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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La gallina ciega

Antonio Elorza

André Glucksmann nos ofrece una nueva reflexión original en torno al periodo de crisis abierto con los atentados del 11-S. Entonces analizó el tema en clave del nihilismo que subyace a las acciones terroristas. En este nuevo libro, encara la guerra de Irak, asumiendo de nuevo una posición contra corriente. Glucksmann se enfrenta al que llama "bando de la paz" y defiende la tesis de la eliminación necesaria de Sadam Husein. Es, pues, hoy día uno de los contados defensores de la guerra desencadenada por George Bush.

La primera cuestión que suscita Occidente contra Occidente es si el ensayo filosófico-político constituye la vía más fértil para el análisis de esta crisis. Muchos adversarios de las tesis de Glucksmann estarían de acuerdo con la rotunda condena del régimen de Sadam Husein y con la exigencia de plantear a fondo la lucha contra el nuevo terrorismo globalizado. El problema es que ni Irak tenía nada que ver con Al Qaeda, ni suponía a corto plazo amenaza alguna contra Occidente, y de los catastróficos resultados de la victoriosa invasión, ¿para qué hablar? "Los disidentes iraquíes", advierte André Glucksmann, "llevan señalando desde hace tiempo que la principal arma de destrucción masiva de Sadam es el propio Sadam". Aceptémoslo como hipótesis, pero difícilmente puede suscribirse la idea de que su supresión puede llevar a la aparición de un Václav Havel iraquí. Tampoco sirve de mucho medir por el mismo rasero a Bin Laden, Kim Jong II o Putin. La especificidad de la organización Al Qaeda aconseja huir de las amalgamas; de ahí que su fusión en la estrategia de Bush con el tema de Irak haya llevado a la catástrofe. Glucksmann acusa a los pacifistas, que se manifiestan contra el Pentágono y la guerra de Irak, de practicar "la magia de las palabras". Bastante queda de ese residuo antiamericano de la izquierda, y más aún va a quedar después de esta crisis, pero a la vista de lo sucedido ha sido más razonable alinearse detrás de esa magia de las palabras, en esta ocasión criterio de elección racional, que al lado de una justificación de la política temeraria del equipo de Bush y de sus socios de las Azores.

OCCIDENTE CONTRA OCCIDENTE

André Glucksmann

Traducción de Mónica Rubio

Taurus. Madrid, 2004

189 páginas. 16,50 euros

Son las de Glucksmann reflexiones que parecen escritas hace un año, cuando la rapidez de la invasión ofrecía a Washington los mejores augurios. "El derecho de injerencia", escribe, "procede de la ley no escrita de Antígona. El deber de detener a un perpetrador de masacres está autorizado por la masacre misma". Gracias, pues, sean dadas a Bush y a Blair. Ocurre, sin embargo, que no estamos ante personajes clásicos del western, orientados únicamente a lograr el imperio del bien. Los sistemas de intereses económicos, la pretensión de hegemonía en la zona, contaron a la hora de lanzar esta aventura, y en cambio Bush no se apoyó en un análisis mínimamente realista de la situación. No se acaba con los terroristas sirviéndose de la mentira, de la guerra, y lo que es peor, de la inconsciencia. El pacifismo puede ser unas veces ingenuo, otras sectario. Los planteamientos de Glucksmann, con fogonazos dispersos de lucidez esparcidos por el texto, son sólo el resultado de un análisis apriorístico y erróneo de la grave crisis en curso. Más valiosas son sus advertencias de carácter general, desligadas del tema central del libro: "A partir de ahora", escribe pensando en el terrorismo islámico, "la carnicería avanza sin máscara y extrae argumentos de su radicalidad misma". Por eso conviene no cometer trágicos errores que refuercen su prestigio y le proporcionen nuevos campos de actuación. Ahora sí está Al Qaeda en y con Irak.

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