El barrio más peligroso de España
La barriada de El Príncipe, en Ceuta, se vuelca en la inmigración irregular
El Príncipe es un enorme arrabal formado por dos barriadas (Príncipe Felipe y Príncipe Alfonso) y encaramado en unas lomas cercanas a la frontera del Tarajal, que separa Ceuta de Marruecos. Ese hormiguero de callejuelas sin salida, túneles subterráneos, chabolas y mansiones que parecen trasplantadas desde Marbella es el lugar más conflictivo de la ciudad española con mayor índice de delincuencia, según las últimas estadísticas del Ministerio del Interior. Y ello a pesar de que la presión policial ha obligado a casi todas las bandas de narcotraficantes que lo controlaban a desplazar sus bases de operaciones a Marruecos. Los ajustes de cuentas a tiro limpio son en los últimos meses más esporádicos, pero no han desaparecido. Sus protagonistas son ahora los jefes de las redes dedicadas a la inmigración irregular de marroquíes, el nuevo negocio del que tal vez sea el distrito más peligroso de España.
La presión policial ha obligado a casi todas las bandas de narcotraficantes a irse a Marruecos
Un solo policía de proximidad es el encargado de controlar este laberinto de 12.000 almas, en su mayoría musulmanas. Se trata de un agente bilingüe (habla árabe y castellano). Sus compañeros aseguran que es muy respetado. "Deja la moto aparcada y nunca se la roban", comenta un vecino con admiración. Su figura recuerda al policía encargado del distrito de Five Points en la película de Scorsese Gangs of New York, que alardeaba de que nadie se atrevía a tocar su reloj cuando lo abandonaba colgado de un poste.
Para ayudarle, el Ayuntamiento ha distribuido a una serie de muchachos del barrio con la categoría de agentes auxiliares, pero son poco visibles. Los habitantes de El Príncipe suelen resolver sus rencillas al margen de la ley.
Cuando la policía nacional se ve obligada a entrar en esta especie de ciudadela debe hacerlo bien pertrechada de material antidisturbios, porque es recibida con palos y piedras. Varios vehículos suelen acabar en el taller y algunos agentes en el hospital. A una lluvia de piedras son también sometidos con frecuencia los guardias civiles que patrullan la carretera fronteriza que discurre a los pies de la barriada.
Hasta mayo del año pasado, El Príncipe era el refugio de los narcotraficantes de hachís. El puerto deportivo de Ceuta era conocido entonces como Puerto Condón, por la cantidad de gomas (lanchas neumáticas Zodiac) amarradas en sus pantalanes. Pero los días 20, 21 y 22 de aquel mes, la Delegación del Gobierno impulsó un dispositivo que llevaron a cabo el Servicio de Vigilancia Aduanera y la Agencia Tributaria. En esos tres días fueron incautadas 56 embarcaciones, siete motos acuáticas, 54 remolques de lanchas, 10 motores fueraborda y dos vehículos. El valor de lo aprehendido superó los 2.100.000 euros. Los narcos se quedaron sin base de operaciones y tuvieron que trasladarse a Marruecos.
Muchos de los lugartenientes de los capos de la droga se quedaron en El Príncipe sin ingresos. Algunos decidieron entrar en el negocio de la inmigración irregular de marroquíes. Su nueva ocupación les reporta dos clases de ventajas: económicas y penales.
Respecto a las primeras: llevar una patera con 40 personas, a 1.500 euros por cabeza, hasta las costas de Andalucía les deja unos beneficios netos de 60.000 euros y les evita los riesgos de desembarcar, estibar y guardar los alijos.
Respecto a los segundos: mientras que el tráfico de drogas a gran escala está penado con entre seis y ocho años de cárcel, el de personas sólo amenaza con condenas de dos años; en caso de que el piloto carezca de antecedentes, suele quedar en libertad.
"Las mafias de la inmigración mueven ahora mismo más dinero que las de la droga", afirma un responsable policial.
En un principio, los traficantes recluían a sus clientes por grandes grupos en viviendas de la barriada, en espera de la ocasión propicia para cruzar el Estrecho. Pero las frecuentes actuaciones de la policía les hundían el negocio.
Un ejemplo. El 7 de octubre del año pasado, los agentes entraron en el número 219 de la calle Este del barrio de Príncipe Alfonso y detuvieron a 14 marroquíes que se encontraban en situación irregular. El menor que se hallaba al cargo de la vivienda alegó que eran músicos y que se habían desplazado hasta Ceuta para tocar en una boda. Con el fin de avalar sus palabras mostró diversos instrumentos musicales: tambores, panderetas, cítaras...
Los policías trasladaron a la banda a la comisaría, les entregaron los instrumentos y les pidieron que tocaran algo. "No tenían ni idea", ríe un responsable policial.
Era la segunda vez que los agentes entraban en aquella vivienda. Meses antes habían hallado en ella a 14 hombres y a dos mujeres indocumentados. A su cargo estaba una abuela de 84 años que ni siquiera podía moverse de la cama. Declaró que unos parientes habían metido a toda aquella gente en la casa. ¿Qué hicieron los policías con la anciana? "¡Qué íbamos a hacer! Dejarla en la cama".
Para evitar que una actuación de los agentes les estropee el negocio de una patera, los traficantes dividen ahora a sus clientes en grupos de tres o cuatro personas y los distribuyen en varios pisos francos hasta que llega la hora de la partida. El precio diario del alojamiento es de 10 euros. Numerosas familias se han implicado prestando su piso para el negocio, que se ha convertido en la nueva fuente de ingresos del barrio del Príncipe.
Este cambio de estrategia se refleja claramente en los datos oficiales del Cuerpo Nacional de Policía. En 2001 fueron desarticuladas un total de 20 redes de tráfico de personas, detenidos 32 responsables y localizados ocultos 221 inmigrantes marroquíes. El año pasado aumentaron las redes desarticuladas (33) y los responsables detenidos (60), pero el número de inmigrantes localizados ocultos interceptados se redujo en más del 50% (90).
Vuelven las pistolas
El auge del negocio ha hecho aparecer nuevamente las pistolas en las calles de la barriada. La tarde del lunes pasado, un individuo de 26 años recibió tres balazos en las piernas junto a un cafetín llamado Mojito. También apareció una mano en la playa del Tarajal. Los agentes están convencidos de que estos y otros hechos similares están directamente relacionados con las mafias de la inmigración.
"Pesco aquí desde hace 20 años, y mis compañeros y yo nunca habíamos visto tantos marrajos (tiburones de 1,5 metros de longitud) en estas aguas", comenta uno de los responsables de la lucha contra la inmigración en la ciudad. "¡Fíjese, fíjese! Está todo infestado. ¿Por qué será?", se pregunta con ironía y tristeza.
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