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Reportaje:

Contra el vicio de quejarse, "auditorías"

Educación responde a las protestas del Lluís Vives por la falta de presupuesto público con más control del gasto

"Yo no puedo rebatirlos, no tengo los datos, sólo tengo la indignación". Ésta es la fría imagen que le quedó ayer a Carlota Fortes -una joven estudiante de 18 años de segundo de Bachillerato del viejo instituto público Lluís Vives de Valencia- y a los cuatro compañeros, a la salida de la reunión de hora y media sostenida con dos altos cargos de la Consejería de Educación para tratar de solucionar el pésimo estado en que se encuentra el histórico edificio, el más emblemático de los institutos valencianos.

Afuera, cerca de medio millar (de los 875 alumnos que tiene matriculados) esperaban bajo un frío para nada "de justicia" una respuesta oficial que les garantizara que podrán "estudiar en condiciones". Lejos de ello, los estudiantes no hallaron el "mensaje tranquilizador" que esperaban de los dos "inspectores" que los atendieron, según la constatación de los cinco alumnos que entraron a la reunión en representación del resto de compañeros. Al contrario, el encuentro fue más bien "desconcertante", a juicio de Carlota. "Lo que hicieron fue echar balones fuera y decir que le pidamos responsabilidades a nuestro director". Educación respondió, según los alumnos, con una "una batería de datos para justificar que no han privatizado la educación, y negar que financien con más recursos a los centros privado-concertados", resumieron los estudiantes.

La realidad, no obstante, se muestra testaruda a diario. "En clase lo único que sabemos y entendemos es que seguimos con guantes y abrigo", describe gráficamente Carlota. Y es que la caldera del vetusto Lluís Vives "tiene más de 30 años, y cuando se puso ya era de segunda mano". De manera que "sólo funciona dos horas al día, cuando hace más frío, y sólo en algunas aulas". El resto es una sangría de "fugas" cada vez que "la caldera pega el petardazo". El servicio de los baños tampoco es mejor, y podría hallar su correlato en cualquier mural de grafittis de cualquier extrarradio urbano. Por lo demás, "el cristalero y el fontanero ya no vienen, porque no hay quien pague".

Con todo, lo más "desconcertante" para los alumnos fue la táctica de ambos funcionarios para "echar balones fuera" y recomendarles con insistencia sobre las posibles responsabilidades: "Pedídselas a vuestro director". Atónitos, los alumnos recordaron a los dirigentes educativos que "el director lo nombró la consejería a dedo". A lo que una funcionaria respondió: "Sí, pero esto es como los hijos: los puedes querer mucho, pero te pueden salir bien o mal".

La cita terminó como empezó, pero con una novedad. La consejería adelantó que pretende llevar a cabo una "auditoría para ver dónde está el dinero y cómo se gasta". La segunda medida, según los alumnos, es su compromiso de poner en marcha "un plan de rehabilitación de las infraestructuras más urgentes (sanitarias, fontanería, eléctricas, etcétera) en los institutos más viejos".

Educación confirmó ayer por la tarde que "llevará a cabo un auditoría para conocer los gastos reales del centro, así como las necesidades económicas para introducir las medidas correctoras necesarias". Y que, de entrada, "ya ha licitado las obras más urgentes en baños, falsos techos, carpintería y ventanales". Más al sur de la ciudad, en el IES El Cabanyal, varios diputados y cargos socialistas acudían a la llamada de un centenar de alumnos hartos de los "barracones" y de la situación en que se encuentran sus aulas. Miguel Soler, responsable de Educación del PSPV-PSOE, volvió a pedir al Consell que autorice un crédito extraordinario de 10 millones para abordar los déficits más urgentes denunciados estas semanas por un centenar de directores.

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