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Reportaje:CLÁSICA-EL PAÍS

El quinteto 'La trucha', de Schubert

EL PAÍS ofrece mañana, por 2,95 euros, dos obras del compositor con el Cuarteto de Leipzig, Ch. Zacharias y E. Leonskaja

Franz Schubert (1797-1828) es uno de los siete compositores que tienen dos libro-discos en la colección Clásica de EL PAÍS. Uno de ellos está íntegramente dedicado al mundo del lied (canción con acompañamiento de piano) y aparecerá en diciembre. El volumen de mañana contiene dos obras de 1819, ambas en la tonalidad de la mayor, la asociada a la dicha y el optimismo, y son en cierto modo las consecuencias de un feliz verano del compositor en Steyr (Alta Austria) rodeado de buenos amigos. Cada una de estas obras proviene de un disco diferente del cuidadoso sello alemán MDG. El quinteto D667, conocido por La trucha, está compuesto para violín, viola, violonchelo, contrabajo y piano, siendo interpretado por el cuarteto de Leipzig y el pianista Christian Zacharias. El registro original procede de una grabación realizada en abril de 1998. La sonata para piano D664 cuenta con la intervención de Elisabeth Leonskaja, habiéndose efectuado la grabación en febrero de 2003.

"Se ama a Schubert como se ama a Mozart: irracionalmente, y en forma muy intensa. Con Mozart, es Schubert el más puro genio musical de la historia, una especie de vidente, guiado por una intuición infalible", ha escrito el historiador y musicólogo Roland de Candé. La mayor parte de las creaciones sonoras de Schubert están, en efecto, tocadas por la gracia e irradian una espontaneidad alimentada por la melodía más pura. Schubert arrebata. Su música, sea desde la alegría o desde la tristeza, se manifiesta siempre cercana cuando se escucha con atención. Si se tiene en cuenta que Schubert vivió solamente 31 años, su legado es todavía más asombroso. Tocó todos los palos imaginables y dejó obras maestras en el género camerístico, en el sinfónico, en el piano y en el lied, fundamentalmente, aunque también probó suerte en la ópera y en las obras sinfónico-corales.

Vienés, aficionado a la buena vida y a los placeres de la amistad, mostraba al exterior una imagen sencilla y amable, pero por las rendijas de su existencia se iba colando el sufrimiento conforme los años pasaban. En 1824 escribió en su Diario: "No hay nadie que entienda el dolor de otro, y nadie que entienda la alegría de otro. Pensamos siempre que caminamos junto a los demás, pero sólo vamos al lado de los demás. Pobre del que lo reconozca. Mis obras existen por mis facultades para la música y por mi dolor". Tal vez sea ese humanismo inmediato que se desprende de sus pensamientos y de su música una de las razones que explican por qué queremos tanto a Schubert, por qué el compositor conmueve a la par que entretiene.

El quinteto La trucha es una de las obras más populares de Schubert, y no solamente por el cuarto movimiento, un tema inspirado en el lied La trucha, compuesto a finales de 1816, del que se realizan cinco variaciones. La idea del lied se debe al hospitalario músico aficionado Silvester Paumgartner, amigo de Albert Stadler, el gran amigo de Schubert. A veces se ha destacado el carácter de Gebrauchsmusik del quinteto, es decir, de música destinada a uso doméstico y, por tanto, ideal para reuniones camerísticas. La originalidad de la distribución instrumental y lo compacto de su estructura eran bazas firmes para la fluidez de una música pegadiza y envolvente, no sólo desde la facilidad, sino sobre todo desde su magnetismo sonoro. Con espíritu liviano discurre también la sonata D664 para piano, hechizante ya desde los primeros compases y con una atmósfera musical que evoca en más de una ocasión al mundo del lied o a la ligereza de los impromptus. ¿Una transparencia casi mozartiana? Pues sí. La sonata se publicó en 1829, un año después de la muerte del compositor, no habiendo sido interpretada nunca en público en vida de Schubert. Probablemente fue dedicada a Josefina von Koller, de la que Schubert decía que era encantadora, además de tocar muy bien el piano y cantar con gusto sus lieder.

El quinteto y la sonata forman una pareja ideal para introducirse en el Schubert más natural y placentero al margen del canto. Necesitan intérpretes de primera, dado que en el compositor vienés la claridad y hasta la levedad son imprescindibles. Christian Zacharias es un schubertiano convencido y de ello (y de sus magníficos Scarlatti, Mozart o Schumann) han sido testigos con frecuencia los aficionados españoles. Nació en Jamshedpur, India, en 1950, y se instaló pronto en Alemania. Practica con asiduidad la música de cámara y es un gran admirador de la cultura española, desde la pintura a los vinos. Se compenetra a las mil maravillas en el quinteto de Schubert con el Cuarteto de Leipzig, ese admirable grupo formado en 1988 a partir de destacados solistas de la orquesta Gewandhaus. En la sonata es la hora de la pianista georgiana Elisabeth Leonskaja. Nacida en Tiflis, dio sus primeros conciertos cuando tenía 11 años. En 1978 abandonó la Unión Soviética de entonces para instalarse en Viena. Actuó con frecuencia al lado de Sviatoslav Richter y debutó en el festival de Salzburgo de 1979, lanzándose a una carrera jalonada de distinciones. Con Schubert se encuentra a gusto. Es algo que se nota al instante en esta grabación de madurez de una sonata hermosísima.

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