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Entrevista:Alberto Saiz | Director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI)

"No veo un mundo más seguro tras la invasión de Irak"

Miguel González

En su primera entrevista desde que llegó al cargo, en abril de 2004, Alberto Saiz, director del servicio secreto español CNI, con rango de secretario de Estado, asegura que las similitudes entre el 11-M y los atentados de Londres son sólo aparentes y constata la creación de una atmósfera favorable a una negociación con ETA que, si se inicia, "va a ser dura"

La Casa, como la llaman quienes en ella trabajan, está en obras. Y no sólo porque en el complejo que le sirve de sede, a las afueras de Madrid, se esté construyendo otro edificio para albergar su cada vez más voluminosa plantilla.

En los 15 meses transcurridos desde que Alberto Saiz tomó la dirección del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), éste ha sufrido una profunda reorganización y, lo que a su juicio resulta más importante, un radical cambio de mentalidad. "Hubo un tiempo en que esta casa estuvo muy pendiente de sí misma, seguramente porque había asuntos que arreglar puertas adentro", afirma, en alusión a los escándalos que sacudieron el espionaje español en los años noventa, "ahora se trata de tomar la calle y recuperar una de nuestras señas de identidad, reconocida incluso por otros servicios más potentes económica o tecnológicamente: la capacidad para manejar fuentes humanas".

"No entiendo por qué las tarjetas prepago no tienen dueño, cuando aquí se han utilizado para activar bombas. Es un vacío legal que urge llenar"
"Ya somos transparentes para telefónicas o bancos, de los que no recelamos, y sí lo hacemos del Estado, que garantiza nuestra intimidad"
"Tenemos un flujo constante de información con los servicios británicos. En España hemos abierto y cerrado líneas de investigación a petición suya"
"Hay elementos para pensar que esto puede desembocar en una negociación para que ETA abandone las armas. Si es así, será dura"
"El terrorismo etarra acabará algún día. Pero, si se puede llegar antes al fin de la violencia y por la vía menos cruenta posible, hay que intentarlo"
"La similitud entre los atentados de Londres y Madrid es sólo aparente. Allí no hay un grupo que actúa autónomamente. Hay una dirección superior"
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La primera prioridad del CNI, por encargo del Gobierno, es la lucha contra el técnicamente denominado "terrorismo no nacional". Saiz tomó posesión de su cargo menos de seis semanas después del 11-M y su obsesión es que una catástrofe como aquélla nunca se repita en España.

Pregunta. ¿Está usted de acuerdo con Llamazares?

Respuesta. ¿En qué sentido?

P. El pasado día 23 publicó en EL PAÍS un artículo titulado: "Respondamos al terrorismo con inteligencia".

R. Es un título ingenioso, que admite muchas interpretaciones. La más generosa es: con inteligencia de ésta [extiende el brazo, en un gesto que quiere abarcar la sede del servicio secreto], pero también con las fuerzas de seguridad, con los legisladores, los jueces... El ciudadano tiene que responder igualmente y los medios de comunicación juegan un papel muy importante. No es sano para nuestra higiene mental pensar que este reto lo vamos a solventar sólo la policía, la Guardia Civil y el CNI. No me estoy sacudiendo la responsabilidad. A nosotros nos corresponde la mayor parte, pero nadie se puede desentender ante este grave problema.

P. ¿En qué se parecen y en qué se diferencian los atentados de Madrid y Londres?

R. El 11-M nos sorprendió a todos en su aspecto formal. [Sus autores] formaban un grupo local, sin conexión aparente con la dirección de Al Qaeda. Al menos, conexión directa. No hubo, que sepamos, un jefe de operaciones que encargara a un terrorista: "Vete a Madrid y comete el atentado". Relación intelectual hubo mucha, a través de Internet, es el signo de los tiempos. Alguien desde dentro organizó el grupo y preparó el atentado. En la financiación y la logística intervino la delincuencia común. Hasta entonces, se pensaba en la financiación internacional, en los circuitos internacionales de venta de armas.

