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Reportaje:VIAJE DE AUTOR

Bosques lentos de Maine

Los árboles se preparan para el colorido cambio de estación

Andrés Barba

Es el otoño de 1848. Es el joven viejo Walt Whitman el que pasea. "Walt Whitman, un cosmos, un hijo de Manhattan / Turbulento, carnal, sensual, comedor, bebedor y procreador, / Ni sentimental, ni erguido por encima de los hombres y de las mujeres, ni alejado de ellos". Ha sido expulsado de la dirección del Brooklin Daily Eagle por la expresión demasiado entusiasta de sus ideas antiesclavistas. Está en Maine, en el centro neurálgico de Maine, Portland, descansando del ajetreo de su despido, muy cerca de una pequeñísima localidad llamada Camden. Se cura del balazo que le dio James Harlan por el simple motivo de ser "un poeta sucio, indecente". Se cura, más bien, de la suciedad y de la indecencia del propio James Harlan. Es el mismo Maine quien le cura. El mismo lento bosque de Maine, sumido en su transformación anual.

Siempre me ha gustado pensar que es aquí (cronológicamente no es nada descabellado) donde comienza el proyecto abonado de ese Leaves of grass (Hojas de hierba) que asombraría al mundo. Que ese viejo joven que es ya Whitman, cansado pero no derrotado de la batalla neoyorquina, se siente de alguna manera lento y a la vez contenido como el bosque de Maine que ve metamorfosearse ante sus ojos. En un instante, todo se transforma y el bosque está allí; es, frente a la barbarie y el mentecato bienpensar puritano de la ciudad, todavía un verdadero bosque: un bosque anónimo que en su expansión ha ido devorando lentamente el suelo, modificándolo, incorporándose; un bosque sobre el que anochece y nieva sin defraudar, al que no le exige ninguna respuesta y que no parece exigirle a él que sea un hombre, de la misma forma que él no le exige parecerse a un bosque ya conocido o pensado. Pero desde que Whitman lo miró aquí, en esta esquina del mundo llamada Camden, este bosque ya no es un bosque. "¡Arcilla transparente de mi cuerpo serías tú! / ¡Heno mezclado y revuelto de la cabeza serías tú! / ¡Sol generoso serías tú! / ¡Grandes superficies musculares, ramas de encina, holgazán lleno de amor de mi deseo tortuoso, seríais vosotros! / ¡Vientos que me cosquilleáis frotando contra mí vuestros genitales, seríais vosotros! / ¡Manos que he oprimido, labios que he besado, mortal a quien he tocado alguna vez, seríais vosotros!".

El mismo bosque que admiró Whitman sigue literalmente ahí, exacto como una vibración sin descanso. Es el bosque también de muchos otros. El del viejo Thoureau, que describe meticulosamente el transcurrir de los días de su semana; el del joven y enamoradizo poeta Longfellow, el del estudiante y futuro novelista Hawthorne, que se traslada desde su natal Salem, Massachusetts, para asistir a Bowdoin College, el primero de todos los Estados Unidos. Es el bosque también de la anciana Marguerite Yourcenar, que ama sin secretos ya a su amiga y traductora Grace Frick sintiendo que su amor es tan viejo como el bosque, tan lento como el bosque, tan revuelto y vivo como el bosque.

La pequeña señorita

Uno de los centros quizá más curiosos e inquietantes de aquellos años dorados de Maine nace en el corazón noreste, en Brunswick. Allí es donde, como decíamos antes, se inaugura, a la antigua usanza inglesa, el primer Fine Arts College de Estados Unidos: Bowdoin College. Parecido a nada, parecido sólo a sí mismo, como todo lo que nace rodeado del impenetrable bosque de Maine, es la cuna de la intelectualidad de Longfellow, de Hawthorne, pero es allí también donde una damita casi enana, Harriet Beecher Stowe, escribe su Uncle's Tom cabin (La cabaña del tío Tom). Años después, Abraham Lincoln resumirá a esta señorita, aparentemente inocua y esposa de un matemático que enseñaba en Bowdoin, con una frase perfecta, americanísima: "At the end, in some place in the middle of nowhere, the little lady started the big war" ("Al final, en mitad de ninguna parte, la pequeña señorita comenzó la gran guerra"). Ese "some place in the middle of nowhere" es el corazón, caliente y frío a la vez, del bosque de Maine.

