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Columna
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Socialistas

Mientras el PP trata inútilmente de convertir la batalla de Madrid en un problema interior del PSOE, el señor Caldera rebaja la cantidad y calidad de los escaños de CiU a una mierda y los diputados socialistas en el Congreso votan lo contrario que los parlamentarios socialistas catalanes sancionaron en el Parlament de Catalunya. Por su parte, il Cavaliere Berlusconi llama kapo nazi a un parlamentario socialista europeo, alemán por más señas, y luego ni se desdice ni se ratifica, sino todo lo contrario. A pesar de que los líderes José Luis Rodríguez Zapatero y Gerhard Schröder han tratado de aliviar las tensiones derivadas de todos estos acontecimientos, no lo han conseguido por más que el español haya recurrido a esa bondad persuasiva que trasmiten sus mejores ojos, tal vez azules, y el alemán a ese incompleto savoir fair campechano habitual en los peores momentos de su vida política.

El PP va a por el PSOE con vistas a renovar mayoría absoluta en 2004 y Berlusconi ha enseñado el rostro de esa nueva derecha posdemocrática capaz de aliarse hasta con los fascistas con tal de conservar el poder. Pero así como el PP no tiene socialistas entre sus ingenieros genéticos, Berlusconi es un producto del malogrado Craxi, aquel dirigiente socialista italiano que consiguió llevar a su partido desde la pobreza a la nada. Berlusconi desciende del pragmatismo craxiano en aquellos tiempos en que la socialdemocracia europea se preparaba para morir de posibilismo, es decir, de éxito, y mediante la ingeniería genética fecundaba topos neoliberales como el señor Blair o tránsfugas en el Parlamento de la Comunidad madrileña.

Convocada tras la guerra fría para marcar tensión dialéctica con el capitalismo salvaje, la II Internacional permanece en paradero improbable, extragaláxico, e igual te la encuentras asomada al Foro de Porto Alegre como desmelenada navegante en moto acuática por los canales de la tercera vía. En España, en el peor año del PP, a punto de autodisolverse esa pesadilla semántica a la que llamamos Aznar, al PSOE se le sublevan parlamentarios autonómicos y la lengua de Caldera. Algún día, relativas mayorías obligarán a Caldera a hablar catalán en la intimidad y lo que hoy le parece mierda, le sabrá a gloria pura.

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