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Entrevista:JULIÁN SEGARRA | Destilador

"Soy una especie en extinción"

Miquel Alberola

Pregunta. Se proclama el último destilador del Maestrazgo...

Respuesta. También soy el primero, lo que pasa es que me da vergüenza decirlo. Y soy el último porque ya no queda otro más. Y desgraciadamente, esta actividad se tiene que perder. Es imposible reunir en una persona todos los requisitos que marcan las ordenanzas y la fiscalidad. Y llegará un momento en que diré basta.

P. ¿Se considera una especie en extinción?

R. Soy una especie en extinción. Soy soltero y no tengo descendientes.

P. Es una gran responsabilidad ser el último

R. Ninguna. Se acabará y ya está. Al Estado no le interesa un contribuyente como yo. Tengo poco volumen. Hago un producto que no es comercial; entonces, no intereso. Lo que ocurre es que soy tozudo, y, nada, a dar caña a la Administración.

P. ¿Qué le decantó por este oficio?

R. Estar en él. Mis padres estaban en esto; y antes, mis abuelos. Me gusta mucho la electrónica. Es mi única afición. Pero con el cambio de normativas mis padres tuvieron que hacer un edificio nuevo para adaptar el negocio y, como era más práctico seguir una actividad familiar que empezar una nueva, pues decidí quedarme.

P. ¿Cuántos segarras han hecho lo mismo que usted?

R. Yo soy el sexto, pero sólo tres hemos sido destiladores. La que estaba en la fábrica de alcohol era mi abuela, que se apellidaba Ortí y era la que controlaba los procesos de fermentación.

P. Su producto bandera es el brandy más viejo del mundo.

R. Por circunstancias de la vida se fabricó este coñac, mis abuelos lo recibieron en herencia y mis padres registraron el nombre de Gran Maestre, pero no se vendió. Y

ahora es el brandy más viejo del mundo. Desde 1921 está en el barril de roble. Mi abuelo lo tenía que vender a cuatro pesetas y media y ahora vale 3.300 euros.

P. ...

R. El abuso perjudica más al bolsillo que a la salud, sí. Pero el precio es el resultado de una operación aritmética, no porque lo diga yo. Tanto ha mermado, a tantos euros, dividido por el conjunto, a tanto el litro.

P. ¿Cuánto Gran Maestre embotella al año?

R. Diez botellas al año, para que no me quiten del registro. Además, a mí no me solventa nada vender una botella porque no vivo en el carril de alta velocidad. Cuanto más vendes, más pagas a Hacienda. Entonces, un modo de colaborar en la destrucción de España es vender menos.

Pero no es negocio. Lo que te da es un reconocimiento.

P. ¿Quiénes son los clientes de este brandy?

R. Los hay que van en avión y que van en Lambretta. No lo compra la gente que tiene dinero (aunque el dinero es necesario para adquirirlo), sino la que tiene un paladar muy afinado y quiere hacerse un regalo extraordinario.

P. Su absenta es denominada en la web oficial de la absenta de Luxemburgo como "la reina de la absenta". ¿Qué se han perdido Verlaine y Rimbaud?

R. Está hecha por destilación de dos plantas medicinales: la artemisia absentium y la pimpinela. Es un producto natural y ha superado siempre todos los controles, al contrario de otros fabricantes que han querido dar gato por liebre. Nuestra absenta, igual que nuestra ginebra, que está considerada la mejor de España, es natural y los especialistas han sabido apreciarlo.

P. ¿Qué diferencia hay entre sus licores y los demás?

R. Los demás lo que quieren es vender cantidad y tienen que hacer géneros muy competitivos, aun a costa de deteriorar el proceso de fabricación.

EN DOS TRAZOS

Julián Segarra (Xert, 1955) es un apasionado de la electrónica, pero por suerte para la humanidad se ha dedicado a destilar licores. Su abuela también lo agradeció, porque así aprovechaban las etiquetas de una destilería instaurada en el siglo XIX. En 1921 su abuelo fabricó el brandy Gran Maestre y fue un fracaso de ventas, pero hoy es el más viejo del mundo, y entre sus admiradores se cuentan Aki Hito o George Bush. Es un último romántico que está presente en todo el proceso de producción y destila sus prestigiosos e imposibles licores con un alambique que funciona a leña.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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