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Columna
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Ya pita Camps

El cronista tiene la percepción de que en esta última semana le han fregado los suelos, han colocada cada mueble en su lugar, después de desempolvarlos, y han abierto las ventanas, para que se ventile la colmena autonómica, que buena falta le hace. Pero a pesar de tan esmerada limpieza por fin de temporada, aún se huele a Zaplana que echa de espaldas. Se ve que algunos políticos, como sucede con ciertos animales de presa, orinan las fronteras de su territorio para disuadir a los intrusos de incursiones y veleidades incómodas, aunque el intruso sea o parezca de su misma especie. La presencia de Rajoy y Acebes, y la esperada ascensión de Camps a la presidencia del PP valenciano, puede que hayan disipado o encubierto la crisis, pero no la urea. La urea aunque químicamente considerada no es más que materia orgánica, en el reino de la política es carisma, aval de influencias para los incondicionales y entresijo de redes clientelares muy densas y cómplices. De aquí al próximo congreso, Camps debería darle lo suyo al estropajo y a la lejía. Porque ese persistente olor es un todo un presagio.

Como el PP anda aún descalabrado y confuso a raíz de su caída en los infiernos de la oposición, ha elaborado un repertorio de descalificaciones e insultos, con la pretensión de fulminar al adversario político, no con argumentos y razones, sino con palabras encanalladas y con el nombre de su destinatario escrito en la vaina. Es un recurso muy penoso, pero así van después del trauma: adiestrándose en su manejo, con rapidez y descaro. Han pasado de la rigurosa y recomendable autocrítica, del público reconocimiento de su absoluto y arrogante gobierno, a disparar sus revólveres verbales de pistoleros solitarios, contra quienes los pusieron de patitas en la calle. Acebes, sin ir más lejos, ha llamado a Alonso, titular ahora del Ministerio del Interior, mediocre, incompetente y miserable, frente a lo que ha considerado una presunta acusación, sin más fundamento que su impotencia y su amargura. Están crispados y parece que tratan de enrarecer a todo trance la convivencia y la ejecutoria de un pueblo soberano, que los ha abatido con el arma democrática del voto, mucho después de apabullarlos en las multitudinarias manifestaciones, a las que también desoyeron, con un desprecio intolerable y de alto coste electoral. En la Junta Directiva del PP valenciano del miércoles, se encalmaron los ruidos del enfrentamiento de las dos facciones del partido. Ahora, queda un sordo e inquietante rumor circulando por las galerías subterráneas. Se guardan las apariencias, pero continúa la discreta toma de posiciones. Sucede, sin embargo, que Zaplana actúa desde la oposición, desde su único puesto público, mientras que Francisco Camps, por fin, actúa desde el poder, como presidente de la Generalidad y del PPCV, mientras se mueva en el espacio autonómico de sus competencias. Fuera, es también oposición. Esa dualidad, lo ha llevado a cultivar la ambigüedad, tras su insatisfactoria, aunque legítima, entrevista con la ministra de Medio Ambiente. Camps rechazó la alternativa al trasvase del Ebro, y habló de engaño y agresión. Rozó el insulto, pero muy sagaz lo dejó en crítica y en el umbral de los tribunales. Está en su derecho. Pero. ¿pita Camps?, ¿o solo desafina?

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