_
_
_
_
_
CULTURA Y ESPECTÁCULOS

La legendaria sala Suristán cierra sus puertas

Diego A. Manrique

El pasado sábado muchos de los clientes del madrileño Suristán, el local emblemático de las músicas del mundo en nuestro país, recibían llamadas telefónicas o correos electrónicos. Los responsables de la sala anunciaban el cierre inmediato, tras esa misma noche: Suristán, tras unas obras de acondicionamiento, pasará a acoger una discoteca juvenil, con otro nombre y sin proyecto cultural propio.

Desde el 30 de noviembre de 1994, Suristán era la rara avis entre los locales de conciertos madrileños. Primero, por su programación musical: por Suristán pasaron muchos de los nombres que ahora encabezan los festivales de música étnica: desde la mayor parte de las figuras del Buena Vista Social Club a rompedores artistas brasileños como Chico César o Lenine. Tratándose de un local pequeño, asombra que tuviera una de las últimas actuaciones del guitarrista Baden Powell o un concierto íntimo de Pablo Milanés, con Gabriel García Márquez entre los afortunados espectadores. Lejos de cualquier dogmatismo, Suristán también contó con muchos de los mejores cantautores anglosajones y numerosos grupos rockeros: los mexicanos Café Tacuba fueron responsables del último gran llenazo, el pasado julio.

La inmensa lista de actuaciones y la labor de sus DJs, que marcaron pautas para iniciativas similares, no sirven para explicar cabalmente la importancia de Suristán. En las últimas horas del local, muchos inmigrantes manifestaban su indignación: el Suris era el único club del centro de Madrid donde cualquier extranjero podía entrar sin problemas.

Armando Ruah, socio fundador y portavoz de Suristán, es consciente de que termina un experimento de integración. Pero reconoce que, tras casi nueve años de vida, el agotamiento y la frustración eran insoportables: "Nunca tuvimos noticias del Ministerio de Cultura. La SGAE nos daba palmaditas en la espalda por nuestro apoyo a los artistas emergentes. Las autoridades municipales no nos acosaron pero tampoco nos dejaron pasar ni una: hace poco recordaron un canon por el que cada concierto debía pagar 12 euros; parece una minucia, pero, teniendo en cuenta que hacíamos 240 actuaciones al año, el palo fue considerable. La nueva campaña contra el ruido nos obligaba a unas obras tremendas. Así que hemos decidido traspasarlo a una empresa de hostelería que quiere instalar un disco-bar juvenil".

Aunque la carta de despedida dice "hasta pronto", Suristán deja de existir como establecimiento abierto al público. Los responsables potenciarán su sello discográfico, que ha editado la recopilación Repúblicafrobeat y el primer disco de Afrika Lisanga, y su oficina de producción, que ha colaborado con numerosos festivales. Su último mensaje es un SOS: "Hacemos un llamamiento para exigir que los espacios de cultura popular tengan el apoyo necesario para su viabilidad, sin depender de los caprichos de la política".

Fachada de la sala Suristán.
Fachada de la sala Suristán.BERNARDO PÉREZ

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_