"La ropa no es lo importante, lo que queda son las personas que hay detrás"
La diseñadora Sybilla Sorondo (Nueva York, 1963) celebra sus 20 años de profesión y éxito en la moda con una exposición que se inauguró esta semana en el FAD (Fomento de las Artes Decorativas) de Barcelona, dentro de las actividades paralelas de la Pasarela Gaudí y la Barcelona Fashion Week. La legendaria diseñadora, siempre inspirada y fiel a su estilo, expone su trayectoria y sus hallazgos, en los que reconoce el cohesionado trabajo de un equipo que abarca gestión y creación. Con un aura de timidez y reserva, Sybilla se ha animado a dar el paso de desnudarse y analizarse en una muestra.
Capaz de diseñar con magia y mucho amor desde una vela hasta un sobrio traje de fiesta (al que se podría aplicar una lectura zen), desde una sábana para ovillarse hasta una sandalia de síntesis racionalista, Sybilla es una verdadera maquinaria creativa que sostiene con su propia y delgada estructura el esqueleto de su empresa y su firma, un entramado feliz y riguroso a la vez donde se respira, por encima de todo, un aire positivo y optimista que luego, en las piezas, ganan un peso de sinceridad y contundencia.
"Disfruté trabajando con la coreógrafa Blanca Li, la admiro muchísimo"
"Me influye todo lo que pasa por mi vida, la gente, los viajes, las historias"
La diseñadora que más ha jugado al sueño vuelve a la actualidad de la moda con su próxima presentación italiana.
Pregunta. La implantación en Japón de la firma Sybilla y sus productos, ¿qué volumen de mercado tiene?
Respuesta. Hace ya años empezaron importando y más adelante se pusieron a fabricar. Seguimos un largo proceso para conseguir que la ropa fuera más accesible sin perder su estilo, abrieron muchas tiendas y ahí sigue... Parece que es de las pocas líneas que se mantienen fuertes y es una suerte, porque el mercado japonés pide novedades constantemente. Para mí es muy buen ejercicio, desarrolla el músculo creativo y además no tengo que hacer concesiones. Estimula trabajar allí, no dejan que te duermas.
P. Han pasado más de veinte años de la movida madrileña. ¿Se sintió parte de aquel entusiasmo?
R. Entonces me sentía un poco fuera, pero ahora, mirando atrás, me doy cuenta de que estaba en pleno remolino. Era estupendo, todo parecía posible, nos íbamos a comer el mundo. Volvía a Madrid de París, donde trabajaba, y me parecía el paraíso. La gente que se reía por la calle. La noche, las pintas... Tanta energía. Podía haberme quedado en París para intentar ser un asistente de un asistente de algún diseñador, parecía una locura venir a Madrid a hacer moda, no había nada... Pero lo tenía claro, no me quería perder lo que estaba pasando. Empecé vendiendo camisas por los bares, en las fiestas. Al final resultó que estaba en el buen sitio, en el buen momento. Madrid empezó a despertar la curiosidad. Llegaban periodistas extranjeros que nos visitaban como animales raros en un zoológico. Creo que no éramos conscientes en ese momento de hasta qué punto el Ayuntamiento de Madrid de entonces, con Tierno Galván, apoyaba y fomentaba que todo esto fuera tomando forma. ¡Cómo han cambiado las cosas!
P. En el terreno de la moda, ¿qué influencias reconoce?
R. Hago lo que me gusta. Lo que siento. Me influye todo lo que pasa por mi vida, la gente, los viajes, las historias... todo deja huella, pero no de manera consciente. Lo voy descubriendo después. Esta exposición me está ayudando a entender mi forma de trabajar. Siempre he intentado cambiar mi manera de contar las cosas. Creía que no era fácil encasillarme, ahora ya no estoy tan segura. Siempre me ha costado definirme.
P. Insiste en mantenerse fuera de la furia de las tendencias.
R. Es pura comodidad. ¡Debe ser muy cansado eso de tener que estar al acecho para descubrirlas y que no se escape ninguna! Lo digo con el mayor de los respetos. Es difícil y todo un arte hacerlo bien.
