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Columna
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La cara sana del 'punk rock'

Diego A. Manrique

A un lado estaban Sex Pistols, con Johnny Rotten encabezando una bola de ira y manipulación. Al otro, The Clash y Joe Strummer, cuya furia estaba mejor dirigida. Los Pistols eran un circo de odio y desprecio por el mundo circundante; los miembros de The Clash hacían un esfuerzo para ponerse al mismo nivel de sus fans y en las giras ponían sus habitaciones de hotel a disposición de los fieles que les seguían de ciudad en ciudad.

Frente al nihilismo real o impostado de buena parte del contingente inicial del punk rock, The Clash siempre tuvo muy claro donde estaba el enemigo y lo que se podía hacer desde el escenario: cuando el "invierno del descontento" británico dejó paso al reinado de Margaret Thatcher, su compromiso se hizo más evidente, manteniendo un cuidado equilibrio entre su izquierdismo y su posición como rock stars.

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La evolución musical de The Clash fue pasmosa: después de integrar el reggae en las rudas estructuras punkis, sus viajes por EE UU les hicieron asimilar el rockabilly, el jazz, el rhythm and blues de Nueva Orleans. De esas experiencias surgió su disco clave, el doble London calling (1979), apasionante resumen de diferentes palos del rock pasados por el filtro de The Clash.

En London calling estaba Spanish bombs, canción donde se yuxtaponía la visión inglesa de España como destino veraniego con las sangrientas historias de nuestra Guerra Civil. Atraido por la figura de García Lorca, Strummer llegó a Granada en 1984. No localizó la tumba del poeta, como soñaba, pero hizo muchos amigos en la comunidad rockera de la ciudad, llegando a producir a O91; para el próximo año, se había comprometido a tocar en la ciudad con su grupo actual, aparte de participar en un próximo disco sobre García Lorca. Durante el rodaje de Straight to hell, se enamoró de la costa de Almería y solía pasar temporadas en Cabo de Gata.

Las películas con Alex Cox y Jim Jarmusch fueron un grato entretenimiento pero Strummer, que también trabajó en varias bandas sonoras, retomó su carrera con un incierto disco en solitario, Earthquake weather (1989), reemplazando a Shane McGowan como vocalista de The Pogues y, ya de forma más intensa, con The Mescaleros, un grupo de sonido internacionalista que publicó Rock art and X-ray style (1999) y Global a go-go (2001). The Clash se deshizo en 1985 pero su leyenda ha continuado creciendo, igual que la demanda para que se reunieran de nuevo.

A diferencia de los Pistols, Strummer y compañía no cedieron a la tentación de tocar para embolsarse unos millones. Sabían que su música ya tenía otros usos que no coincidían con las intenciones originales: su Rock the cashah fue el primer disco que se pinchó en la emisora que las Fuerzas Armadas estadounidense pusieron en marcha durante la Guerra del Golfo. Eso sí, las orgullosas canciones de The Clash volvieron a sonar recientemente en Londres, cuando Strummer se juntó con la otra luminaria del grupo, Mick Jones, en un concierto que recaudaba fondos para la caja de resistencia de la huelga de los bomberos.

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