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Reportaje:

Los rastros en el agua

Científicos granadinos crean un nuevo nuevo 'detector biológico' de contaminación

Javier Arroyo

Un grupo de biólogos de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada han desarrollado un método nuevo capaz de detectar si una masa de agua está contaminada o no sin necesidad de necesidad de realizar ningún tipo de análisis físico- químico al líquido supuestamente contaminado. Según Javier Alba-Tercedor, responsable de este grupo, se trata de un procedimiento basado en el estudio sobre el terreno de los macroinvertebrados existentes en el agua. La presencia o no de estos animales indican a los biólogos si el río contiene sustancias nocivas o no. Entre las ventajas que Alba-Tercedor aprecia en su método, denominado IBMWP, se encuentra, además de la fiabilidad y su bajo coste, la posibilidad de detectar el origen del vertido hasta un mes después de iniciada la contaminación.

Los vertidos conscientes no son algo infrecuente en los ríos andaluces y, de hecho, son numerosas las industrias con escasa conciencia ecológica que, de cuando en cuando, hechan sus desechos a los cauces de agua. Según indica Alba-Tercedor, la contaminación voluntaria es algo perfectamente programado en su ejecución: "Por lo general, los vertidos contaminantes se realizan los viernes por la noche. Quienes los hacen saben que el durante el fin de semana no habrá nadie en las administraciones atentos al asunto. Cuando llega el lunes y la maquinaria administrativa se pone en marcha, la corriente del río ha llevado los productos contaminantes bien lejos de su origen y ya se complica mucho determinar dónde está el origen del vertido".

Con el estudio de los macroinvertebrados (animales que miden entre un cuarto de milímetro hasta dos o tres centímetros), se puede detectar la contaminación en un cauce de agua hasta un mes después de producida así que, remontando el río y analizando de tramo en tramo, el lugar donde se inició la contaminación queda pronto al descubierto.

Todo lo necesario para aplicar el nuevo método es, según Alba-Tercedor, "una red para sacar los animales y unas botas de goma". A partir de ahí, son imprescindibles el conocimiento de un biólogo sobre las distintas familias de macroinvertebrados y unas tablas que asignan diversas puntuaciones a cada uno de los seres vivos que recoge la red.

El sistema consiste en otorgar una determinada puntuación a la presencia o ausencia de determinados organismos, capaces o no de sobrevivir en aguas contaminadas, así como en dar un valor concreto al hallazgo de ciertas especies capaces de desenvolverse únicamente en aguas con un cierto grado de toxicidad. Estas últimas especies, caracterizan muy bien el lugar porque, además, hacen imposible la vida a las que habitualmente viven en el cauce cuando éste está saludable. El margen de un mes para determinar la insalubridad o no de las aguas se debe, explica Alba-Tercedor, a que este tipo de animales, generalmente formas larvarias de insectos, requieren un mes para volver a instalarse en su hábitat normal después de sufrir una agresión contaminante.

El precio y las estaciones

Una de las ventajas del método desarrollado en Granada es el bajo coste y su capacidad para ser infalible ante cualquier tipo de agente químico, viejo o nuevo. "Los análisis físico-químicos buscan un número determinado de agentes contaminantes; por eso, no son capaces a veces de encontrar nuevos subproductos químicos que también contaminan", explica el responsable del proyecto. En cuanto al coste, dice, no hay que pagar los seis u ocho euros que cuesta cada uno de los diez o quince parámetro que se busca en cada análisis hecho en un laboratorio.

La contaminación del agua también va por estaciones; de hecho, el biólogo Javier Alba-Tercedor comprueba año tras año que la calidad medioambiental de los cauces de los empeora en otoño e invierno para luego reponerse, en mayor o menor medida, en primavera y verano.

La razón es distinta para cada estación. Las primeras lluvias del otoño, explica Alba-Tercedor, arrastran los abonos y pesticidas que se utilizan en esa misma época en los cultivos. Estos productos acaban llegando a los ríos y afectando a la calidad de las aguas. Hasta cierto punto, éste es un fenómeno cuya culpa han de compartir la naturaleza y el hombre.

Sin embargo, el empobrecimiento manifiesto del agua en invierno debe imputarse estrictamente a la mala voluntad del hombre. Los vertidos de alpechín, aunque cada vez menores, siguen enturbiando las aguas andaluzas. La llegada de la primavera indica casi siempre el inicio de la recuperación de estas masas de agua.

Las estaciones depuradoras de las ciudades, valga la paradoja, son otro de los elementos que no acaban de jugar con los ríos el papel que deben. Alba-Tercedor explica que "la mayoría de los ríos andaluces sufren un bajón en la calidad de sus aguas al paso por las poblaciones y eso se debe por lo general a los vertidos de las depuradoras". Según este biólogo, "sus vertidos son muy perjudiciales". Estas estaciones suprimen la materia orgánica del agua que depuran pero no quitan todas las sustancias tóxicas que vuelven, en cierto modo concentradas, al cauce de donde fueron extraídas metros antes.

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