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CORAZONES AL SOL.
Columna
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El flotar se va a acabar

¿HAY ALGO MÁS BONITO que abrir una revista o un periódico y toparte con un artículo o una entrevista repletos de metáforas? Qué regalo para nuestros sentidos leer que "Madrid es una picadora de carne", metáfora que Juan Echanove ha dicho, esta semana, en La Vanguardia. Y qué regalo leer que "las mentiras son las hermanas mayores de la miseria moral", que es lo que ha escrito Pilar Rahola en su artículo de EL PAÍS. Y qué regalo, en fin, leer que "pedir disculpas es una tabla de ejercicio que se practica poco", del autor Enrique del Pozo (el de Enrique y Ana), en la revista Sorpresa. Pero no tenemos más remedio que pedir un poco de coherencia poética en general. En verano, más que nunca, las metáforas tienen que entenderse o las personas con poca sensibilidad sufrimos estrés metafórico. Tus dientes son perlas, sí, hasta ahí todos de acuerdo, el problema empieza si tus dientes son perlas que nacen dentro de un percebe. No podemos aplicar el "todo vale" en la metáfora. Hemos recibido cartas de lectores denunciando errores de ráccord. Se quejan de que algunas de las metáforas de la admirada y talentosa Pilar Rahola y del admirado y talentoso Enrique del Pozo cuestan de pillar y no concuerdan. Es lógico. Rahola y del Pozo son dos de los personajes más prolíficos de nuestro panorama metafórico. Y, a más metáfora por página, más riesgo de error. Inauguramos, pues, una sección de arreglos y reparaciones de metáforas para el tertuliano ocupado.

En la entrevista que le hacen en el Sorpresa, Del Pozo (el de Enrique y Ana), demuestra que es el hombre metáfora. Convierte cualquier pregunta realista en una pregunta simbólica. Le preguntan, por ejemplo, si duerme con calcetines y él contesta que hay personas que "duermen con los calcetines de la mala conciencia". Pero Del Pozo dice una frase enigmática que todavía, ahora, estamos descifrando. "Esta profesión es como las dunas del desierto, que hoy te quieren mucho y mañana te ignoran". Pero eso no es verdad ni haciendo el mayor esfuerzo del imaginación: las dunas no te quieren o te odian. Ni siquiera si eres alguien tan digno de amor como Enrique. Claro que, a pesar de lo que se deduce del enunciado, a lo mejor no se refiere a las dunas. A lo mejor, los que te quieren mucho y mañana te ignoran son los humanos. Eso significa que las dunas del desierto hoy están aquí y mañana allí, lo que para Enrique sería comparable a que los humanos hoy te quieran y mañana no. Un poco forzado. No podemos estar toda la vida comparándolo todo con las dunas del desierto. ¿Acaso no hay veletas? ¿Acaso no hay barcos a la deriva? Se empieza comparando esta profesión con las dunas del desierto y se acaba diciendo lo del cuerpo de la mujer y la guitarra.

Y el sábado pasado, Rahola nos ofreció un sensible y gran artículo en EL PAÍS, también muy metafórico. Sin embargo, una de las metáforas nos ha obligado a hacer una llamada a la Facultad de Química de Barcelona. Ésta: "Las miserias son densas como el aceite en agua, y flotan en los oasis de la mezquindad". Convengamos que las miserias son densas, y convengamos, también, que son densas como el aceite. Pero, ¿por qué son densas como el aceite en agua? ¿El aceite en una tostada o en el vino tendría otra densidad? La densidad del aceite no varía en el agua, porque aceite y agua no se mezclan. Y ya puestos, hay que remarcar que el agua es más densa que el aceite. Por eso el aceite flota. Pero admitamos que las miserias son densas y sigamos adelante con la metáfora. ¿Pueden las miserias flotar, llegado el caso, en el oasis de la mezquindad? Es difícil, porque en un oasis de mezquindad no se flota, igual que no se flota en un polideportivo de mezquindad. La razón es simple: un polideportivo puede tener su piscina, optativa, no obligatoria, pero también su pista de atletismo con sus colchonetas. Y un oasis puede tener su manantial, optativo, no obligatorio, pero también su palmera con su coco. De flotar, las miserias flotarían en la charca del oasis de la mezquindad. O en la piscina del polideportivo de la mezquindad.

Y, sin embargo, la frase más complicada del artículo no es la de la densidad de las mentiras. La frase importante, con la que nos reta, viene al final. La admirada autora se despide de Pasqual Maragall con un: "Y a ti, Pasqual, un beso con vocación de abrazo". Suponemos que con esta frase nos propone un juego veraniego. Se trata de adivinar lo que es un beso con vocación de abrazo. A lo mejor significa que no se atreve a abrazarle, pero sí a besarle; aunque, si pudiera, le abrazaría. Claro que un beso, según cómo, es más atrevido que un abrazo. Sin embargo, no le da un abrazo con vocación de beso. Se entendería más que alguien diera un beso con vocación de coito, por ejemplo. Si pudiésemos besar al gran Mark Vandeloo o al gran Samuel de Cubber, por citar a dos modelos que tenemos añadidos a Favoritos, les daríamos un beso con vocación de coito o con vocación de vida en pareja. Si hay besos con vocación de abrazo, debe haber coitos con vocación de besos, y abrazos con vocación de programa electoral, y besos y abrazos con vocación de "¿qué hay de lo mío?", y besos y abrazos con vocación de "no nos llame, ya le llamaremos nosotros". Combinaciones hay tantas... La cuestión es si flotarían en un oasis.

Juan Echanove, en una terraza.
Juan Echanove, en una terraza.JOAN GUERRERO

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