[El atentado de] Londres tiene muchas cosas parecidas pero, si se analizan, se reducen a la apariencia exterior. Se imita el objetivo. Los transportes públicos son objetivos blandos [poco protegidos] y masivos, un punto muy sensible para las sociedades occidentales. A partir de ahí, empiezan las diferencias. El grupo que actúa el 7-J es reducido, sólo cuatro personas, menos visible que el de Madrid. Utilizan explosivos caseros, no recurren al mercado negro ni a robarlos, lo que hubiera dado más oportunidades a los servicios de seguridad. Dos semanas después, intentan un segundo episodio del mismo atentado. Obviamente, los autores no son los mismos, porque han muerto. Al contrario que en Madrid, da la sensación de que están coordinados con otros grupos o con una dirección superior. Y de que hay un plan. No se trata de un grupo aislado que decide actuar por su cuenta. La decisión viene de arriba.

P. ¿Ha colaborado el CNI con los servicios secretos británicos?

R. El mismo día 7 enviamos una carta a los servicios con los que mantenemos una estrecha relación de amistad, además de una trayectoria de trabajo en común. Hablé con los directores un día y medio después, cuando ya había pasado un poco la vorágine. Les ofrecí toda la ayuda que requirieran y noté que agradecían la llamada. Inmediatamente después se desplazaron equipos a Londres y sus alrededores. Como he dicho, el aspecto de los atentados de Londres y Madrid era semejante y ellos entendieron que nuestra experiencia podía ser valiosa. Desde el Ministerio del Interior también se ofreció colaboración y se utilizó.

P. ¿Sigue esa colaboración?

R. Seguimos en contacto. Hay un intercambio constante de información. Es fácil imaginar que estos individuos no están solos en el mundo y también aquí hay paquistaníes y ha habido llamadas telefónicas y viajes y relaciones antiguas. En España se han abierto y cerrado varias líneas de investigación, siempre a petición británica.

P. ¿Cómo han reaccionado las comunidades islámicas en España ante los atentados de Londres?

R. Ha habido de todo. Las condenas han venido, sobre todo, de los responsables de las asociaciones musulmanas. En muchos casos ha habido un silencio que a veces parecía un poco forzado y también alguna manifestación de júbilo, aunque aislada. La mayor parte de los musulmanes asentados en España no comulgan con la violencia y están muy preocupados porque temen que, si la situación se tensa, el resto de la sociedad les mire con recelo. Hay algunas mezquitas que desde el principio han tenido un sesgo radical y difunden un discurso justificativo [del terrorismo]. Es lo que más nos preocupa, pero también sabemos que, desde que se difundió que se iba a controlar a los imanes radicales, quienes de verdad preparan algo se alejan de lugares donde creen que pueden estar vigilados.

P. Fernando Reinares, asesor del ministro del Interior, ha estimado en mil los musulmanes radicales que residen en España.

R. Es una estimación que no puedo confirmar ni desmentir, porque nosotros no hacemos este tipo de cuantificaciones. Creo que nos puede dar una idea de cuánta gente se mueve en ese entorno, aunque desde luego no hay mil terroristas dispuestos a poner una bomba en España. Afortunadamente.

P. ¿Es casualidad que los tres países que protagonizaron la cumbre de Las Azores hayan sufrido el zarpazo terrorista?

R. A los comunicados de Bin Laden no se les dio en su momento demasiado crédito. Pero, cuando ves que sus amenazas se han ido cumpliendo a pies juntillas, empiezas a sentir frío en la espalda cada vez que lees sus proclamas. Nosotros hemos aparecido en los primeros puestos del ranking, igual que el Reino Unido. La amenaza para España no vino exclusivamente de la foto de Las Azores, pero fue un elemento de riesgo más.

P. La invasión de Irak, ¿fue contraproducente en la lucha contra el terrorismo?

R. Yo no veo un mundo más seguro que antes, parafraseando al presidente de Estados Unidos. Irak se ha convertido en un gigantesco campo de entrenamiento al que acuden terroristas de todo el mundo. Algunos colegas de los servicios extranjeros piensan que para nosotros no va a ser un problema, porque van allí a morir y no regresará ninguno. Dudo de que sea así. Las personas se suicidan, las organizaciones no. Muchos volverán. Y será un peligro. Ya pasó en Afganistán.

P. Antes de la guerra de Afganistán el mundo sufría un gran atentado al año. En el último mes ha habido tres. Al Qaeda habrá perdido su refugio, pero ha ganado capacidad.

