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Reportaje:CENTENARIO DE ALEJO CARPENTIER

Decadencia, maravilla y destino circular

El ideal regeneracionista, defensor de una cierta pureza nativa que debía sacudirse el prestigio ya degenerado de las luces de París, cifra buena parte de lo que Carpentier llamó 'Lo real maravilloso americano' (manifiesto que aparece como prólogo a El reino de este mundo, 1949; última edición en Alianza, 2002). El americanismo tenía su tradición: cien años antes, en 1844, el estadounidense Ralph Waldo Emerson -el maestro de Walt Whitman- había escrito: "Ha llegado a su fin la era de la dependencia, de nuestro largo aprendizaje de los conocimientos de otras tierras. Los millones de seres que se yerguen en torno de nosotros no pueden ser eternamente alimentados con los simples restos de otras cosechas. Surgen hechos y acciones que deben cantarse, que deben ellos mismos cantar. ¿Quién puede dudar de que renacerá la poesía y nos llevará a la nueva era?". Pero Carpentier, como toda su generación, se había formado en la lectura fervorosa de Oswald Splengler y su La decadencia de Occidente. Cuando este pronóstico se hizo catástrofe definitiva bajo la forma de los tanques nazis entrando en París, Carpentier, que había vivido allí durante el periodo más brillante del arte y la literatura del siglo XX, regresó a Cuba. Entonces acuñó la idea de que el ciclo de la cultura americana era aún reciente y vigoroso, y su pureza era una inversión completa de la decadencia europea: América era el lugar donde el decadentismo esteticista se convertía en proyecto "real" y en revolución verdadera.

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Carpentier soñó con reencontrar la fuente común de la cultura y de la naturaleza, alfaguara en que la proliferación del paisaje, al mismo tiempo espantosa y bendita, pide o exige el horror vacui del barroco. El narrador de Los pasos perdidos registra ese movimiento del trópico vegetal: "Cuando un rico propietario se iba por unos meses a París (...) las raíces aprovechaban el descuido (...) para arquear el lomo en todas partes, acabando en veinte días con la mejor voluntad funcional de Le Corbusier". Durante sus años parisienses había sido amigo de Breton, Eluard y Desnos (a quienes después tacharía de "tenedores de libros de lo maravilloso"); escribió en revistas de George Bataille y realizó audiciones de radio junto a Artaud; frecuentó a Edgar Varesse y la vanguardia musical más avanzada; en el Madrid republicano trató a Lorca, Alberti y Salinas. Ya de vuelta en el trópico, durante un viaje a Haití, en 1943, conoce la historia de la revuelta de esclavos a mediados del siglo XVIII que le inspira El reino de este mundo, en la que los elementos naturales se alían con la causa de los rebeldes negros.

De otro viaje iniciático, por la

selva amazónica, surge Los pasos perdidos (1953), en la que el artista americano se va desprendiendo de la deformación europea para encontrar la cifra de ese adamismo que dicta el oráculo del único futuro auspicioso. Hay un pasaje de esta novela en que tres jóvenes artistas nativos -"tres reyes magos": un indio, un negro, un blanco- escuchan arrobados las crónicas de la bohemia parisiense que les hace la amante del narrador: "En esa red caerían pronto los jóvenes Reyes Magos, guiados por la estrella encendida sobre el gran pesebre de Saint-Germain-des-Prés. Según el color de los días, les hablarían de anhelo de evasión, de las ventajas del suicidio, de la necesidad de abofetear cadáveres o de disparar sobre el primer transeúnte (...) Al cabo de los años, luego de haber perdido la juventud en la empresa, regresarían a sus países con la mirada vacía para emprender la única tarea que me parecía oportuna en el medio que ahora me iba revelando lentamente la índole de sus valores: la tarea de Adán poniendo nombre a las cosas".

En Carpentier, la maravilla quiere saltar del festejo del hallazgo fortuito de los surrealistas al brillo de lo histórico, de lo real: "nosotros teníamos (...) lo maravilloso latinoamericano en estado bruto, al alcance de la mano, listo para ser usado en arte, en literatura, como un ready made de Marcel Duchamp" (curiosamente, la joven narrativa latinoamericana de hoy, al menos la que reconoce su faro en César Aira, encuentra en el ready made la idea estética casi excluyente). Lo que Europa ya sólo podía encontrar en el artificio o en la manipulación de lo azaroso (el famoso encuentro del paraguas y la máquina de coser sobre la mesa de disección), América lo tenía en la munífica naturaleza y en la realización necesaria e inminente de su utopía. Por eso naturaleza, cultura, estética, raza y proyecto político son distintas maneras de nombrar lo mismo: la maravilla recurrente de lo real americano. El estilo sinfónico de Carpentier, basado en el periodo extenso, envolvente, rico en adjetivos, muestra en innumerables pasajes la enjundia de esa cornucopia tropical en la que la tradición occidental, que él llevaba ingénita, quiere rehacerse en un nativismo fervoroso.

Como señala Alfonso Reyes, la

utopía de América fue, desde su origen, un sueño europeo. El escritor americano le dio a esa promesa un espesor histórico para convertirla en su propia genealogía. Carpentier, tan aficionado en sus novelas a las peripecias circulares, murió en París mientras desempeñaba un equívoco cargo de "ministro consejero" de la Embajada de Cuba. Aunque su adhesión a Castro fue completa era más difícil encontrar su ubicación en el nuevo contexto, pasar de lo "real maravilloso" al "realismo socialista". Volver a Europa parecía la solución conveniente para ambas partes. Porque, después de todo, la maravilla parece siempre más tolerable -o, al menos, más inofensiva- en la literatura que en la Historia. El Occidente ya decaído le resultó al fin más habitable que el trópico encarnado en su mito.

El escritor Alejo Carpentier, en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes en 1978.
El escritor Alejo Carpentier, en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes en 1978.MARISA FLÓREZ

BIBLIOGRAFÍA

El siglo de las luces (Alianza/Espasa).

Los pasos perdidos (Alianza/Cátedra/Folio).

El reino de este mundo (Alianza/Seix Barral).

Écue-Yamba-Ó (Alianza).

La consagración de la primavera (Alianza/Plaza & Janés).

Concierto barroco (Alianza).

El recurso del método (Alianza).

La ciudad de las columnas (Espasa).

Viaje a la semilla (Txalaparta).

La música en Cuba (Círculo de Lectores).

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