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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Werner Tübke, pintor

La libertad, es de sobra conocido, nunca figuró entre las prioridades del socialismo realmente existente. Uno de los ámbitos que más se resintió de ello fue el arte, una y otra vez sometido al férreo régimen del partido único y su idea fija de que la cultura, ante todo, debía celebrar las conquistas del proletariado. También Werner Tübke, pintor alemán de 74 años, fallecido el jueves por la noche tras una larga enfermedad, enfrentó este dilema de aceptar, o no, los cánones estéticos oficiales. En 1973 pintó un cuadro con dos lados: en el uno, titulado En la playa de Roma Ostia I, recreó una estampa veraniega con figuras que, pese a sus bañadores, parecían pintadas por El Greco, mientras que en el otro, llamado Clase obrera e intelectualidad, postulaba una sociedad, la de la República Democrática Alemana (RDA), con un sinnúmero de trabajadores, en primer plano, y unos cuantos burgueses, de espaldas.

La recreación del arte clásico, sobre todo italiano, fue una de las constantes en la obra de quien un crítico de arte alguna vez describió como "gran manierista". La otra fue su interés por la épica, evidente ante todo en su monumental puesta en escena de la Temprana revolución burguesa en Alemania, un mural circular que, leáse bien, se extiende por 14 metros de alto y 123 metros de largo. En sus más de 3.000 figuras Tübke describió, rememorando ésta vez a Brueghel El Viejo, una batalla entre campesinos y aristócratas de 1525. Pincel en mano, le tomó once años acabar esta epopeya que le había sido encargada por el partido único SED. Aunque su arte nunca dejara de ser ambivalente en el mejor sentido de la palabra, el régimen desde muy temprano hizo las paces con él, seguramente también porque su fama desde los años sesenta comenzó a trascender la cortina de hierro. Junto al asimismo recientemente fallecido Wolfgang Mattheuer, y a Bernhard Heisig, Tübke fue fundador de la llamada Escuela de Leipzig, un movimiento que a la par de aceptar el encargo de un arte social reclamó como imprescindible la perfección pictórica.

El leve tufo de arte oficialista nunca se lo quitó, pero Tübke no cayó en desgracia después de la caída del muro de Berlín, y, al contrario, comenzó a ser reconocido como uno de los grandes artistas que dio Alemania en la segunda mitad del siglo XX. Reunificado el país, decidió deshacerse de todos los premios que le había concedido la RDA y donar el correspondiente dinero. "Nunca me doblegué", aseguró.-

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