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Columna
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Liebres y sardinas

Perdieron principalmente las elecciones en las anchas tierras hispanas porque intentaron convencernos de que por el mar corren la liebres y por el monte las sardinas. Los votantes, incluidos los nueve millones y pico que siguieron optando por los conservadores de Aznar, sustituyeron hace tiempo el candor infantil por un democrático candor, y ahí están los resultados electorales para su estudio y análisis. Si se observan con atención, incluso el electorado de la circunscripción electoral de Castellón, de su natural centrista y escorado ligeramente a la derecha, votó en contra de quienes narraban las tragicómicas historias de las bélicas sardinas por el monte y liebres escondiendo en el mar armas de destrucción masiva. Los partidos antibelicistas superaron en varios miles de votos al partido que acaudilla Carlos Fabra en las comarcas norteñas valencianas: es una cuestión de sumas y restas cuando se analizan los resultados con una determinada perspectiva. Esos resultados en la decimonónica provincia de Castellón tienen su relevancia si consideramos el entramado clientelismo electoral montado en la circunscripción también electoral; clientelismo de cuyas riendas tienen puntual conocimiento en la provincial Diputación.

Y desde esa perspectiva que ofrece la lejanía o la relativa distancia, se observa la dimisión de Ernst Welteke y no la de Carlos Fabra. Welteke era el presidente del Banco Federal Alemán. Fue nombrado en su día para el cargo por el Ministro de Finanzas. Se relacionó estrechamente con entidades bancarias no estatales, y esas entidades no estatales le ofrecieron algunos regalitos que el destartalado Ernst aceptó amablemente. Algo más de siete mil euros le ha costado la dimisión. Unos euros pagados por una entidad privada por la estancia de cuatro días de Welteke en un hotel de lujo. En los medios de comunicación germanos se puso el grito en el cielo como debe ser para informar a la opinión pública de esa actuación destartalada del banquero por excelencia del país. La prensa europea y por supuesto este mismo periódico dieron a sus lectores puntual noticia del caso Welteke, el cargo mejor pagado entre Polonia y el Atlántico. El desaguisado del caso Welteke saltó a la luz pública a partir de unas cartas anónimas y unas facturas enviadas a la prensa.

Aquí, y también con perspectiva, el caso Fabra saltó a la prensa y a las ondas hercianas a partir de un incidente relacionado con el Sexto Mandamiento en un entorno de amigos. De pagos y regalos y fantasmagóricas empresas tiene conocimiento la opinión pública, mientras el entorno de Fabra se convierte en una nueva Numancia con adhesiones inquebrantables al jefe, inmejorablemente remunerado por la Diputación provincial y ocupado en múltiples empresas privadas. Desde luego el protagonista del caso Fabra no es el empresario de Artana, cuyos avatares en su vida privada traen sin cuidado a la ciudadanía, ni Welteke, porque ya hubiese dimitido. Aquí no hay paralelismo alguno con cuanto sucede en Centroeuropa en estos casos. Aquí se ataca a los medios de comunicación o se ironiza sobre la escasa lectura de periódicos en el País Valenciano, como hizo Fabra, y no pasa nada. O mejor dicho , sí pasa. Pasa que en las filas Partido Popular por estos pagos se sigue insistiendo, cuando sale a colación el caso Fabra, que por el mar corren las liebre y por el monte las sardinas. Pero la ciudadanía ha perdido ya el candor infantil y lo sustituye por un democrático candor, también cuando acude a unas urnas autonómicas, locales o provinciales.

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