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Reportaje:

Hombres de hierro y voluntad

Once valencianos están inscritos en el Ironman de Lanzarote, famosa prueba de resistencia y larga distancia

María Fabra

En 1978, un grupo de soldados americanos discutía sobre la dureza de tres pruebas de resistencia que se celebraban en Hawai. Entonces, decidieron reunirlas en un solo día para demostrar quién de ellos tenía la mayor resistencia física y mental. La llamaron Ironman (hombre de hierro). Años después, un danés trajo la prueba a España. Al principio, en pequeñas dosis. Después, de forma completa.

El recorrido que realizan los participantes del Ironman equivale a más de 2.000 campos de fútbol que recorren durante nueve horas, en el mejor de los casos. Sin embargo, para la mayoría de ellos, el reto está en acabar la prueba tras culminar los 3,8 kilómetros de natación en pleno océano, los 180 kilómetros en bici, con cuatro puertos de montaña, y los 42,2 kilómetros de carrera, una maratón. No están locos, aunque lo parezca. Y pese a que el título de la prueba lleve a pensar en un extremado culto al cuerpo, el planteamiento está más cercano a la superación personal que a otra cosa. Al menos, para los no profesionales, que son cronometrados según tramos de edad.

En la Comunidad Valenciana existen once deportistas inscritos para su participación, el próximo 21 de mayo, en el Ironman que se celebrará en Lanzarote. Uno de ellos es Rubén Melià, policía local del Ayuntamiento de Castellón, que estos días prepara ya las maletas para viajar a la isla. "Toda la vida", tal como él contabiliza, ha dedicado más o menos horas de su tiempo al deporte. Ahora son, aproximadamente, seis horas diarias, seis días a la semana, cuando apenas faltan poco más de diez días para comprobar si sus sacrificios le reportan el sueño que persigue: acabar la carrera. Y, si es posible, clasificarse para el campeonato del mundo que se celebrará en octubre en Hawai, aunque en su cabeza esté, sobre todo, el cruzar la meta de la maratón. Fundó la sección de triatlón en el Club Castalia Castellón y hace cinco años ya se planteó participar en el más importante evento para los deportistas de larga distancia. Sin embargo, el nacimiento de su hija le llevó a renunciar a unas horas que ahora sí puede arañar a cada jornada. Desde hace un año vive con el Ironman en la cabeza. Y en las piernas. Y en los brazos. Recorre el Mediterráneo, sobre todo entre Benicàssim y Castellón, para preparar la natación. Sube al Desert de Les Palmes, pedalea en llano y va y vuelve hasta los límites de la provincia para entrenar para el trayecto en bici. La carretera de Borriol, una de las pocas iluminadas en el entorno de la ciudad de Castellón, y el paseo marítimo, han sido su escenario durante los últimos meses para poder culminar la maratón.

Rubén tiene claro su reto personal y la importancia de la preparación mental para afrontarlo. Pero cuando decae, pese a todo el apoyo de su familia, que insiste en señalar, tiene un espejo en el que mirarse y por el que no puede fallar. Su entrenador, quien le señala lo que ha de comer, cuándo, la disciplina que ejercitar cada día, el que hace casi de confesor y, en cualquier caso, amigo. Se llama Diego Velázquez y es un hombre que, como él, participará en el Ironman mientras que su cuerpo, el mismo que ha de llevarle a culminar su sueño, padece esclerosis múltiple, una enfermedad degenerativa para la que de momento no se ha hallado cura. Diego llegó a estar, después de un brote, en una silla de ruedas. Y su entorno llegó a estar convencido de que nunca podría volver a hacer lo que más le gusta: deporte. Sin embargo, su voluntad fue mucho mayor que todos los pronósticos y, junto a Rubén, viajará a Lanzarote donde demostrar que la voluntad es, a veces, más fuerte que el hierro.

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