Se ha hablado aquí poco del frío, y sin embargo es quizá bajo el frío del invierno el momento en que el bosque de Maine adquiere su verdadera, su auténtica prestancia. Aunque sea el otoño el momento en el que el actual Maine se convierte en una de las mayores atracciones naturales de la costa este, acogiendo a miles de turistas escandalizados de la belleza de un bosque que parece literalmente estar ardiendo, es en el frío del invierno cuando se revela como un verdadero paraje único.

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El frío en Maine es afirmativo, tan afirmativo y sustancial como el calor, no una ausencia de él como en la mayoría de los lugares. El frío es el tiempo en el que se endurece lo que acababa de licuarse en el otoño, esa plenitud del bosque. Como me dijo una vez una anciana que tenía una librería de viejo en la pequeña localidad de Bates, y que, después de una larga conversación sobre la vida, resultó haber sido compañera de instituto de Sylvia Plath, "en el invierno, el bosque, que es como una mujer perfecta, se apega al frío, de la misma manera que una mujer perfecta se apega al dolor". Y qué profundamente hay que sumergirse en el frío del bosque para empezar a comprenderlo. Ese abstracto emocional de nuestra experiencia del frío anterior a este bosque se pulveriza en la realidad de una materia gigante y viva, pero quieta, reconcentrada en sí misma. De pronto es como si el bosque ya no estuviera en ninguna parte; ni en el espacio, ni en el tiempo, ni en nuestros ojos; sólo en el frío, que todo el bosque, la realidad completa del bosque, habitara sólo en el frío, que bullera de vida en el frío. Bajo uno de esos cielos casi absurdamente azules, de un azul imposible, del invierno en Maine, en el silencio, uno puede llegar a creer que es tan antiguo como el bosque, tan sabio y viejo como el bosque, que su vida abarca esa misma extensión física inabarcable, y sonríe, tal vez porque es difícil creer que algo allí pueda morir.

- Andrés Barba (Madrid, 1975) es autor de Ahora tocad música de baile (editorial Anagrama).

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos

- Prefijo telefónico: 00 12 07.

- Población: el Estado de Maine tiene casi 1,3 millones de habitantes.

- Localización: Portland, la ciudad más grande del Estado, se encuentra a 162 kilómetros de Boston.

- Oficina de turismo: 00 1 88 86 24 63 45

; www.visitmaine.com.

- Guía: www.maineguide.com.

Cómo ir

- Delta (917 49 66 30; www.delta.com).

Vuelos a Portland desde Madrid y Barcelona, con conexión en Nueva York y Boston, por 719 euros.

- American Airlines (902 11 55 70; www.aa.com). A Boston por 686 euros.

- KLM (902 010 321; www.klm.com). Vuelos a Nueva York, en Internet, por 277 euros.

Dormir

- Bed & breakfast. En la página web

www.bedandbreakfast.com hay un listado de alojamientos en diferentes ciudades de Main.

- Inn at Saint John (773 64 81). 939 Congress Street. Portland. A partir de 74 euros.

- The Chadwick (774 51 41). 140 Chadwick Street. Portland. A partir de 105 euros.

- The Captain Daniel Stone Inn (725 98 98). 10 Water Street. Brunswick.

A partir de 108 euros.

Comer

- Bull Feeney's (773 72 10; www.bullfeeneys.com). 375 Fore Street. Portland.

- Anthony's (774 86 68). 151 Middle Street. Portland. Cocina italiana.

- Village Cafe (772 53 20). 112 Newbury Street. Portland. Cocina italiana.

- Bleacher's Restaurant & Sport Pub (772 92 29; www.bleachersportland.com). 334 Forest Avenue. Portland.

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