Científicos jóvenes vuelven a España con dinero bajo el brazo
Ana Caño y Eloísa Herrera son científicas y llevan años trabajando en Estados Unidos, con tan buenos resultados que han sido elegidas como beneficiarias de unos premios que les permitirán volver a su país para dirigir sendos grupos de trabajo propios en centros de investigación españoles. Son los primeros científicos españoles que han obtenido el Career Development Award (Premio para el Desarrollo de la Carrera), un programa que inició en 2001 la organización Human Frontiers, de la que ambas han sido ya becarias.
Que Caño y Herrera puedan optar a este premio significa, sin embargo, que España es considerada como un país subdesarrollado científicamente, que no ha establecido el marco adecuado para evitar la fuga de cerebros. Las dos investigadoras dispondrán de 74.600 euros anuales cada una, durante dos años, para hacer lo que quieran con ellos. Pueden pagar sueldos y comprar equipos y todo lo necesario para establecer, aunque complementando esta cantidad con financiación nacional, una línea de trabajo avanzada en España.
Programas internacionales mitigan la inactividad española ante la fuga de cerebros
Aunque poco frecuentes, ellas no son los únicos casos. Ángel Barco, que también está en Estados Unidos, ha resultado elegido por un programa nuevo de la UE para recuperar cerebros, el Marie Curie Excellence Grants, que repartirá una gran cantidad de dinero -25 millones de euros- entre sólo 15 o 20 proyectos. En su caso todavía está pendiente de que termine el proceso, pero espera que todo salga bien y pueda volver a trabajar a España este mismo año dirigiendo su propio grupo. Ambos programas tratan de que los investigadores jóvenes más prometedores tengan medios para establecerse, en la esperanza de que su país de origen les recupere definitivamente y no exigen resultados.
Ana Caño, madrileña, tiene 31 años, pero ya lleva nueve en el extranjero. Se licenció en Biología en la Universidad de Alcalá de Henares y se fue al Reino Unido a hacer el doctorado en biología de plantas. Desde hace dos años y medio está en el Salk Institute (San Diego, Estados Unidos), investigando receptores hormonales en plantas. Desde allí, explica por teléfono que cree que su proyecto, que desarrollará en el consorcio CSIC-IRTA (Instituto de Investigación en Tecnología Agroalimentaria) de Barcelona ha sido elegido por Human Frontiers, además de por buen historial científico, por el hecho de que combina la biología teórica con la genética.
Caño pretende estudiar cómo se forma el sistema vascular en la planta modelo Arabidopsis thaliana, buscando los genes que controlan el desarrollo y también con modelos matemáticos. Esta línea de investigación básica la combinará con un contrato Ramón y Cajal en el área de agronomía para estudiar la genómica del melón con vistas a su mejora. Caño piensa volver en septiembre próximo y ya está buscando al menos un estudiante de doctorado para su equipo (correo electrónico: cano@salk.edu).
Eloísa Herrera, que nació en Granada hace 33 años, lleva cuatro en la Universidad Columbia en Nueva York. Es especialista en neurociencias e hizo el doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid bajo la dirección de María Antonia Blasco, entonces en el Centro Nacional de Biotecnología. Va a incorporarse al Instituto de Neurociencias en Alicante (centro mixto del CSIC y de la Universidad Miguel Hernández) que dirige Carlos Belmonte. Además de su premio de Human Frontiers, Herrera ha obtenido, al igual que Caño, un contrato de cuatro años dentro del programa Ramón y Cajal del ministerio de Ciencia y Tecnología y va a solicitar subvenciones para proyectos al Plan Nacional y posiblemente al Programa Marco de la Unión Europea.
En conversación telefónica desde Nueva York, Herrera no presume de nada, pero su historial científico es impresionante. Ha trabajado en la base genética de la visión binocular y uno de sus trabajos figura en el tercer puesto entre los 10 primeros de neurobiología en la clasificación de Faculty of 1.000, en la que votan 1.000 destacados científicos de todo el mundo. Cuando vuelva a España a finales de año quiere seguir investigando cómo los axones neuronales son capaces de crecer para llegar a su destino, en algún punto del cerebro, siguiendo diferentes señales bioquímicas.
Barco, que tiene 34 años y lleva seis en la Universidad Columbia tras doctorarse en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (Madrid) estudia las bases moleculares de la memoria. En los tres casos citados, los científicos españoles han completado su formación con pesos pesados de sus áreas respectivas: Caño con Jeanne Chory, una de las especialistas en biología de plantas más prestigiosa del mundo; Herrera y Barco con Carol Mason y Eric Kandel respectivamente, dos de los mejores neurocientíficos del mundo.
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