R. Como organización, Al Qaeda está disminuida, pero ha evolucionado. Ahora es una idea a la que muchos se enganchan.

P. ¿Es un cáncer que ha hecho metástasis?

R. Lo estamos viendo. Con la guerra de Afganistán muchos cuadros de Al Qaeda se dispersaron. Salieron elementos muy entrenados que difundieron su teoría y montaron redes locales. Hay quien dice que Bin Laden es un cero a la izquierda. Puede ser. Pero, aunque estuviera muerto, seguiría siendo una referencia.

P. Usted dijo en un seminario en Toledo que, si los Gobiernos hubieran hecho más caso a los servicios de inteligencia, el 11-S y el 11-M podrían haberse evitado.

R. No querría repetir unas consideraciones que resultaron polémicas. Me refería a la percepción de la amenaza, incluso por parte de la sociedad, que no existía antes del 11-S. Y también aludía a la valoración de la información que trasladaban los servicios de inteligencia. Los responsables políticos no tienen por qué creerla, se trata de una información más, no de una instrucción. Lo que sucede es que, cuando pasa el tiempo y ves los resultados, te das cuenta de que no se valoró suficientemente.

P. ¿Avisaron los servicios de inteligencia?

R. Hasta finales de 2003, se considera que Europa es una base de aprovisionamiento y logística, pero no de operaciones. En esa época, todos los servicios de inteligencia europeos, no sólo el CNI, se dan cuenta de que la situación está empezando a cambiar. Los atentados del 11-M confirmaron sus advertencias. Hoy a nadie se le pasa por la cabeza que Europa no sea territorio yihad, porque lo es.

P. ¿Qué nivel de amenaza tiene actualmente España?

R. Los países europeos tienen un nivel equivalente. No hay que exagerarlo, ni minimizarlo.

P. El Reino Unido planea reformas legales para combatir el terrorismo. ¿Son necesarias en España?

R. Lo que no entiendo todavía es por qué las tarjetas prepago no tienen dueño. Olvidamos que aquí se han utilizado, con teléfonos móviles, para activar bombas contra trenes de cercanías. Cuando voy a comprar una televisión o una lavadora tengo que aportar todos mis datos personales; en cambio, nadie me pide que me identifique al adquirir una tarjeta prepago. Con frecuencia, al investigar, descubrimos que un sospechoso llama repetidamente a un teléfono. ¿De quién es?, preguntamos. No se sabe. Es una tarjeta prepago. Ahí se acaba la investigación.

P. ¿Habría que cambiar la ley para saberlo?

R. No se trata de cambiar la ley, sino de llenar un vacío legal.

P. ¿Es eso lo más urgente?

R. Y lo más evidente.

P. Al ciudadano no le gusta ser transparente para el Estado.

R. La realidad es que ya somos transparentes para compañías telefónicas o bancos. Nuestra forma de vida hace que queden registrados todos nuestros pasos en muchas empresas privadas de las que no recelamos y, sin embargo, desconfiamos del Estado, que es precisamente el garante de nuestro derecho a la intimidad. Es el Estado quien nos garantiza y proporciona las normas que velan por nuestros derechos y establece cuándo pueden producirse excepciones. Nuestra intimidad sólo debe cederse por un motivo justificado, nuestra propia seguridad, con las autorizaciones judiciales correspondientes, y con la garantía de que esos datos se usarán adecuadamente.

P. La muerte a tiros de un ciudadano brasileño en el metro de Londres alimenta el temor a que el Estado se extralimite.

R. Se trata de un suceso desgraciado. [Los británicos] están convencidos de que hay más células dispuestas a cometer atentados y eso les ha puesto en una situación de nervios difícil de sobrellevar. De otro lado, creo que lo sucedido en Gran Bretaña no es extrapolable a España y a nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

P. Antes del 11-M, de tanto mirar a ETA, se bajó la guardia ante el terrorismo islamista. ¿No puede suceder ahora lo contrario?

