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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Patria partida

Hace años que el Aberri Eguna -literalmente, Día de la Patria- dejó de ser una referencia unitaria para los vascos. Ahora cada partido nacionalista lo celebra por su cuenta, y los no nacionalistas se abstienen. Es un reflejo de la pluralidad de la sociedad vasca. Lo que se reclamaba conjuntamente durante la dictadura y comienzos de la transición, libertad y autonomía, ya quedó plasmado en la Constitución y en el Estatuto de Gernika. Lo que ahora reivindica cada partido nacionalista es su programa singular: su concepción de la patria vasca.

La novedad de este año ha sido la presencia como nuevo líder del PNV (partido que recoge a dos tercios del electorado nacionalista) de Josu Jon Imaz y la expectativa que despierta la llegada de Zapatero a La Moncloa, con lo que los nacionalistas se han puesto a la espera de ese cambio de talante que promete quien será investido el viernes presidente del Gobierno y al que ya reclaman dosis de democratización, modificaciones en el Código Penal y otras reformas. En aparente ruptura con la recaída de su antecesor, Xabier Arzalluz, en el nacionalismo etnicista de raíces aranistas, Imaz ha ido deslizando desde su elección referencias a un nacionalismo cívico, integrador, abierto al pluralismo. Su partido - cuyo manifiesto de ayer no contenía una sola referencia a los atentados en Madrid del 11-M, aunque sí se mencionó en diversos actos- ha colocado este Aberri Eguna bajo la bandera de la "Europa de los pueblos".

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Es mejor que el discurso se distancie del etnicismo y que la referencia sea Europa. Sin embargo, falta que ambas cosas se traduzcan en políticas coherentes con esa orientación, pues también los nacionalistas han de cambiar. Imaz no renuncia a la propuesta de Ibarretxe y su Gobierno, es decir, una propuesta de ruptura desde dentro del Estatuto de Gernika cuyo efecto es sustituir un marco compartido por el 85% de los vascos por otro en el que sólo se reconoce la mitad nacionalista de la población. Pero lo va dilatando en el tiempo. Y si la referencia a Europa y a su próxima Constitución plantea, efectivamente, problemas que no se han resuelto de participación de las instituciones vascas en las decisiones a tomar por España en Bruselas, oculta que la Unión Europea no contempla esa figura híbrida del status de libre asociación que ni es un Estado independiente ni región autónoma integrada en un Estado miembro.

Por definición, el Aberri Eguna es un día de autoafirmación de las ideas y creencias nacionalistas. No es un marco en el que sea de esperar una rectificación en profundidad, y menos cuando el plan Ibarrtexe se ha convertido en el principal factor de cohesión entre los dos sectores latentes en el PNV: el partidario de una política de frente nacionalista con un programa soberanista y el que duda si volver a pactos transversales. Pero más allá de cualquier voluntarismo y de lo que tenga de realidad una posible tregua de ETA -Imaz recordó, lo que quizá no era tan obvio para muchos, que la banda "no tiene cabida en una nación libre"-, las recientes elecciones han reafirmado que la patria nacionalista es sólo la mitad de la patria vasca.

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