Nozal, que terminó con vómitos, y Gutiérrez fallan en la contrarreloj

El domingo, en medio de la polvareda de la Casa de Campo invadida por los preparativos de la última etapa de la Vuelta, Pedro Horrillo dio el soplo. "El Mundial lo gana Rogers", dijo, conspirador. "Es amigo mío y me ha dicho que está que se sale". Y acertó. Michael Rogers, australiano de 24 años, especialista en la contrarreloj, recibió dos coronas en un día. Al mediodía, el presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI) le impuso el maillot arcoiris del Mundial 2003, del que le proclamaban campeón pese a terminar segundo la prueba de Hamilton (Canadá) debido a la posterior descalificación del campeón, el escocés David Millar, quien confesó haberse dopado.
Lo que no estaba tan claro es que cinco horas después tocara su segundo arcoiris del día al proclamarse campeón del mundo de 2004 en la llamada carrera de las ausencias: sin Millar, sancionado, sin Ullrich, enfermo de última hora, sin el campeón olímpico Hamilton, positivo por transfusión en la Vuelta, sin el medallista de plata Ekimov, mosqueado porque a Hamilton le respetan el oro, sin el mejor de todos, Armstrong, porque sólo le gusta el Tour. Y mucho menos claro que lo hiciera con tal claridad, aventajando en más de un minuto al segundo -al tremendo alemán Michael Rich- y al tercero -el estajanovista Alexander Vinokurov-, en una prueba de poco menos de una hora, 46,75 kilómetros por las suaves colinas que rodean Bardolino y sus soleados viñedos junto al lago de Garda. Y más inesperado aún, que entre los rivales que intentaron ponérselo difícil no estuvieran los españoles.
A Isidro Nozal, que acabó la Vuelta el domingo muy justo de fuerzas y no tuvo tiempo para recuperarse, se le atragantó la primera colina, los 3,5 kilómetros al 7% del repecho de Costermano. Vomitó, físicamente, se ensució el maillot, palideció. Cruzó la meta, fatal (35º, a 5.02m de Rogers) y desencajado. El naufragio de Iván Gutiérrez, campeón de España, vencedor hace cinco años del Mundial sub 23, fue menos aparatoso, pero más doloroso. Se sentía tan bien la víspera que dijo que no lograr medalla sería un fracaso. Terminó noveno, a un minuto de las medallas.
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