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Signos

23 autores reflexionan sobre la obra poética de Ruiz Amezcua

Ginés Donaire

Desde el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, a los académicos Fernando Fernán-Gómez y Antonio Muñoz Molina, pasando por los hispanistas Gabriele Morelli o Juan López-Morillas, y así hasta un total de 23 escritores y críticos. Todos ellos se dan cita en la obra Singularidad en la poesía de Manuel Ruiz Amezcua (Mágina Octaedro, 2003), una edición del poeta Dámaso Chicharro que reúne, de forma ordenada, las distintas apreciaciones que se han ido produciendo, a lo largo de casi 30 años, sobre la obra del poeta jiennense Ruiz Amezcua (Jódar, Jaén, 1952).

Los estudios sobre la poesía de Amezcua estaban hasta ahora diseminados por distintas revistas especializadas o, en algunos casos, no habían visto la luz. Ahora, según el poeta Dámaso Chicharro, autor del prólogo del libro, se cubre un hueco y "se hace justicia" a un poeta "distinto". Y añade: "Se puede decir que es la suya una poesía popular, pero en otro sentido, entendiéndola como el fino acendramiento del pueblo hacia su yo". Recuerda los orígenes rurales de Amezcua, sus relaciones con la gente del campo. Todo ello, según Chicharro, ha depurado su poesía "por el sentimiento popular y por la clave lírica de la propia humanidad persuasora", hasta el punto de que lo ha convertido en un poeta "capaz de simbolizar y universalizar el concepto de lo popular".

Máxima de Unamuno

Chicharro sostiene que Ruiz Amezcua ha sido capaz de seguir "al pie de la letra" la máxima unamuniana, según la cual ha hecho de la guerra "la condición de su vida espiritual", luchando "contra todo y contra todos, primero por construir su propia obra y después por comunicar su obra en la época de las comunicaciones".

Ruiz Amezcua, que fue asesor cultural de la Embajada de España en Brasil y actualmente ejerce como profesor de Literatura en un instituto de Jaén, reconoce que es "un insumiso irredento", lo que le acarrea "soledad e incomprensión". Es autor de 11 libros de poesía, el último de ellos Una verdad extraña (Octaedro, 2002), además de un libro de ensayos, El lenguaje tachado (2001), de una Antología esencial de Federico García Lorca (1997) y de Lorca para escolares (2002).

De su poesía escribe García de la Concha que supone "un intento de liberación de la propia angustia" y "un interesante ejemplo de poesía de ideas". Por su parte, Muñoz Molina define a Ruiz Amezcua como "impermeable a la moda y la conveniencia, raro e insular, pero dueño de una voz y de una obra poética que deben ocupar cuanto antes el sitio que les corresponde en el repertorio público de nuestra literatura".

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