tiene un simple cuarto como estancia y comparte baño y cocina con otros habitantes. En todas partes se habla de exclusión social, pero en Brasil se habla también de exclusión territorial: hay ba- rrios enteros en fuera de juego.
11 Tanto en el barrio periférico de San Miguel (casas autoconstruidas sobre terrenos comprados) como en la favela de Heliópolis, sorprende la visualización de la desigualdad. Empiezan todos igual: con una autoconstrucción en ladrillo o en cartones, maderas y otros materiales reciclados de una sola pieza con un baño, generalmente emplazada al fondo del pequeño solar, y al cabo de los años unos todavía siguen igual y otros ya han construido tres pisos -y sobre todo un garaje para el coche- sobre la primera barraca. Es la medida del éxito. Muy pocos se van del barrio, porque es caro y complicado. Simplemente crecen en volumen y ornamentación. Como dice el antropólogo Jim Holson, te das cuenta de que para ellos la estética es una necesidad. Es decir, que lo aparentemente gratuito puede acabar siendo necesario. Se aprecia un gran esfuerzo en diferenciar externamente la casa propia de las demás. Pero hay también todo un ritual estético en los interiores: las favelas, las casas autoconstruidas están llenas de objetos, como si hubiera un umbral mínimo de pertenencias prescindibles que significara la salida de la marginalidad. En Heliópolis, una choza hecha de maderas y chatarra se aguanta milagrosamente sobre el canal de desagüe de las cloacas. Es un grado cercano a la miseria absoluta. Con el chorro permanente de la mierda de los demás a la vista y al olfato. Me asomo a la puerta: un camastro, unos fardos, unas fotos de niños y un pequeño objeto de cerámica. También aquí llega lo simbólico como necesidad. Y la televisión por supuesto: un paisaje de antenas de reciclaje. Hay estudios sobre la telenovela como factor de modernización y de incitación al consumo. Porque hay consumismo de los pobres. Empezando por la seguridad como obsesión: rejas y tapias en todas las casas, aún las más miserables. La seguridad se ha convertido en un bien de primera necesidad. En esto los pobres emulan a los ricos, sólo que evidentemente con tecnología mucho más elemental. En los barrios más caros, por la noche unos focos deslumbran al viandante que pasa ante las casas.
12 En San Miguel paso por delante de una iglesia evangelista. Aquí la guerra de las religiones para conseguir el corazón y el dinero de los pobres es impresionante. Los evangelistas y otras familias protestantes, que con dinero de Estados Unidos han conseguido penetrar en muchos barrios, compiten con la iglesia católica en una disputa por el mercado entre cristianos, en un país de tradición muy sincretista, en que la gente a menudo se apunta a unos o a otros según conveniencia. Además abundan las religiones fast-food, que ofrecen servicios a los ciudadanos y auxilio ante sus privaciones y desgracias sin exigirles práctica religiosa alguna. Sólo les cobran dinero. La más famosa de ellas, la Iglesia Universal del Reino de Dios, tiene incluso dos cadenas de televisión. Es el penoso negocio de la fe a costa de la miseria.
13 En la periferia, el pro-ceso iniciático de la masculinidad de los varones pasa por el fútbol y los cometas. Los cables de electricidad están llenos de restos de cometas que acabaron su vuelo allí. Las batallas que con las pipas se hacen son muy cruentas. Se trata de provocar la pérdida del cometa del adversario. Romperle el hilo. Y para ello utilizan pequeños trozos de cristal que manejan con la cometa. São Paulo confirma que los dos anticonceptivos más eficaces son la ciudad y la televisión. Hoy es casi imposible ver una pareja joven con tres hijos. De modo que la pirámide de población tiene una enorme barriga en la zona de edad de los 20-30 años. Los hijos de los que ahora pasan la cincuentena. La ciudad apenas crece. El centro está en retroceso demográfico, la periferia sigue a un ritmo de crecimiento alto, 6,5% anual. El crecimiento de las periferias, donde los recién llegados todavía no han adquirido los hábitos urbanos, compensa las pérdidas de población del resto, pero configura a la larga un cambio social de fondo. Caída de natalidad y aumento, hasta la casi universalidad, de la escolarización: São Paulo es una ciudad perfectamente moderna. La calidad de la enseñanza pública, sin embargo, es pésima. Y es opinión extendida que éste es un déficit determinante que hay que apuntar a una dejadez voluntaria por parte de las élites. La ciudad es grande pero las élites son pequeñas: todos se conocen.
14 San Vito es un edificio de una treintena de pisos en el centro de São Paulo, que durante algunos años estuvo ocupado. La asociación Arte y Ciudad propuso al arquitecto holandés Reem Koolhaas una intervención artística en el edificio. Koolhaas vio que no había ascensores. Que los habitantes furtivos tenían que trepar una y otra vez por las escaleras para alcanzar sus pisos. Y propuso construir uno transparente en el exterior: pensó que la vida en el edificio no sólo se haría algo más cómoda sino también más abierta y convivencial. La empresa Schindler estaba dispuesta a pagar el ascensor, pero la operación se frustró por un hecho inesperado: los traficantes de droga que se habían camuflado entre los ocupantes se opusieron al ascensor. Temían que les hiciera vulnerables. Los demás habitantes se asustaron. No hubo ascensor. Después los moradores fueron expulsados. El edificio sigue en deterioro manifiesto.
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