Hacia la catástrofe final
Candidata al Premio Nobel de Literatura desde hace algunos años, Margaret Atwood (Ottawa, 1939) es la personalidad literaria más representativa de la literatura canadiense actual y una de los escritores más destacados de las narrativas occidentales. Sin embargo, pese a que es la novela el género que le ha otorgado reconocimiento internacional, no hay que olvidar que Margaret Atwood es también ensayista y poeta. De hecho, se inició en la escritura editando libros de poesía (unos quince volúmenes que le han valido varios premios en su país, Canadá, y fuera de él), género en el que está considerada como una de los mejores poetas de escritura inglesa del presente, y que no ha abandonado en ningún momento, alternándolo con la novela. Es más, ha dividido su quehacer literario en la práctica de dos escrituras completamente diferentes, o eso, al menos, es lo que se deduce de sus propias palabras en Under the Thumb (¿Cómo me hice poeta?): "En mi opinión, la poesía se nutre de la parte melancólica del cerebro, y si no haces nada para evitarlo, te encuentras caminando lentamente por un largo túnel sin salida. Yo he evitado esta situación convirtiéndome en ambidiestra: también escribo novelas". Y, en una entrevista con Joyce Carol Oates, publicada en The New York Times, insistiendo en la diferencia existente entre su poesía y sus novelas, afirmaba que los críticos y lectores, que se obstinaban en entablar paralelismos entre su poesía y su narrativa, no reconocerían su escritura poética en caso de que la publicara con seudónimo. Sea como fuere, el caso es que Margaret Atwood abandona, periódicamente, el universo "aural" de la poesía -así lo denomina ella en la citada entrevista- para refugiarse en la "racionalidad" de la novela. Y, debido a tal disociación, disfrutamos sus lectores de dos magníficas Atwoods: la poeta y la novelista. De la primera, menos editada en España, disponemos de Asesinato en la oscuridad (KRK Ediciones, traducido por Isabel Carrera, ), Juegos de poder (Hiperión, traducido por Pilar Somacarrera), Los diarios de Susana Moodie (Pre-Textos, en traducción de Lidia Taillefer y Álvaro García) y Luna llena (Icaria, en versión de Luis Marigómez). Cuatro títulos que han tenido la suerte de encontrar excelentes traductores. Destino que, en general, han tenido también sus novelas: El cuento de la criada (actualmente en Ediciones B, sello que reedita todos los títulos de la autora), novela futurista con una crítica contundente a los totalitarismos; Ojo de gato, extraordinaria recreación del universo infantil, calificada por muchos críticos como su mejor novela, galardonada con el Premio Booker 2000; El huevo de Barba Azul; Resurgir (incluida por Harold Bloom en su Canon Occidental); Doña Oráculo; Alias Grace; El asesino ciego, y el volumen de relatos titulado Chicas bailarinas (Lumen, 1999).
ORYX Y CRAKE
Margaret Atwood
Traducción de Juanjo Estrella
Ediciones B. Barcelona, 2004
422 páginas. 19 euros
Escritora que ha elegido la novela como género apropiado para expresar su visión del mundo y del hombre contemporáneo, Margaret Atwood que en toda su obra narrativa despliega una concepción sumamente crítica y nada cómoda de la sociedad en que vivimos, en Oryx y Crake, su última y sorprendente novela, lleva al extremo su talante acusatorio. Autora capaz de profundizar en las razones y complejidades del comportamiento humano, de los hombres y mujeres que luchan entre sus sombrías interioridades y la feroz realidad exterior, social, es, también, una dura e inflexible voz que denuncia los mecanismos de poder provocadores de toda clase de injusticias sociales, políticas, económicas, religiosas y étnicas que se ceban en los sectores más desprotegidos de la humanidad. Esa faceta crítica es, justamente, el eje de Oryx y Crake. Comparada con Un mundo feliz, de Huxley, esta ficción especulativa de anticipación constituye una lectura escalofriante por lo cercano que podría estar este universo aterrador creado por la ciencia en oscura alianza con los intereses económicos de una industria farmacológica, obsesionada por poner en circulación enfermedades surgidas de los laboratorios para poder seguir enriqueciéndose con productos supuestamente curativos.
Los lectores habituales de
esta autora que recuerden el carácter futurista de El cuento de la criada no les sorprenderá el hecho de que nos regale ahora con una obra de anticipación, terreno en el que dada la poderosa imaginación alcanza logros en verdad impactantes. Irónica, poética en ocasiones, sagaz y dotada de un dominio narrativo excepcional, Margaret Atwood nos introduce en un mundo donde los científicos -encerrados con sus familias en complejos residenciales donde se ha recreado artificialmente el escenario de la vida cotidiana anterior a la catástrofe final- crean animales nuevos, alimentos nuevos, seres humanos nuevos, al margen de una humanidad hambrienta, relegada a habitar las plebillas, suerte de ciudades donde se amontonan y sufren. Los adelantos de la ciencia y de la alta tecnología hoy ya en marcha -transgénicos, clonaciones, etcétera- son los medios sobre los que Atwood lanza su advertencia: pueden suponer la curación de mucho sufrimiento físico y el alivio de millones de seres humanos que pasan hambre; pero, en manos de políticos y de poderes irresponsables, en manos del capitalismo salvaje dominante hoy día en el mundo, pueden crear el infierno.
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