R. En absoluto. Estamos tan alerta como siempre. Más si cabe, porque somos conscientes de la situación de la banda. ¿Qué nos preocupa más? No sabría medirlo. Son situaciones diferentes. El terrorismo internacional es el equivalente del miedo a lo desconocido. De ETA sabemos más. Conocemos su modus operandi, objetivos, limitaciones y forma de actuar. Pero ambas son expresiones de la violencia y resultan igualmente detestables.

P. El Congreso aprobó una resolución en la que ofrecía diálogo a ETA si abandona las armas. ¿Hay algún síntoma de que la banda esté dispuesta a dar ese paso?

R. Hay síntomas de que se está configurando una atmósfera favorable, por lo menos, a sentarse a hablar. ¿Cuándo? Todavía no está a la vista. ¿Cómo? Tampoco está claro. El Gobierno ha puesto unas condiciones clarísimas: hace falta una voluntad inequívoca de renunciar a la violencia y no se va a pagar ningún precio político. Hasta que no se den estos requisitos no habrá ni siquiera un principio de acercamiento. El siguiente paso lo tienen que dar ellos.

P. Algunos destacados ex dirigentes de ETA, como Francisco Mujika Garmendia, Pakito, han sido expulsados de la banda por firmar una carta que cuestionaba la viabilidad de la lucha armada.

R. No le doy un valor especial. Lo que hubo fue una queja de los firmantes de aquel escrito porque la dirección de la banda les estaba obligando a unos esfuerzos en la cárcel que ellos juzgaban excesivos a la vista de la capacidad de respuesta, inexistente a su juicio, que había en aquellos momentos y que sigue habiendo por parte de la banda. No fue una oposición a la estrategia o a la política general. No creo que haya una fisura ahí.

P. ¿Tampoco da importancia a los documentos incautados en octubre a Antza en los que el hasta entonces número uno de ETA especulaba con un calendario para el fin de la violencia? Aunque mantenía las condiciones de siempre, autodeterminación y territorialidad, el hecho de que se planteara cómo dejar las armas ¿no es revelador de un estado de ánimo?

R. La diferencia entre la situación actual y la que había en otros momentos en que se dialogó con la banda viene dada por muchos factores. Formalmente, no se ve que se apeen de ninguna de sus pretensiones de siempre, pero cuando plantean unos calendarios es porque están pensando que esto tiene que terminar. Y eso es una novedad. Luego hay otro factor que ellos nunca van a reconocer y es la propia debilidad de la banda. Evidentemente, ETA no es hoy la misma que hace diez años. Ya no está Antza, ahora está Ternera y quizá en poco tiempo estará otro.

Hay elementos que te llevan a pensar que esto puede desembocar en una negociación para dejar las armas. Si ése es el supuesto, va a ser una negociación dura. Si no se bajan de sus principios fundamentales, [el proceso] no llegará a ningún fin, será un intento frustrado más como otros que hemos vivido. Lo que hay es una voluntad clara del Gobierno de acabar con este asunto.

P. El PP asegura que esta actitud del Ejecutivo supone darle un balón de oxígeno a la banda.

R. A ETA no se le da un balón de oxígeno. La tregua trampa no es tal. ETA no ceja nunca en su intento por reforzarse con explosivos, dinero o gente. Y nosotros no dejamos nunca de investigar y detener comandos.

ETA sabe que no lo tiene fácil, que la situación ha cambiado, tanto dentro como fuera de España, de hecho hace unos días hemos visto cómo el IRA ha anunciado el abandono de las armas, pero este asunto requiere tiempo.

P. ¿No ha se relajado la presión policial?

R. A las pruebas me remito. Ha habido más detenciones en los últimos tiempos que en etapas anteriores. La presión se mantiene con la misma intensidad, pero la negociación es una vía que, si se abre, que no está abierta todavía, puede conducirnos antes al final.

P. ¿Y si no se abre esa vía? ¿También llegará el final?

R. El final va a llegar. ETA está en declive. El Estado no va a perder esta batalla. La ciudadanía, más allá de las disputas políticas, lo ve claro. Tiene que acabarse y se acabará algún día. Pero, si se puede llegar antes al fin de la violencia y por la vía menos cruenta posible, hay que intentarlo. Bastante ha sufrido ya este pueblo.

