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Reportaje:ESCAPADAS | Las Pedroñeras

No recomendado para vampiros

Una visita a la 'capital del ajo', cuya variedad morada ha dado fama mundial a este pueblo del suroeste de Cuenca

Hace 60 años, un niño de nueve llamado Rafael Ramírez Areque agarró la bicicleta de su abuelo y se puso a vender ajos; en aquella BH jurásica, de barra tan alta que le obligaba a pedalear en brutal escorzo, solía acercarse por la mañana a Quintanar de la Orden, que dista 35 kilómetros de Las Pedroñeras, y regresar por la tarde cargado con 150 kilos de patatas.

Nuestro ciclista manchego no terminó reventado, ni contrahecho; tampoco acabó, como hubiera sido lo más lógico, aborreciendo el Allium sativum cual vampiro transilvano, sino que siguió, y todavía sigue, en el ajo. En su tienda de la avenida de Juan Carlos I, Rafael continúa vendiendo ajos -las 600 toneladas largas que cultivan él y sus hijos-, presentados de las más variadas formas: bolsas, mazacotes, ristras dobles y sencillas, lámparas e, incluso, escudos de pueblos y clubes balompédicos.

Lo que no se vende es la ristra de 70 metros, 100 kilos y cinco horas de trabajo con que este vecino ejemplar de Las Pedroñeras, suministrador del Vaticano y de Karlos Arguiñano, entró en 1998 en el 'Guinness' de los récords. Otro récord del que presumen en este pueblo es el de tener el menor porcentaje de úlceras y cánceres gástricos de España, como ha demostrado un estudio del departamento de Gastroenterología del hospital Ramón y Cajal de Madrid.

Si a las virtudes del ajo morado, que es el de chipén y el que aquí se produce, añadimos las mil que se atribuyen al ajo en general (diurético, expectorante, estimulante, antiséptico, antiinflamatorio, anticoagulante, vasodilatador, germicida...), nos explicaremos muchas cosas, empezando por las proezas ciclísticas y enristradoras de Rafael. Nos explicaremos, también, lo tiesa y vivaracha que está Marcelina López Hergueta a sus 83 veranos.

En el granero de su casa -calle de San José, 56-, Marcelina atesora, ordena, limpia y enseña infatigable más de 400 utensilios -arados, cabezadas, capachas, zoquetas, orzas, lebrillos, albardas, celemines...-, recuerdos de una comarca labriega que, de no ser por ella, se perderían entre la indiferencia de los jóvenes bakalas y el desarraigo de los únicos que hoy trabajan con sus manos en los ajares: magrebíes y eslavos.

Además del museo del Labrador, Marcelina nos muestra su oratorio, una habitación abarrotada de santos que haría las delicias de El Greco y de Almodóvar. Nos presenta el Belén monumental que ha construido en el patio, al pie de la higuera, con ríos, cascadas y grutas iluminadas.

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Y, a modo de despedida, nos lee varias páginas de su libro Mi poesía: aromas de La Mancha, unos poemillas sentidos a la par que informativos, en los que aparecen la reina Sofía, el ministro José Bono y otros personajes ilustres que han visitado esta casa-museo donde, para más encanto, Marcelina da todo y no pide nada. Donde sí que cobran bien, porque para eso tienen una estrella Michelín, es en el restaurante Las Rejas, propiedad de Manuel de la Osa. Considerado como uno de los 10 mejores 'chefs' de España, este pedroñero ha plantado el bulbo de la rústica liliácea en lo más alto del jardín de las delicias gastronómicas, con platos como la sopa de ajo fría y (pásmense) el helado de ajo.

Las Pedroñeras, sin ser un pueblo bonito, tiene una lucida plaza mayor, que está señoreada por la iglesia de la Asunción, de estilo gótico tardío; amén de tres viejas ermitas y un buen puñado de nobles casonas. No muy lejos quedan Belmonte, la monumental cuna de fray Luis de León, y Mota del Cuervo, cuyos molinos de viento nos recuerdan que andamos por las tierras de don Quijote, aquél que dijo: "No comas ajo, Sancho, que por tu olor se conocerá tu villanía".

Aún faltaban cuatro siglos para que el ajo morado de Las Pedroñeras tuviera su consejo regulador, como la cereza del Jerte o el salchichón de Vic, y se sirviera, rodeado de espumas y crujientes, en los restaurantes de postín.

Restaurantes para todos los bolsillos

- Cómo ir. Las Pedroñeras está en el suroeste de Cuenca, a 165 kilómetros de Madrid. Se va por la A-4 hasta Ocaña, y luego por la N-301.

- Visitas. Rafael Ramírez (teléfono 967 161 320): abre su tienda todos los días, de sol a sol; entrada gratuita. Museo del Labrador (teléfono 967 160 768): sólo con cita previa; entrada gratuita. Este fin de semana, además, puede visitarse la 33ª Feria Internacional del Ajo, que se celebra en el recinto ferial de Las Pedroñeras (teléfono 967 163 049).

- Alrededores. Belmonte (a 12 kilómetros): castillo, colegiata de San Bartolomé y murallas; Mota del Cuervo (a 18 kilómetros): casas señoriales y molinos de viento; San Clemente (a 28 kilómetros): conjunto histórico-artístico, con espléndidas arquitecturas de época renacentista.

- Comer. Las Rejas (teléfono 967 16 10 89): ajoarriero ahumado con caviar, queso manchego con trufa de verano y cordero confitado en leche de oveja; precio medio, 50-100 euros. Los Ángeles (teléfono 967 160 330): especialidad en carnes y pescados frescos a la brasa; 20-25 euros. El Bomba (teléfono 967 160 022): judías blancas estofadas, chuletas fritas con ajos y natillas caseras; 10-15 euros.

- Dormir. Hospedería Buenavista (Belmonte. Teléfono 967 18 75 80): palacio del siglo XVI, con elegante patio y vistas al castillo; doble, 55-62 euros. Casa de los Acacio (San Clemente. Teléfono 969 300 360): casona del siglo XVII, con jardín y piscina; 78-100 euros. Casa de la Luna (Mota del Cuervo. Teléfono 967 18 24 13): casa señorial de finales del XIX, rehabilitada en 2002 como alojamiento rural, con cuidada decoración, salón de belleza, técnicas orientales de relajación y restaurante de especialidades manchegas; 85 euros.

- Compras. En la carretera N-301, a su paso por el pueblo, hay varias tiendas donde se venden ajos, queso manchego, vino y morteruelo.

- Más información. Agencia de Desarrollo Local (Arrabal del Coso, s/n. Teléfono 967 16 30 49). www.laspedroneras-promocion.com

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