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Reportaje:

El 'beato' que iluminó una mujer

La editorial Moleiro dona al MNAC un ejemplar del facsímil del códice conservado en Girona

La conquista de la Península Ibérica por las huestes musulmanas en el siglo VIII obligó a los nobles y religiosos cristianos a refugiarse en las montañas del norte de Hispania. A la angustia creada por el envite invasor, se añadió el apogeo de corrientes heréticas que ponían en peligro la unidad de la Iglesia. Para defender la ortodoxia, un abad retirado en el valle de Liébana, de nombre Beato, escribió en el año 776 unos Comentarios al Apocalipsis de san Juan que se convirtieron en un best seller de la época. La glosa del monje se reprodujo en un sinfín de códices, algunos con bellas ilustraciones, que acabaron denominándose con el genérico beatos.

Uno de los ejemplos más valiosos de estos tomos religiosos se conserva en Cataluña, el conocido como Beato de Liébana, Códice de Girona, que se elaboró en torno al año 975. La editorial Moleiro publica ahora un facsímil que reproduce fielmente hasta el más mínimo detalle del volumen original y se presentó ayer en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), centro al que ha donado un ejemplar. En la laboriosa factura de esta copia se incluyó la fabricación de un papel especial con las mismas características del pergamino de oveja usado en el legajo. "Con la reproducción hemos querido democratizar la difusión del Códice de Girona y ponerlo a disposición de los expertos. El original queda de esta manera resguardado de los posibles daños que se pudieran producir durante su consulta", explicó el editor Manuel Moleiro en la presentación del facsímil. Un total de 987 ejemplares numerados conforman esta edición de lujo, que se acompaña con un estudio del doctor en geografía e historia Carlos Miranda García-Tejedor.

Algunas peculiaridades convierten al Beato de Girona en una auténtica joya del arte medieval. Además de ser el más iluminado de todos los que se han conservado -alrededor de 23 manuscritos realizados entre los siglos X y XIII-, es el único cuyas miniaturas fueron pintadas por una mujer. La religiosa, que, como consta en uno de los folios se llamaba En, pintó para esta obra 124 escenas evangélicas de un estilo no superado por sus sucesores. Moleiro afirmó que un objetivo de la publicación es reivindicar la calidad del trabajo de la artista, marginada en aquel tiempo por ser una mujer. A pesar de esta falta de consideración histórica, En fue la responsable de introducir en el programa iconográfico típico de los códices nuevos motivos pictóricos, entre los que destacan los temas de la cruz y de la maiestas que abren el libro. Hasta su aparición, los miniaturistas se limitaron a copiar el trabajo del maestro mozárabe Magio, autor que revolucionó la pintura de la Edad Media con el Beato de Tábara, un trabajo inspirado en la escuela bizantina. "La autora tuvo como ayudante al presbítero Emeterio, pero sus escasas intervenciones no son de la misma calidad. En aquella época no era habitual encontrarse manuscritos iluminados por una mujer, por lo que la labor de En no fue tomada en cuenta como se merecía", señaló el editor.

A juicio del prior del monasterio de Silos, Miguel Vivancos, este códice es una muestra perfecta del papel fronterizo de Cataluña en el ámbito cultural durante la Edad Media: "Cataluña fue protagonista de la comunicación de ideas entre la sociedad castellana y la corte carolingia. Este protagonismo explica el traslado final de la obra en 1078 desde el monasterio de San Salvador de Tábara, en Zamora, hasta la catedral de Girona, donde se conserva actualmente".

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