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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Antes del plan

El lehendakari Ibarretxe había anunciado que para finales de septiembre presentaría su proyecto de reforma del Estatuto de Autonomía, en el que quedaría subsumido el plan soberanista de libre asociación del País Vasco con España que lleva su nombre. Ayer se conoció el primer borrador articulado de un denominado Estatuto Político de la Comunidad Libre Asociada de Euskadi, algo que, lejos de ser una reforma del actual Estatuto, supone su derogación y la apertura de un proceso constituyente. El contenido exigirá en su día un análisis detallado, aunque sus grandes líneas no difieren de las ya conocidas del denominado Plan Ibarretxe. Pero el anticipo de una fecha y la circulación de los primeros borradores bien merecen acotar el terreno sobre la reforma del Estatuto en cuatro cuestiones previas a cualquier debate político.

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1. ¿Cabe plantear desde Euskadi una reforma del Estatuto que sea en sí misma una ruptura de la legalidad? El Estatuto vigente es taxativo: es imprescindible su aprobación como ley orgánica por parte de las Cortes Generales, y para celebrar un referéndum el Gobierno vasco necesita ser facultado para ello por el Gobierno español. Ni una cosa ni otra son viables con la actual mayoría popular ni en el futuro con una hipotética mayoría alternativa socialista. Ibarretxe aseguró que su plan encajaba en la legalidad vigente. A la luz del texto conocido esta afirmación es falsa.

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2. ¿Es legítimo abrir un debate y una negociación mientras siga existiendo una organización terrorista que ejerce un chantaje violento sobre la mitad no nacionalista de la población vasca para obtener concesiones políticas? Éste y cualquier otro proyecto podría ser objeto de debate político en condiciones de desaparición total e irreversible del terrorismo de ETA y de la kale borroka, que actuán como mecanismo de intimidación permanente sobre la población vasca que no comparte el ideario no nacionalista.

3. ¿Es útil un proyecto político que en vez de limitar un contencioso lo ensancha y lo profundiza? Esto último es lo que significa la solución de Ibarretxe. Al plantear una relación bilateral directa entre Euskadi y España, abre la vía a la emulación en otras nacionalidades históricas. Y al mantener vivos varios contenciosos, como el anexionismo de Navarra, o dejar abierto un buen puñado de competencias, la dinámica de la queja y de la reivindicación permanente queda institucionalizada y garantizada para el futuro.

4. ¿Puede aprobarse una reforma de las instituciones vascas con un consenso mucho menor que el que obtuvo el Estatuto de Gernika? Es una obviedad que no puede haber reforma del Estatuto, de la profundidad que sea, sin que suscite, ante todo, un amplio y libre consenso entre los vascos, incluidos, por supuesto, los votantes del PP y del PSOE. Son los ciudadanos vascos, individualmente considerados, los únicos que tienen y pueden ejercer derechos, y no un nebuloso sujeto político llamado pueblo vasco, al que se le quiere suponer existencia milenaria y derechos históricos para predeterminar un destino de autodeterminación y de soberanía.

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