P. La actitud del PP no ayuda.

R. Parece que el Gobierno no tiene la comprensión del primer partido de la oposición, que entiende que las cosas habría que hacerlas de otra manera. Es una opinión legítima, en todo caso.

P. ¿Existe actualmente algún tipo de contacto entre el CNI y ETA o no me puede contestar?

R. Le puedo contestar que no.

P. El Partido Comunista de las Tierras Vascas (PCTV) ¿forma parte del conglomerado dirigido por ETA?

R. Si así fuera, no debería ser legal. Cuando se inscribió en el registro ya estaba en vigor la Ley de Partidos y si, analizando con ojos escrutadores, se hubiera advertido esa relación, imagino que no se habría legalizado. Yo no creo que eso haya cambiado. Otra cosa es que tenga una relación más o menos directa con gente que pertenecieron a Batasuna o Euskal Herritarrok. Es de dominio público.

Alberto Saiz, en una sala de la sede del Centro Nacional de Inteligencia.
Alberto Saiz, en una sala de la sede del Centro Nacional de Inteligencia.ULY MARTÍN

El guardián del bosque

El 18 de julio, Alberto Saiz (Cuenca, 1953) se marchó precipitadamente a Guadalajara, donde el día anterior habían perecido 11 miembros de un retén forestal. No fue, obviamente, una visita profesional.

Ingeniero de Montes y director general de Medio Ambiente de la Junta de Castilla-La Mancha durante ocho años, conocía a dos de los fallecidos: Pedro Almansilla, jefe del retén, y Alberto Cemillán, su número dos, aunque en este último caso tenía más relación con su padre, que también era agente forestal y se jubiló hace un año. "Me sorprendió la entereza con que está soportando este golpe", afirma. Quizá por ello, le duele más la polémica generada por la tragedia. "Se están buscando víctimas políticas, sin tener demasiado en cuenta a las víctimas mortales, a nuestros amigos y compañeros".

No es la primera catástrofe que le toca de cerca. En agosto de 2003, un mes después de su nombramiento como consejero regional de Industria, explotó la refinería de Repsol en Puertollano (Ciudad Real), con un saldo de nueve muertos. Su gestión de aquella espinosa crisis, en la que había que afrontar numerosas irregularidades sin poner en riesgo la propia continuidad de la factoría, fue decisiva para que el ministro de Defensa, José Bono, pensase en él para dirigir el Centro Nacional de Inteligencia (CNI).

Saiz reconoce que la oferta le produjo incredulidad. "Ya sabes que de este asunto no sé absolutamente nada y poco podré aportar", le advirtió. Pero Bono replicó que lo importante era querer aprender.

Y Saiz quiere. A punto de cumplir 52 años, se ha puesto a estudiar inglés. "No digo que los resultados sean excelentes", advierte, pero sirven para cubrir el protocolo de su cada vez más intensa agenda internacional. "En los temas de trabajo no hay problema. La gente se entiende cuando lo necesita. Y ahora todos lo necesitamos".

El PP criticó su nombramiento alegando que Saiz no es un hombre de Estado como sus antecesores, militares o diplomáticos. Él replica que no milita en el PSOE, aunque haya trabajado la mayor parte de su vida para una Administración y un proyecto socialista, y se define como un "servidor del Estado; es decir, de los ciudadanos".

En un mundo trufado de intoxicaciones y agentes dobles, confianza es la palabra que más repite. Confianza del presidente del Gobierno en el servicio secreto, del director en sus más de 2.000 agentes, del CNI en sus homólogos extranjeros y, lo más importante, de la sociedad en los responsables de su seguridad.

Aunque no se afloja la corbata ni se quita la chaqueta en más de dos horas de entrevista, su sonrisa franca genera confianza. Como él dice: uno le daría sin dudar el número de cuenta corriente si fuera un tendero, pero resulta más duro sabiéndole jefe de los espías.

Él piensa que su actual trabajo no es tan diferente del que hacía en Castilla-La Mancha. "Cada temporada teníamos 900 fuegos. Más de la mitad se apagaban en fase de conato y el 40% no superaba las 10 hectáreas. Pero basta un gran incendio para arruinarlo todo. Igual pasa con los atentados. No importa cuántos consigas evitar. Los terroristas pueden fallar muchas veces. Nosotros nunca".

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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