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Reportaje:

Cervantes, detrás de los morosos

El pueblo de Álora, en Málaga, celebra los seis años en los que el escritor fue recaudador

Javier Martín-Arroyo

El peliagudo oficio de recaudador e inspector fiscal fue la profesión de Cervantes durante 13 años. En esa época tuvo que negociar, convencer, regatear, engañar quizás. Ajustar números arriba y abajo fue su trabajo, pero lo más jugoso para el escritor durante esos años fue conocer de primera mano la picaresca de muchos pueblos, entre ellos Álora, en Málaga, cuyos alrededores frecuentó a lo largo de seis años, entre 1587 y 1593, como recaudador para la Corte. Seguir sus pasos durante esos años no es tarea fácil porque recorrió sin descanso las comarcas en busca de los corregidores, pero es seguro que estuvo más de un lustro al cargo de la recaudación de pueblos como Coín, Cártama, Alhaurín el Grande y Álora, donde residió con frecuencia.

"La vida de Cervantes no fue nada bohemia. Tampoco heroica ni villana"
Su paso por Málaga explica en parte los avatares sufridos por Don Quijote
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Este paso por Málaga explica en parte que los avatares sufridos por Don Quijote en la novela de Cervantes fueran consecuencia de la azarosa vida de su autor, quien unió a las novelas de caballerías todas sus experiencias. Después de ejercer de criado de cardenal en Roma y perder una mano en Lepanto, Cervantes lidió con muchos regidores y campesinos malagueños para negociar sus aportaciones en especies a la Corte de Felipe II.

El Ayuntamiento de Álora, un pueblo de unos 13.000 habitantes de la comarca del Guadalhorce, quiere ahora recordar su paso por el pueblo, y abril será el "mes quijotesco" bajo el popular lema "Cervantes también fue perote" (natural de Álora). Las estancias en las que residió en la céntrica Plaza Baja de la Despedida, ahora en ruinas, se reconstruirán este año para inaugurar en 2007 una casa museo y sumarse a las de Esquivias y El Toboso, ambas poblaciones de Toledo.

El nuevo Teatro Cervantes, con capacidad para 400 personas fue inaugurado ayer, la semana que viene se celebrará un maratón quijotesco, una lectura ininterrumpida de la obra, y el día del libro se realizarán talleres infantiles, títeres y teatro. Además, una exposición recoge ediciones de El Quijote en Braille, inglés, francés, alemán y, entre otros ejemplares, exhibirá uno editado en 1800.

Como explica el antiguo alcalde y estudioso de Cervantes, José Fernández López, "después de llegar a Écija, Cervantes recaló en Álora, donde debió residir en la posada o incluso en los almacenes que albergaban los cereales que requisaba". "¿Quién sabe si no le servía de almohada un saco de trigo?", interroga.

El escritor estuvo preso en un par de salas abovedadas en el subsuelo de estos almacenes, que renovaron su uso de cárcel durante la Guerra Civil, cuando estuvieron recluidos presos de los dos bandos. Acabada la guerra se construyeron unas aulas, edificadas sobre unos llamativos ladrillos "de caras vistas", y que fueron la escuela municipal para los niños durante el franquismo.

"La vida de Cervantes no fue nada bohemia. Tampoco heroica ni villana, sólo tenía la obligación de comer y llegar a fin de mes". Alfredo Albar, investigador de la Academia de la Historia y biógrafo cervantino explica que el escritor fue enviado a estos pueblos para requisar trigo y aceite como labor recaudatoria para las distintas armadas que Felipe II mantenía. Cervantes estuvo preso en los bajos de esta casa, antigua prisión de Álora, si bien honró con sus huesos otras cuatro cárceles. Pasar un tiempo a la sombra no era algo tan extraordinario en aquella época, pues no era necesario cometer delitos para ingresar en prisión, y se podía ingresar en la cárcel también por faltas y como medida precautoria. El mal ajuste de las cuentas de los impuestos reales fue seguramente la causa de sus esporádicas temporadas entre rejas. Albar alega que para triunfar en la vida y pasar menos penurias, a Cervantes le fallaron sus "amarres cortesanos", es decir, los padrinos que no tuvo mientras vivió.

La rutina de Cervantes no fue muy placentera durante esa prolongada década. Llegaba a los pueblos y presentaba a los regidores la cédula real que imponía el abastecimiento de arrobas de harina, aceite o trigo a la causa nacional. De ese modo la Corte conseguía alimentar a las tropas de las distintas armadas que luchaban para el gigantesco imperio español. "Durante las negociaciones pasó situaciones difíciles y comprometidas, y nunca fue un trabajo fácil lidiar con los regidores", opina Albar, autor de Cervantes, genio y libertad.

El investigador y escritor Navarro Ledesma, de principios de siglo, mencionaba a Cervantes por su nombre de pila y tras su paso por el sur, concluía: "Sin esos años de ires y venires, de malandanzas y venturas de Miguel por los pueblos, aldeas, cortijos, ventas y caminos y trochas de Andalucía, no tendríamos Quijote".

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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