_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ópera

Música, voz, texto. Una introducción a la ópera a partir de la programación del Maestranza es el título del Curso de Extensión Universitaria que dirigen Rosario Samper y Eva Laínsa, en el que intervienen, además de musicólogos, los propios protagonistas de la ópera: el barítono Carlos Álvarez, el compositor Tomás Marco y el director de escena y del Maestranza, José Luis Castro.

Entre el numeroso público interesado -más de 50 personas se han quedado sin poder asistir- hay dos vertientes: los que desean conocer la ópera desde un punto de vista intelectual, y los ya conocedores que quieren formular preguntas sobre la puesta en escena, la interpretación de un cantante o de la orquesta, el repertorio, o cualquier otro aspecto del tema que se trata.

En los dos primeros días del curso ya se ha dejado claro que la ópera no es un espectáculo del pasado estereotipado y repetido, igual a sí mismo; pues la creación operística moderna, que nace en el siglo XVIII, está en continua evolución, y no será hasta el siglo XX cuando se vincule de nuevo con sus orígenes de teatro musical, aquella época en la que gozó de tanta popularidad. Porque lo que se intenta demostrar es que no hay razón para que la ópera no pueda formar parte de la vida cultural de Sevilla, ni tampoco para considerarla un espectáculo menos popular que otros. Al fin y al cabo, la popularidad de hoy no es más que el resultado de la propaganda. Además, no se va a la ópera o a un concierto para cultivarse, sino para emocionarse con los sentidos, y eso lo puede hacer cualquiera, no hace falta ser un melómano.

Hay quienes creen que, en esta ciudad en la que hay público de sobra para llenar el teatro durante seis representaciones, se necesita una apuesta seria por parte de las instituciones -que es verdad que la han ido abandonando desde que terminó la aventura del 92- con una buena programación de dificultad progresiva y suficientemente abundante como para permitirse óperas contemporáneas. Porque lo que sí es cierto es que hay que habituarse para tomarle afición. Y para eso sería también conveniente darla a conocer desde la infancia: para eso y para educar tres de los cinco sentidos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_