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Kahn-Raúl, contraste de estilos

Kahn no lo dudó. Dibujó una sonrisa en su gesto duro y desafiante y a la compleja pregunta de quién es el mejor portero del mundo soltó con gracia y chulería: "Lo tiene delante".

Algo más tarde, Raúl, tímido ante los micrófonos, se quitó de en medio ante un grupo de periodistas. Disfrazó su nerviosismo con una media sonrisa y se escapó como pudo de una cuestión que interpretó como un aprieto. "¿El mejor delantero?" "No lo sé. Muchos". ¿Puede que esté en esta sala? "No; yo, desde luego, no veo a nadie".

Y se trataba de Raúl, precisamente Raúl, el futbolista español con más carácter, el único capaz de pregonar desde niño sus intenciones de convertirse en el mejor del planeta, el que menos se arruga.

Pero Raúl, tampoco. A la hora de la verdad, también se corta. Se siente incómodo refiriéndose a sí mismo, se vuelve débil en medio de los halagos.

Una enfermedad endémica del deportista español. Ya lo dijo Guardiola: "Al español le falta creerse el mejor, un plus de inmodestia y vanidad que tienen otros, un problema cultural que nos debilita".

Tal vez ahí se esconda el secreto de por qué la selección española, pese a la dimensión de sus equipos y al talento de sus jugadores, no gana nada. Un misterio por el que ayer se preguntaban los reporteros alemanes.

La respuesta, quizá esté ahí. Cuando alguien pregunta por los mejores, el alemán da un paso adelante y el español mira para otro lado.

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