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FÚTBOL | 12ª jornada de Liga

Los azulgrana se van de la lengua

Santiago Segurola

En un campo pesado, bajó una lluvia a veces torrencial, lo más habitual es que los choques sean frecuentes. Son partidos difíciles para los jugadores y para los árbitros. Hay que saber discernir entre la dureza y la intencionalidad. Real y Barça supieron adaptarse al terreno y apenas produjeron acciones violentas, la dureza fue escasa porque todos querían jugar al fútbol sobre un césped que lo permitía en todo momento. En tales circunstancias, dos expulsados parece un resultado excesivo para un partido limpio (tanto en el campo como en la grada). El problema fue la lengua.

El hispano brasileño Motta fue el primero en disfrutar del agua caliente de la ducha. Apenas había tenido sino leves roces con López Rekarte, menudencias propias de cualquier partido. El muchacho fue a despejar un balón en la frontal del área y chocó con un futbolista del la Real. El árbitro se equivocó y pitó una posterior falta a un jugador realista. Motta se fue hacia él y Pino Zamorano le mostró la tarjeta roja. Cabe pensar lo que ocurrió. Un golpe duro para el Barça que intentaba coserse al partido y al balón en busca del empate.

Los nervios, a diferencia del nervio, nunca han servido para jugar al fútbol. En la prolongación, Overmars, un veterano, interrumpió con falta una internada de López Rekarte. Pino Zamorano la señaló y se echó la mano al bolsillo. Antes de que apareciera la cartulina, a Overmars se le fue la lengua y el árbitro cambió de color. Segunda tarjeta roja en un partido limpio. Una protesta cuando ya no había nada que hacer, que significa al menos un partido de sanción. Fue todo el botín del Barça. Mala imagen futbolística, mala imagen social. No sólo el entorno está nervioso.

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