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Columna
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Anverso y reverso

El sol de julio caldea los guijarros en los países mediterráneos y empuja a la somnolencia. En otras regiones de Europa, el calor se alía con la humedad ambiental; dificulta la respiración y entontece. Aunque ni la somnolencia sureña ni la humedad norteña o centroeuropea nos impiden distinguir las dos caras de la medalla o la moneda de la actualidad con que tropezamos.

A comienzos de la semana pasada tropezamos con el anverso de la moneda en casa, el comunicado de la Conferencia Episcopal en el que se hacía un llamamiento a los parlamentarios católicos en Madrid para que hagan frente a la pecaminosa ley que proyectan los no menos pecaminosos socialistas o socialdemócratas en el Gobierno central; una ley que debe de regular las parejas -o los matrimonios no canónicos- de personas del mismo sexo y similares gustos; una legislación que, más o menos, se aplica ya en otras latitudes de nuestro entorno geográfico, político, social y cultural europeo, como Alemania y Holanda. Hablan las cabezas mitradas de la Península de falsas monedas refiriéndose a esa nueva realidad legal, y se dirigen también al pueblo católico con el fin de que organice la resistencia oportuna contra la ley en cuestión. No sabemos, de aprobarse la ley, si el Dios del Sinaí dejará caer una lluvia de azufre candente, como en Gomorra, sobre las cabezas de los parlamentarios que voten a favor o si el próximo verano será tan sofocante como el de estos últimos días de julio.

El reverso de la moneda pueden ustedes encontrarlo en Sankt Pölten, sede de una pequeña diócesis austriaca, regida por un obispo ultraconservador. Monseñor Krenn está convencido, afirma que la homosexualidad es una enfermedad incurable y grave. Algo debe saber el buen hombre sobre dicha enfermedad, puesto que tiene el seminario y la administración diocesana repleta de enfermos graves e incurables. El Santo Padre ha tomado cartas en el asunto y ha enviado a la enfermiza diócesis austriaca un visitador apostólico que, bisturí en mano, cure a los tonsurados. Es el reverso de la realidad episcopal española. Por cierto, según fuentes bien informadas, en el susodicho seminario tuvo lugar una ceremonia matrimonial canóniga entre dos personas de gustos similares. Cabe concluir que los obispos de nuestra Conferencia Episcopal son conocedores de cuantos reversos tiene la moneda de la realidad matrimonial.

En la cara de dos de las monedas de actualidad se distinguen las figuras de Aznar y Borrell. En el anverso, Aznar nos revela la megalomanía un tanto ridícula de quien pretende pasar a la posteridad mediante la fama, como si del padre de un Jorge Manrique cualquiera se tratara, con la ayuda del dinero público; el reverso de Aznar es el nefasto favor que le está prestando a su proprio y el sainete que sigue representando con el amigo americano que mueve a la sonrisa en media Europa, también durante las vacaciones y bajo un sol sofocante.

La moneda de Borrell es todo lo contrario; en el anverso la poca atención que se le prestó en casa a su elección como presidente del Parlamento europeo; en el reverso, afortunadamente, la atención que le prestaron los medios más allá de los Pirineos a una figura indomable y honesta que dimitió cuando lo tuvo que hacer y ganó prestigio internacional. No todo en Europa se circunscribe a comunicados episcopales, divertidos seminarios y medallas que tienen precio público.

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