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Columna
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Bernat Soria se marcha

El profesor Bernat Soria es uno de los científicos más notables del mundo en la investigación con células madre embrionarias, unos trabajos en los que tienen puestas sus esperanzas 2,5 millones de diabéticos españoles, así como afectados por lesiones espinales, el Alzheimer o el síndrome de Down, entre otras dolencias. Actualmente está integrado en el Instituto de Bioingeniería de la Universidad Miguel Hernández de Elx después de haber superado no pocos problemas de carácter ético, provocados por las autoridades académicas integristas del PP, así como financieros, para desarrollar sus proyectos, que la Unión Europea acabó subvencionando. Salvados estos obstáculos, el científico alicantino no se vio forzado a emigrar hacia otros centros de investigación extranjeros con los que mantiene vínculos de colaboración.

Sin embargo, nuestro eminente sabio se marcha. No irá a Singapur, Gran Bretaña o Suiza, donde sería recibido con los brazos abiertos, sino al Centro Andaluz de Terapia Celular. Si no se produce un prodigio, el próximo curso académico el profesor Soria se trasladará a la Universidad Pablo Olavide, de Sevilla, donde le han dado toda suerte de facilidades económicas y, obviamente, le han eliminado las trabas que todavía seguía encontrado aquí. Tiene declarado que hubiera preferido no moverse de su tierra, pero es lógico y plausible que el amor al terruño haya cedido ante lo que, en su caso, es el deber prioritario: investigar y avanzar en la aplicación terapéutica de las células madre. Y además, es muy posible que a la vera de aquella Junta autonómica consiga el reconocimiento que las autoridades conservadoras que gobernaban en La Moncloa le negaron en su día, con ostensible descortesía, además.

La razón de su partida está clara, pero no completa. Por lo pronto invita a que nos preguntemos si el Consell de la Generalitat ha hecho todo lo que estaba en su mano para impedirla, proveyendo de recursos materiales al profesor, primero, e igualando y superando en todos sus aspectos, después, la oferta andaluza. Es evidente que no ha sido así, hasta ahora, al menos. ¿Por qué? Una respuesta puede decantarse de la presión del macizo reaccionario del PP, incluido el valenciano, beligerante contra las investigaciones con células madre embrionarias. Otra, más deleznable todavía, la fragilidad de nuestras finanzas públicas, ciertamente hipotecadas durante muchos lustros.

Sea lo que fuere, es indudable que el culpable de esta cualificada emigración es el gobierno, carente de la necesaria voluntad política para imponerse al sector integrista de sus huestes o, lo que sería peor, de la correspondiente sensibilidad para impedir esta partida. La endeblez económica en ningún caso puede aducirse cuando en el País Valenciano hay empresas de fuste suficiente para asumir conjuntamente el mecenazgo de estas investigaciones, mucho más apremiantes y cívicas que cualquiera de las ruinas temáticas promovidas, o la misma recalificación urbanística de Porxinos para amortizar el desmadre económico de una entidad deportiva privada, digo del Valencia CF.

En fin, que el profesor Soria no se va por su gusto, le echan quienes nos gobiernan y loan sin parar el progreso del país. Quizá nos consuele pensar que en otro tiempo hubiera sido quemado vivo por alquimista o hereje. Así visto, hemos progresado.

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