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Reportaje:

El capitán griego y los marineros presos

Apostolos Mangouras, único jefe al mando del 'Prestige', sufrió un amago de infarto cuando se encontraba detenido

Unos 300 reclusos de la prisión de Teixeiro, una cárcel moderna situada en el término municipal de Curtis, a 50 kilómetros de A Coruña, fueron algún día marineros. Los asuntos de la droga o el contrabando desviaron su rumbo hasta hacerlos encallar aquí.

Uno de ellos, confinado en el módulo reservado para los internos mayores de 45 años, se ha hecho amigo de Apostolos Mangouras, el capitán griego del Prestige, detenido y encarcelado por un presunto delito de desobediencia, situación que sólo podrá eludir si paga una fianza, que ya ha sido recurrida por su abogado, de tres millones de euros (unos 500 millones de pesetas).

El Prestige, un petrolero monocasco construido hace 26 años, naufragó el 19 de noviembre pasado tras partirse en dos y dejar en el mar, frente a las costas gallegas, una estela tóxica de miles de toneladas de fuel con alto contenido de azufre.

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El marinero gallego confinado en el módulo para mayores de 45 años de la prisión de Teixeiro ha sido el único capaz de sacarle dos palabras seguidas a Mangouras, un hombre huraño que el próximo 23 de enero cumplirá 68 años y cuyo corazón no funciona del todo bien.

Hace unos años fue sometido Apostolos Mangouras a una operación para implantarle unas válvulas y aun así siguió navegando, nada menos que al mando de un viejo y achacoso petrolero cargado con 77.000 toneladas de combustible y tripulado por 22 filipinos y dos rumanos que se echaron a temblar frente a las costas de Finisterre, en cuanto las olas de ocho metros y quizás un contenedor o un tronco flotante se confabularon para golpear con violencia y romper el buque por el costado de estribor.

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La vía de agua que se abrió como consecuencia del golpe dejó al petrolero con un escoramiento de 25 grados que fue superado con una maniobra arriesgada: el llenado de uno de los tanques de lastre que iban vacíos para equilibrar la embarcación. La presión de tanto peso amenazó de muerte al barco, que acabó hundido a más de 100 millas de las costas gallegas y con Apostolos Mangouras metido entre rejas.

El veterano capitán griego pidió entonces por radio que evacuaran a los suyos -"aquí ya sólo son un problema", dijo- y se quedó acompañado únicamente por dos de sus ayudantes.

Tanta tensión terminó por estallarle en tierra. De nada le sirvieron las pastillas de todos los colores que guardaba en su maletín de cuero marrón, lo único que pudo salvar del naufragio.

El sábado día 15, cuando permanecía detenido en los calabozos de la Guardia Civil, el capitán del Prestige sufrió un amago de infarto y tuvo que ser trasladado de urgencia al hospital Juan Canalejo de A Coruña para que le prestarán asistencia, según confirmó ayer a este periódico su abogado, José María Ruiz Soroa.

Mal carácter

El susto no pasó a mayores y el capitán se recuperó enseguida. Ahora, en la prisión de Teixeiro, el marino ya ha dejado constancia de su mal carácter. Permanece callado y solo todo el día, apenas mira a los funcionarios cuando le ofrecen participar en alguna actividad y, cuando insisten en hablar con él, farfulla en inglés: "Necesito un intérprete de griego".

¿Lo necesita de verdad? De ser así, no deja de resultar curioso que tamaño buque con semejante carga fuera capitaneado de un lado a otro del planeta por un hombre mayor, delicado del corazón y sin los conocimientos de inglés para manejarse adecuadamente.

Mientras espera la libertad, el capitán Mangouras pasea solo por el patio de una prisión abarrotada de marineros.

El capitán del <i>Prestige,</i> Apostolus Mangouras.
El capitán del Prestige, Apostolus Mangouras.EFE

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