Binomio incivil
No hay algo llamado tránsito urbano que posea una entidad propia. Como no hay tampoco algo, llamado ciudad, que sea independiente de su propio tránsito y transporte. Pensamos en nuestras ciudades como si poseyeran una red de transportes sin percatarnos de que esa misma red las constituye como tales. El esfuerzo de la geógrafa y urbanista Carme Miralles, en esta notable indagación, consiste precisamente en superar la visión simplista de que un elemento es el causante del otro. De hecho, entrambos se entrelazan en un proceso incesante de creación mutua hasta confundirse.
Los transportes urbanos, en teoría, son modos veloces de conducirnos de un lugar a otro para el trabajo, el ocio, la gestión de nuestros asuntos, el cultivo de la vida privada. En la práctica constituyen ellos mismos nuestra vida cotidiana: el tiempo invertido, el modo de desplazamiento, los encuentros y escapatorias que nos suministran, precisan, tanto como las dificultades que ellos mismos engendran, una nueva consideración. Sobre todo ahora que su mera existencia ha redefinido el espacio público, el privado, la interacción abierta, el anonimato y hasta la libertad y servidumbres de la ciudadanía. Aunque el proceso es ya antiguo -léase el ensayo clásico de Georg Simmel sobre la metrópolis y la vida espiritual de sus moradores, de 1902-, cuando Copenhague inventó en 1954 la calle peatonal se inició una redefinición del espacio urbano cuyas consecuencias aún vivimos hoy.
CIUDAD Y TRANSPORTE: EL BINOMIO IMPERFECTO
Carme Miralles-Guasch Ariel. Barcelona, 2002 250 páginas. 18 euros
Carme Miralles fundamenta su diagnóstico general en un estudio de las dos grandes metrópolis mediterráneas que no son capitales estatales, Milán y Barcelona, a las que contrasta con la paradigmática capital de Francia. Aunque el poder político se plasma en el espacio, la acumulación de riqueza y la estructura social de cada ciudad, sorprende constatar lo mucho que en común poseen París y las conurbaciones lombarda y catalana. Es como si la implantación de redes de metro, autobuses, tranvías ayer (que vuelven) y el uso masivo y congestionado de los vehículos privados estuviera homogeneizando muchos aspectos de la vida urbana de los ciudadanos contemporáneos, estén donde estén. No sería arriesgado generalizar a otros lugares a partir de un estudio que toma tan sólo tres ciudades como fundamento.
Todas las ciudades se esfuerzan por ser distintas. Ay de aquellas que no cultivan lo que los ingleses llaman su civic pride, ese orgullo de la inaprensible esencia de cada cual que dinamiza su vida política, su industria, su deporte, su cultura. La arquitectura y el urbanismo son la faz material de ese capital inaprensible que posibilita tantas cosas. No obstante, precisamente a causa de ello, las urbes modernas se hallan poseídas por una obsesión de su propia grandeza que puede poner en peligro la amabilidad del entorno o el tamaño ideal que cada cual precisa. Así, hoy muchas ciudades españolas quieren tener metro y redes de cercanías, quieren ser grandes urbes centrales, ¿vale la pena rebasar el tamaño ideal?, ¿no es mejor crear redes de ciudades medias, armoniosas y habitables?
La sostenibilidad, como Carme Miralles pone de relieve, queda comprometida con una expansión urbana grandilocuente, que sólo el otro elemento del binomio urbano, el transporte, hace posible. La política urbana tiene que reorientarse hacia la recreación de barrios habitables, distancias más cortas de desplazamiento laboral, identidades locales y espacios públicos íntimos, "lugares para caminar", dice la autora, lejos de la arrogante monumentalidad que hasta hoy mismo ha estado de rigor. Ello no entraña que haya que volver a un parroquialismo agobiante, puesto que la urbe sigue siempre ahí, milagroso bien público a nuestra disposición, para cultivo de la libertad.
La documentación gráfica, los mapas y la clara presentación de los datos de París, Milán y Barcelona no sólo harán las delicias del lector, sino que le invitarán a reflexionar sobre un proceso fácilmente extendible a muchas otras ciudades y sobre lo que es preciso hacer para transformar este binomio tan imperfecto entre transporte y ciudad en algo más llevadero.
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