P. ¿Qué motivó su salida de Cibeles? ¿Dónde desfilaría hoy?
R. Tuve la suerte de tener un productor en Italia que me montó una sala de desfiles para mí sola, todo un lujo. Los desfiles que hacíamos entonces eran complicados, con amigos y modelos especiales, eran pequeñas películas que me gustaba poder ensayar. Eso, en el Cibeles de entonces, no era posible. El último desfile que hice fue un showroom de Madrid, pequeñito, de andar por casa, con tres modelos. La ropa se podía tocar, ver de cerca... Creo que ése es el tipo de presentaciones que me interesan ahora. Y sin tener la obligación de repetir cada seis meses. ¡Para la firma seguro que sería saludable desfilar de nuevo, pero para mí no!
P. Sybilla se prodiga poco: ¿estrategia o timidez?
R. Falta de tiempo entre otras cosas y, sí, también un poco de timidez; ¡pero he mejorado mucho en los últimos años!
P. ¿Es necesario el "diseñador estrella" para obtener el éxito?
R. Durante años parecía que sí, pero creo que las cosas están cambiando. Van surgiendo marcas que tienen mucho éxito que están creadas por parejas, tríos, equipos. Yo creo que es el futuro, se lo recomendaría a cualquier diseñador que empezara.
P. Su experiencia con el vestuario teatral y de danza.
R. Me han propuesto muchos, pero he aceptado poco porque me gusta tanto, que me entrego demasiado y las demás líneas salen perdiendo... Lo que más disfruté fue trabajar con Blanca Li, la admiro muchísimo. Sobre todo como persona. Tuve la suerte de estar cerca de ella mientras preparaba Salomé... Tiene muchísima fuerza. Me quedé muy contenta del trabajo que hicimos; vestidos para trapecistas, vestidos que hacían música. Mucha investigación, muchos juegos, y de allí salieron muchas otras cosas.
P. ¿Usa los tejidos tecnológicos; cómo ve su implantación?
R. Los uso, pero poco. Me parecen interesantes estéticamente y útiles para algunas prendas, pero me preocupa su efecto sobre el cuerpo. Me he dedicado un poco a investigar el efecto de los tejidos que van en contacto con la piel. Es asombroso, pueden afectar el estado de ánimo, el olor del sudor e incluso cómo te relacionas con los demás. De ahí viene mi obsesión por los tejidos naturales. La última colección está hecha casi toda con distintos tipos de seda, que para mí es el tejido mágico.
P. Hay ahora en su entorno una diversificación muy significativa: Sybilla y los productos laterales: la casa, accesorios de hogar, complementos. ¿Exigencias del mercado o motivación personal?
R. Empezaron por puro gusto, por curiosidad, ganas de trabajar con artesanos y nuevas industrias.
P. ¿Qué la decidió aceptar esta muestra?
R. La idea fue del diseñador Antonio Alvarado, y él se la propuso al FAD. Es además el comisario de la exposición. Sin él no me hubiera atrevido, a mí me daba bastante pudor y mucha pereza. Él le puso el nombre, y marcó el ritmo. A partir de ahí, empezamos a revolver en los armarios. Cada uno estamos terminando nuestras colecciones de temporada. Los dos volvemos a presentar después de años sin hacerlo, él en Cibeles, y yo en Italia. Entre prueba y prueba, quedamos para volver 20 años atrás, una locura, pero al final está siendo divertido y, sobre todo, muy sano.
P. ¿Qué resume la muestra?
R. Es la historia de nuestra trayectoria, un repaso de 20 años. Una mirada atrás. Desde lejos las cosas se ven muy diferentes. Enseñar lo que hemos hecho estos años y compartirlo es la mejor manera de cerrar una etapa, ordenar recuerdos, prepararme para hacer otra cosa. Puede que a alguien le sirva saber cómo se vivía la historia por dentro. Es una exposición pequeña, modesta, hecha con poco tiempo. Quería que fuera una visión ligera y rápida de los años pasados, pero está siendo toda una "removida" emocional. Al final la ropa no es lo importante, lo que queda son las personas que compartimos esos momentos, las historias que hay detrás, y nosotros tenemos muchas y muy bonitas.
Babelia
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